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Matilde di Shabran, Rossini Festival, Pesaro, 2004
Photo by Amati Bacciardi 

Rossini Opera Festival, Financial Times, 17 August 2004
Bravissimo! Ancora!, The Times, 15 August 2004
Rossini, Rossini, El País, 10 August 2004
Una noche en la ópera, pero de verdad, ABC, 10 August 2004
El triunfo de las bellas, La Razón, 15 August 2004
Se Rossini fa il borghese, Il Giornale di Vicenza, 10 August 2004
Seduzioni pericolose, Il Manifesto, 10 August 2004
Un'impennata di classe, La Gazzetta di Parma, 10 August 2004
Bel canto en délire au pays de Rossini, Le Soir, 18 August 2004
Rossini, scatenata Matilde, La Gazzetta del Mezzogiorno, 10 August 2004
Review Excerpts (Il Giornale di Brescia, Il Messaggero, La Nazione, Il Mattino, La Repubblica, La Sicilia,
Il Giornale della Musica, La Voz de Galicia, and Prometheus)
Opera-L Reviews: George Dansker and Stephen Cutler
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Rossini Opera Festival
George Loomis, Financial Times, 17 August 2004

Those who go beyond the overture of Rossini's La gazza ladra (The Thieving Magpie) are both amused and stirred by the opera's tale of a young woman nearly executed for a theft committed by a bird. It is Rossini's most shining example of an opera semiseria, between the serious and the comic, but as Pesaro's captivating new staging of Matilde di Shabran happily reminds us, it is not alone. For the 1821 premiere in Rome, the time-pressed Rossini borrowed from his own earlier works and enlisted Giovanni Pacini to write several numbers. He later replaced these pieces with new music for a Naples version, called "more condensed" by the score's modern editor. Nevertheless, in Pesaro the first act lasts more than two hours longer than that of Götterdämmerung. Yet every minute counted.

Especially striking is the way Rossini relates, through magnificent ensembles, the opera's central events. In a delightful quintet, the beautiful Matilde entrances the tyrannical Corradino, known as Ironheart, reducing him to making goofy, love-struck grimaces. Later Corradino becomes convinced of her unfaithfulness and in an equally arresting sextet decrees her death, chillingly demanding that the poet Isidoro, otherwise a buffo role, carry out the deed.

In 1996 a young tenor named Juan Diego Flórez sang Corradino in Pesaro and soon had an international career. He is back in superb form, hurling coloratura passages as if they were instruments of war. The rest of the cast may not be the last word in Rossini singing, but the soft-grained soprano Annick Massis sang with a sure command of technique and range and made a lovely Matilde. Also excellent was Bruno de Simone as the verbally agile Isidoro.

Riccardo Frizza, conducting, affirms the joy Pesaro affords by playing Rossini's long operas without cuts. Mario Montone's direction is stylish, and Sergio Tramonti's set gave Corradino's castle a sense of foreboding without turning it into a torture chamber.


Bravissimo! Ancora!
Hugh Canning, The Times, 15 August 2004

Since its beginnings, Pesaro has proved a magnet
to some of the great Rossini singers of our day, but
latterly it has demonstrated a remarkable knack for
discovering and nurturing outstanding new talents. Eight
years ago, when the leading tenor of its first production of
Matilde di Shabran fell ill, Juan Diego Florez was
catapulted to international stardom as, perhaps, the most
charismatic and technically accomplished tenore di grazia
(literally, tenor of gracefulness) of our time, and for this
year's new production - by the film director Mario Martone -
he was back, driving the Pesaro audience bananas with his
pinging high notes and thrilling volleys of coloratura.
Florez may now command the highest international
fees in London, Milan, New York and Paris, but he has
remained faithful to Pesaro, appearing in an opera there
every year, apart from 2001, since his debut. He could be
forgiven for not wanting to repeat the unsympathetic role of
Corradino, a cruel, misanthropic, woman- hating tyrant whose
cuor di ferro (Iron Heart, the name of his castle) is
eventually melted by the seductive feminine wiles of the
enchantingly beautiful Matilde, especially as the tenor part
doesn't have a single important solo, but Florez can do
nothing wrong at this address. The exhilaration of being a
member of an audience of Italians refusing to stop clapping
and shouting "bravo" at the top of their voices is
infectious.

Florez was by no means the only star: indeed,
this was a veritable complesso Rossiniano: the delectable
French soprano Annick Massis, charming everyone with her
elegant, witty acting and spitfire-accurate, florid salvos
as Matilde; a remarkable young Israeli mezzo, Hadar Halévy,
in the unusual role of Corradino's prisoner, Edoardo; and
three excellent basses, the hilarious Bruno de Simone as the
comic poet who blunders into Corradino's tyrannical realm,
Carlo Lepore as the Prince's long-suffering vassal, Ginardo,
and especially Marco Vinco, a handsome young basso cantante
as the voice of his conscience and counsellor, Aliprando.

Martone's production struck a fine balance
between the comic and serious elements of the work and used
Sergio Tramonti's imposing set - two concentric spiral
staircases, magically lit by Pasquale Mari - with
astonishing versatility. This would be a perfect work for
Glyndebourne.


Rossini, Rossini
J. A. Vela del Campo, El País, 10 August 2004

Con Matilde di Shabran llegó el delirio. Por la obra en sí, en primer lugar, con un prodigioso primer acto, pero sobre todo por la conjunción de voces, orquesta y escena. Unos se contagiaban a otros y todo subía de nivel artístico a cada instante. La Sinfónica de Galicia revalidó la buena impresión dejada en Tancredo. Ricardo Frizza infundió ligereza rossiniana y vitalidad a raudales, y los músicos se empezaron a desmelenar sin perder el equilibrio. Las excelencias del solo de trompa, por ejemplo, se seguían comentando en las terrazas pasadas las tres de la mañana. Y la dulzura de la cuerda. Y la precisión rítmica. Mario Martone se descolgó con una prodigiosa dirección de actores, sobre una escenografía sencilla e ingeniosa. El quinteto de la primera parte fue una escena de virtuosismo vocal elevado al infinito por el tratamiento escénico: ágil, gracioso, ocurrente. Una gozada.

El reparto vocal estaba encabezado por una adorable Annick Massis y un sensacional Juan Diego Flórez. Ella, con precisión en las coloraturas y una musicalidad fuera de serie en su limitado volumen; él, con una fuerza, una técnica y una capacidad de comunicación asombrosas: en gran artista, en primerísimo artista. Horas antes habían proyectado en la casa de Rossini un vídeo con su debú en Pesaro en 1996 precisamente con esta obra. La evolución artística de entonces a ahora es espectacular. A la fiesta vocal se unieron los Marco Vinco, Bruno de Simone, Carlo Lepore y todo el resto del elenco. ¡Qué noche de inspiración! Así, en justo reconocimiento, el telón se alzó al final 1, 2, 15, 20 veces entre aclamaciones cada vez más intensas del respetable. Fue una velada admirable, de esas que desea cualquier teatro de ópera, de esas que hacen grande al festival de la ciudad natal de Rossini. Ay, Rossini, Rossini.


Una noche en la ópera, pero de verdad
Julio Bravo, ABC, 10 August 2004

PESARO. El estreno de la nueva producción de la semidesconocida ópera «Matilde di Shabran» fue coronado con más de un cuarto de hora de ovaciones, y las caras de felicidad y de satisfacción del público que abarrotaba el Teatro Rossini eran la mejor expresión del éxito logrado en el escenario. Resulta difícil comprender por qué obras como «Matilde di Shabran» permanecen prácticamente en el anonimato. Estrenada en Nápoles en 1821, y considerada una de las óperas «semiserias» de Rossini, apenas ha tenido vida escénica a pesar de su entretenido libreto y su magnífica partitura, todo un compendio del más chispeante Rossini, especialmente en el primer acto. La recuperación de obras como ésta, y especialmente de la manera en que se ha hecho, es lo que otorga su trascendencia al Festival de Pesaro, que hoy por hoy es uno de los grandes certámenes musicales europeos y, sin duda, el más importante que se celebra en Italia.

Todo fue redondo y compacto en esta representación, tanto en sus aspectos musicales como escénicos. Debutaba con ella en Pesaro Mario Martone, uno de los más celebrados directores teatrales y cinematográficos italianos de hoy. Sobre una «sencilla» escenografía -una doble escalera de caracol giratoria que se pierde en la altura del escenario-, Martone ha tejido un espectáculo inteligente y por momentos muy divertido, lleno de hallazgos, detalles y cuidadas pinceladas, muy movido y con una soberbia dirección de actores. La vitalidad y la exquisitez de la escena se contagiaron al foso, donde la Orquesta Sinfónica de Galicia (invitada por segundo año consecutivo a este festival) mostró nuevamente su ductilidad y su calidad, con la cuidadosa batuta de Carlo Frizza al frente. Hubo un perfecto entendimiento entre el foso y la escena, algo que no es excesivamente frecuente en la ópera actual.

«Matilde di Shabran», una obra de complicada trama y llena de personajes, precisa de un reparto extraordinario. Contar con el peruano Juan Diego Flórez (que se dio precisamente a conocer aquí en Pesaro en 1996 con esta misma obra) es toda una garantía. Su timbre claro, la luminosidad de su canto, y la naturalidad con la que escala hacia los agudos más complicados o con la que sortea las más difíciles florituras le convierten en «el» tenor de nuestros días. El próximo mes de enero estará en Madrid para cantar en el Teatro Real «El barbero de Sevilla».

A Flórez le ha acompañado un conjunto de magníficos cantantes. La francesa Annick Massis, llena de clase y elegancia, compuso una exquisita Matilde; Bruno de Simone encarnó con gracia extraordinaria a Isidoro, y brillaron también Hadar Halevy, Carlo Lepore o Marco Vinco. El año que viene, Pesaro presentará tres óperas: «Bianca e Faliero», «La gazzetta» y «El barbero de Sevilla», mientras seguirá tratando de convencer a Pedro Almodóvar para que se sume a la magnífica nómina de directores escénicos con que ha contado el festival en sus 25 años de existencia.


El triunfo de las bellas
Rafael Banús, La Razón, 15 August 2004

Juan Diego Flórez saltó a la fama cuando, en el Festival de Pésaro de 1996, sustituyó al intérprete previsto en la ópera «Matilde di Shabran», estableciéndose como el tenor rossiniano que estaba esperando el mundo. Ocho años después ha vuelto a retomar el papel, convertido ya en figura de alto poder mediático, lo que ha hecho que desde hace meses fuera casi imposible conseguir una entrada. El artista ha estado a la altura esperada, y aunque su Corradino anterior poseía una frescura y facilidad irresistibles, el de ahora ha ganado en seguridad en los ataques y en proyección, con unos agudos rotundos que exhibe en cuanto tiene ocasión. A pesar de todo, la ópera, que tuvo una difícil gestación, no es de lo mejor de su autor, y el casi interminable primer acto, sólo parece cobrar vida con la entrada del personaje titular, que como una antecesora de la Norina de «Don Pasquale», rompe la fama del misógino caballero español. La soprano francesa Annick Massis no pudo hacer mejor presentación en esta plaza, con una emisión pura y limpia en las agilidades, una impecable musicalidad y una homegeneidad de timbre que suplieron la falta de mayor volumen. Estuvieron acompañados de un impecable reparto, donde resaltaron el sugestivo color de la mezzo israelí Hadar Halevy en el papel travestido de Edoardo, los bajos Marco Vinco y Carlo Lepore y, especialmente, Bruno de Simone en el poeta napolitano Isidoro.

Riccardo Frizza, al frente de una Sinfónicade Galicia visiblemente motivada, aportó el necesario impulso a la maquinaria rossiniana. La puesta en escena de Mario Martone reflejó este espíritu con dos escaleras giratorias que aportaban movilidad a una imposible trama, pero no hizo olvidar el delicioso mecano creado en el 96 por Pier'Alli. En el Festival se pudo ver también la versión que del mismo tema escribió Stefano Pavesi, titulada «Il Trionfo delle Belle», en una simpatiquísima realización. Y se repuso «Il viaggio a Reims» en la divertida visión de Emilio Sagi.


Se Rossini fa il borghese
Cesare Galla, Il Giornale di Vicenza, 10 August 2004

Al festival di Pesaro la semiseria "Matilde di Shabran" ha visto trionfare la regia di Mario Martone, capace di sottolineare con eleganza e fantasiose soluzioni visive il carattere di commedia dell'opera. Compagnia di canto stellare, con il tenore peruviano Juan Diego Flórez e il soprano francese Annick Massis

Il genere semiserio, o di "mezzo carattere", è stato frequentato sporadicamente da Rossini (che del resto sui generi chiudeva la questione definendoli tutti accettabili tranne quello noioso), ma abbastanza per lasciarci un capolavoro riconosciuto come La gazza ladra e una gemma misconosciuta ma straordinariamente splendente come Matilde di Shabran . Quest'ultima, per quanto ai margini del repertorio, è certamente degna di stare a fianco della Gazza , e lo ha dimostrato la formidabile edizione portata al debutto l'altra sera al teatro Rossini, culmine di un Rof che quest'anno esalta l'equilibrio sugli alti livelli musicali, teatrali e produttivi che appartiene alle sue tradizioni.

Discutere se in questo singolare lavoro prevalga il comico o il drammatico, o non sia piuttosto il grottesco a farla da padrone, lascia tutto sommato il tempo che trova. Il dato di fatto è che verso la fine della sua gloriosa avventura napoletana, nel 1821, dopo tanto melodramma Rossini si concede - per la piazza di Roma - un'incursione nei territori della commedia sentimentale borghese. E lo fa con un linguaggio nel quale la vena brillante e quella amorosa, la buffa e la drammatica, s'incrociano nella leggerezza di un racconto a lieto fine che non rinuncia all'inquietudine di situazioni difficili, sulle quali incombono morte e suicidio per disperazione, ma che si propone essenzialmente come sorridente, elegante "dissertazione" sulla malattia chiamata amore, e sull'impossibilità di resistervi.

Decisive per la riuscita mirabile dell'opera sono le scelte musicali di Rossini, messe a punto definitivamente in occasione della rappresentazione napoletana seguita pochi mesi dopo la prima assoluta (accolta nell'edizione critica): Matilde di Shabran è opera di concertati, di pezzi d'assieme, che parte dunque dal nodo drammaturgico sostanziale dell'opera buffa per staccarsene quanto a profondità, articolazione, sviluppo nel contesto scenico. Ecco allora la compiutezza dei personaggi farsi strada con mezzi squisitamente teatrali e musicali, nel fluire dell'azione. Così il feroce guerriero Corradino, sprezzatore delle donne, è destinato a cedere alle arti seduttive di Matilde non prima di averla creduta una traditrice e di averla mandata a morte, e intorno ai due protagonisti ruota una piccola corte di personaggi pure attentamente delineati, in cui si trova il saggio medico Aliprando, che conosce la vita, il ruvido e fedele guardiano del castello Ginardo, il poeta cialtrone Isidoro in cerca di pane e fama, un'invidiosa pretendente sconfitta, la contessa d'Arco, un prigioniero sconfitto ma indomito, Edoardo, ansioso di ritrovare il padre

È una giostra di caratteri, che lo spettacolo ideato da Mario Martone - qui al suo acclamato debutto al Festival - sottolinea con sapiente sottigliezza e ammirevole equilibrio, trovando lo spirito della commedia con freschezza spontanea e accattivante. Nella soluzione scenica - firmata da Sergio Tramonti - due grandi scale elicoidali si intrecciano salendo a tutta altezza, ruotando spesso (complesso macchinismo di bell'effetto teatrale) a sottolineare l'incessante movimento dell'azione, e in fondo l'incertezza stessa che motiva i gesti dei personaggi principali. Ma non c'è solo effetto scenico, in questo spettacolo: Martone si muove con scioltezza nella partitura, e ne rende i molteplici sapori curando minuziosamente i dialoghi, i gesti, le entrate e le uscite, la disposizione degli oggetti, le pantomime, le controscene; sfruttando lo spazio in verticale (su e giù per le scale) e in orizzontale, sconfinando in platea senza che la soluzione appaia stucchevole, spingendo i protagonisti sopra la buca dell'orchestra con un praticabile mobile. Il risultato è uno spettacolo corale intessuto di mille particolari tutti da seguire, cui i costumi di Ursula Patzak assicurano una solida linea decorativa "tradizionale" ma non scontata.

Anche musicalmente domina un'esemplare equilibrio. Dal podio Riccardo Frizza esalta la brillantezza strumentale dell'Orquesta Sinfónica de Galicia e cura con vivace attenzione i colori, trovando quasi sempre il taglio giusto nel fraseggio e nei tempi. In scena si muove una compagnia di straordinario livello, capace di entrare nel meccanismo dei concertati con musicalità seducente, ciascun apportando la propria personalità artistica, tecnica e musicale, ma curando in maniera esemplare il "gioco di squadra". Corradino è Juan Diego Flórez, una delle più brillanti stelle rossiniane degli ultimi anni. Rossini non gli concede neppure un pezzo solistico, ma il suo ruolo è di formidabile invenzione: il tenore peruviano lo risolve svettando senza ombre in sovracuto, cesellando la coloratura, passando dal canto di forza a quello sentimentale con scioltezza, misurando il suo affascinante timbro chiaro con impressionante eguaglianza in ogni zona della tessitura. E offrendo una prova di temperamento teatrale anche nella sapida caratterizzazione scenica. Matilde è Annick Massis, soprano parigino al debutto al festival, che ha voce piuttosto piccola ma straordinariamente duttile, e offre un trascinante saggio di bravura nell'agilità. Edoardo è il contralto Hadar Halevy, colore morbido, linea di canto piena ed espressiva, con bella facilità sull'acuto, mentre il veronese Marco Vinco offre una prova di convincente musicalità, con vocalità piena e fluente cantabilità, nel ruolo del medico Aliprando. Esemplare per intelligenza scenica e musicale l'Isidoro di Bruno De Simone (la parte è cantata in napoletano stretto), brillante nella caratterizzazione senza mai uscire dalle righe, vocalmente rigoglioso ma sempre misurato; efficace Carlo Lepore nei panni del burbero guardiano Ginardo, a posto Chiara Chialli come Contessa d'Arco.

Un quarto d'ora di applausi alla fine e tanto incontenibile entusiasmo anche a scena aperta danno il senso del trionfo non metaforico decretato dal pubblico che gremiva il teatro. Si replica domani, il 14, 17 e 20 agosto.


Seduzioni pericolose
Arrigo Quattrocchi, Il Manifesto, 10 August 2004

Al Rossini Opera Festival, la riproposta della vulcanica «Matilde di Shabran», per la regia di Mario Martone e la direzione di Riccardo Frizza. Un allestimento che invita al gioco teatrale dei piani contrapposti e una musica dalla carica esplosiva

Merito storico indiscutibile del Rossini Opera Festival nei primi anni della sua attività è stato quello di avere disseppellito da un oblio secolare numerosi capolavori del teatro di Rossini, mostrandone la vitalità del modello teatrale e la qualità eccelsa della musica. Ebbene, con la riproposta della Matilde di Shabran, andata in scena domenica sera al Teatro Rossini, sembrava di essere tornati a quel periodo aureo ed entusiasmante della manifestazione, proprio perché, attraverso un bellissimo spettacolo, si scopriva una grande partitura. In realtà la Matilde era già stata presentata otto anni fa a Pesaro, in un allestimento che aveva però soffocato la carica esplosiva della musica di Rossini. Qui, invece, ogni elemento dello spettacolo, dalla regia di Mario Martone, alla direzione di Riccardo Frizza, alla compagnia di canto, concorre armoniosamente ad esaltare e riscoprire la partitura, e i pochi rilievi risultano nell'insieme irrilevanti. È un'opera eroicomica, questa Matilde, che narra le vicende di un guerriero terribile misantropo e misogino che viene completamente trasformato dall'incontro con una avvenente fanciulla che esercita su di lui tutte le arti maliziose del suo fascino femminile. È un topos del teatro rossiniano, svolto in una ambientazione ora pastorale ora guerresca, con tanto di presunto tradimento e finta morte dell'amata, e il personaggio chiave di un poeta spiantato e affamato pronto a vendere i propri mediocri versi per esaltare le virtù del signore di turno; insomma un intellettuale opportunista, stirpe sempre attualissima. La cosa stupefacente della partitura che nel 1821 a Roma Rossini scrive su questo soggetto è la dilatazione gigantesca delle architetture musicali, con la soppressione di quasi tutti i brani solistici e il ricorso a numerosi ed estremamente articolati pezzi d'insieme.

C'è, in questa Matilde, musica vulcanica sufficiente a riempire due opere, e si capisce come, nei frenetici ritmi di produzione dell'epoca, Rossini non riuscisse a terminare il tutto, affidandosi a un collaboratore di prestigio come Giovanni Pacini. Ma pochi mesi più tardi, a Napoli, ritoccò e completò l'opera, ed è questa seconda la versione eseguita a Pesaro - non necessariamente preferibile, secondo chi scrive, all'altra, poiché la traduzione in dialetto napoletano del personaggio del poeta e qualche nuovo inserimento non sembrano giovare sempre all'insieme. Ebbene, nello spettacolo di Mario Martone abbiamo innanzitutto un simbolo fortissimo della musica rossiniana, una gigantesca architettura di ferro, composta da una doppia scala ad elica che si avvita verso l'alto e ruota all'occorrenza su se stessa.

Questa immagine di alto impatto, creata da Sergio Tramonti, non esaurisce però l'idea dello spettacolo, che vive invece proprio della forza trascinante dei movimenti scenici, di un gioco teatrale continuamente rinnovato in cui ogni cenno ogni gesto ogni disposizione dei personaggi (vestiti da Ursula Patzak con abiti d'epoca), ogni gioco di luci (curate da Pasquale Mari), risulta credibile, convincente, perfettamente calibrato sullo specifico momento dell'azione; così la commedia si sviluppa con ritmi scorrevolmente perfetti, facendo sorridere e ridere, animando dall'interno la partitura. Ecco finalmente uno spettacolo vero e completo, teatro di regia e non cartolina illustrata. Vi corrisponde una parte musicale altrettanto scorrevole e curata nel dettaglio, con grandi cantanti felici di figurare come veri attori.

Juan Diego Florez, grande star rossiniana, è il feroce Corradino, e non si sa se ammirare di più in questo artista la coloratura perfetta, gli acuti luminosi, la capacità di porgere il cantabile, l'espressività, insomma una maturità vocale e interpretativa congiunta a una presenza scenica di rara disinvoltura.

Ma tutto il cast è eccellente; Bruno De Simone, il poeta Isidoro, ha una comicità sobria ed incisiva di misura ammirevole; Annick Massis, Matilde, ha voce esile ma molto agile e limpida nel registro acuto, ed à attrice ed interprete perfetta; i due bassi Marco Vinco (Aliprando) e Carlo Lepore (Ginardo) donano grandissimo spessore ai due personaggi collaterali, con gusto comico e tecnica eccellente. Hadar Halevy impersona con proprietà il personaggio en travesti del prigioniero Edoardo, e così fa Chiara Chialli nel ruolo della rivale amorosa di Matilde. Se l'esecuzione musicale è specchio ideale della regia il merito è ovviamente anche del direttore Riccardo Frizza, il quale ha a disposizione una orchestra, quella della Galizia, che mostra qui i suoi limiti, e non è di per sé un concertatore di impeccabile finezza (quei crescendo che partono dal mezzoforte...) ma ha un vero intuito teatrale, con scelte di tempi perfette (il che in Rossini vuol dire definizione delle forme) e ottimo rapporto col palcoscenico.

Anche per questo la partitura di Rossini risorge definitivamente in questa esecuzione pesarese, come mostrano i lunghi applausi e le ovazioni deliranti del pubblico all'interno e al termine della recita, per oltre un quarto d'ora.


Un'impennata di classe
Gian Paolo Minardi, La Gazzetta di Parma, 10 August 2004

Rossini comico: trionfa la «Matilde di Shabran»

PESARO - Con i due primi spettacoli, significativamente in sequenza, Tancredi e Elisabetta, la lancetta di questa edizione del Festival pesarese sembrava decisamente orientarsi verso la prima delle due tacche entro cui si muove l'eterno interrogativo, Rossini serio o Rossini comico, quando come un fulmine a ciel sereno è giunta Matilde di Shabran a mutar di colpo il segnale, sciogliendo così ombre (e pure dubbi) in una gioiosità luminosa che si è prolungata nell'entusiasmo senza fine del pubblico.

Un successo questo di Matilde che sembrava rievocare quello di una stagione ormai mitica del Festival, quello acceso da Un viaggio a Reims di Abbado, con quella schiera, oggi inimmaginabile, di pezzi da novanta.

Pochi, anche tra i fedelissimi, ricordavano l'apparizione di Matilde di Shabran di otto anni fa, se non per la sortita del tutto occasionale dell'allora giovanissimo Juan Diego Flores, chiamato a sostituire all'ultim'ora l'indisposto Bruce Ford, rivelazione che è andata via via amplificandosi fino alle meraviglie che il cantante ci ha offerto ora nello stesso ruolo, con quella sua autorevolezza tecnica formidabile, quella chiarezza di eloquio, quel suo fraseggio plasticamente modulato che da finezze impalpabili trapassa agli accenti più scolpiti. I tratti, appunto, richiesti dal personaggio di Corradino, misogino incancrenito fino alla crudeltà, inossidabile a quell'amore che alla fine invece lo conquisterà per merito di Matilde, tessitrice di un gioco tanto ingegnoso quanto sottile.

Un soggetto quello di Corradino che da anni occupava, nelle varie accezioni tragicomiche, persin toccate da presentimenti romantici, l'universo dell'opera e proprio il Festival di quest'anno ha offerto una deliziosa primizia con la farsa di Stefano Pavesi, Il trionfo delle belle che della Matilde rossiniana è uno dei tanti precedenti; con ben altro spessore naturalmente, ché anche in questo caso l'approdo del pesarese porta ad esiti sublimati, senza confronti; nonostante la fretta, ingrediente consueto del resto nel laboratorio del melodramma, e le altre disavventure che ne hanno accompagnato la genesi, tanto da indurre il compositore, per poter rispettare gli impegni con il teatro romano, a ricorrere per alcuni numeri a un «negro» di lusso quale il collega Pacini oltre che a servirsi a man bassa di autoimprestiti.

Tra i contrattempi romani va ricordato almeno il coccolone che alla vigilia della prova generale, nel febbraio del 1821, colpì il primo violino direttore, che fortunosamente sarà rimpiazzato nientemeno che da Paganini, di passaggio a Roma; il grande violinista non solò sostituì da par suo il direttore ma provvide pure a eseguire con la viola il lungo, bellissimo assolo del corno che accompagna la cavatina di Edoardo, essendo pure il cornista caduto ammalato. Pare poi che dopo le prime recite, in quell'ultimo scorcio del carnevale romano Paganini e Rossini avessero dato vita nelle vie della città, travestiti da donna, ad una grottesca carnevalata. Pochi mesi dopo Matilde passò a Napoli, occasione perché il compositore la ripulisse dagli interventi spuri e le desse un nuovo più coerente assetto.

Quello ricostruito dall'edizione critica cui ha fatto riferimento la proposta pesarese, rivelatrice di valori che, a partire dalla catalogazione di Stendhal ( il quale non l'ascoltò mai ) come «opera minore», non le erano stati riconosciuti. E invece si può osservare come Matilde appartenga a buon diritto alla piena maturità rossiniana, nell'organica saldezza con cui il compositore costruisce il fantasioso intreccio, sul filo della sottile ambiguità tra comico, serioso, grottesco, privilegiando gli assiemi sulle singole arie. E proprio tale organicità è risultata in tutta la sua fragrante pienezza attraverso l'invenzione registica di Mario Martone il quale, con l'ausilio dell'ingegnoso impianto scenico di Sergio Tramonti, ha sostenuto l'intricatissima vicenda con un brio e una felicità davvero esaltanti, mai cedendo al puro automatismo tuttavia, ché sempre singolarmente animato risultava lo stacco dei vari caratteri: tra cui indimenticabile quel poeta Isidoro che si muove come guitto attorno alla vicenda, chiara metafora dello stesso Rossini, interpretato dall'irresistibile Bruno De Simone.

Un gioco rappresentativo che naturalmente traeva sostegno da un tessuto musicale sempre fervoroso, quale ha saputo sostenere Riccardo Frizza, alla guida dell'orchestra galiziana, offrendo il giusto respiro a tutto il cast, complessivamente eccellente: oltre al fuoriclasse Florez, spiccava con autorevolezza la protagonista Annick Massis, anch'essa in possesso di una tecnica superlativa che riscattava certa asprezza timbrica; ma pure pienamente partecipi tutti gli altri, il bravo Marco Vinco, Hadar Halevy, Carlo Lepore, Chiara Chialli, Gregory Bonfatti, Lubomir Moravec. Senza dimenticare l'affiatatissimo coro da camera di Praga (che piacere un coro che sul palcoscenico non urla mai! ). Serata davvero memorabile.


Bel canto en délire au pays de Rossini
Serge Martin, Le Soir, 18 August 2004

Organisé dans la ville natale du compositeur, le festival de Pesaro est à Rossini ce que Bayreuth est à Wagner: un lieu de répertoire doublé d'un laboratoire de recherche. Les spectacles y sont en effet fondés sur les éditions critiques réalisées par la très savante Fondation Rossini, basée dans la cité italienne. Mais ici, la musicologie sait également retrouver le plaisir!

Alberto Zedda, directeur artistique du festival et visiteur régulier de notre Opéra royal de Wallonie, s'efforce en outre d'établir une logique dans sa programmation : l'édition 2004 est ainsi consacrée à l'évolution de l'opéra seria autour de la période napolitaine de Rossini.

Créé à Venise en 1813, « Tancrède » nous montre un compositeur de 21 ans déjà bien au fait des lois du genre. Deux ans plus tard, il affronte Naples avec « Elisabetta, regina d'Inghiltierra ». Et c'est en 1821 que Rossini propose, dans cette même ville, sa « Matilde de Shabran », un « melodramma giocoso » qui cumule l'héroïsme de l'opéra seria et la verve comique de l'opéra bouffe. Une oeuvre magistrale, qui a impressionné le public de Pesaro.

Rien n'est moins simple, à l'époque, que le mélange des genres : à Naples, le genre seria est destiné au théâtre de cour du San Carlo, et les oeuvres plus légères, à d'autres théâtres comme le Teatro del Fondo où les parties bouffes doivent être chantées en dialecte napolitain ! Un bilinguisme qui brimera longtemps la diffusion internationale de « Matilde de Shabran », méconnue.

Et pourtant, c'est un pur chef-d'oeuvre que nous découvrons au travers de l'histoire de Corradino, un chef de guerre brutal et misogyne qui découvre, au milieu de mille péripéties, la femme et l'amour auprès de la jeune et jolie Matilde. Imperceptiblement, le genre glisse vers la comédie de caractère, sans rien perdre des impressionnants exploits vocaux dont Rossini est coutumier. Ils les habillent autrement : tout en légèreté pour Matilde, qu'Annick Massis sert avec un panache exceptionnel - c'est à Liège que Zedda l'a découverte.

On compte beaucoup de jeunes voix dans les distributions de Pesaro. En parallèle au festival se déroule en effet une académie consacrée à Rossini qui, bon an mal an, reste un vivier sémillant de jeunes talents. On n'en voudra pour preuve que Juan Diego Florez, à coup sûr le plus exceptionnel ténor bel cantiste de l'heure, révélé à Pesaro en 1996 quand, venu assister à l'académie, il remplace au pied levé Bruce Ford pour la recréation de « Matilde de Shabran ». C'est peu dire que la voix a encore gagné en assurance et en maturité : les aigus, d'une rondeur et d'une force littéralement insolentes, sont mis au service d'une incarnation vocale et scénique absolument soufflante, avec un authentique pouvoir comique.

Pesaro continue à tenir sa fonction de révélateurs de jeunes talents. Parmi les chanteurs en présence, on connaît la faconde bouffonne de Bruno de Simone, et l'on retiendra les graves aisés et bien chantants de Marco Vinco et Carlo Lepore, le mezzo corsé de Hadar Halevy...


Rossini, scatenata Matilde
Osvaldo Scorrano, La Gazzetta del Mezzogiorno, 10 August 2004

A Pesaro un trionfo per un'opera a torto dimenticata

Mario Martone rilancia al ROF il lavoro del grande autore

PESARO  Abbaglia, incanta, stordisce, emoziona la «Matilde di Shabran» andata in scena al Teatro Rossini, vertice di una triade di opere, con «Tancredi» ed «Elisabetta regina d'Inghilterra», che ha festeggiato al meglio il venticinquennale del Rossini Opera Festival.

Spettacolo di assoluta bellezza e di lucida fantasia, questa «Matilde» è il frutto di una felice combinazione di elementi, a partire dalla stessa opera, una delle più significative di Rossini, ingiustamente negletta. A seguire la regia di Mario Martone, un cast di altissimo livello, la direzione di Riccardo Frizza. Ad onta del farraginoso libretto di Giacomo Ferretti, «Matilde di Shabran», ultima opera semiseria del Pesarese, dove gli elementi seri si combinano con quelli buffi, è musicalmente nitida e vocalmente avvincente nel dipanare una trama estremamente complicata in cui un odioso tiranno, Corradino, innamoratosi di una giovane donna, Matilde di Shabran, cambia la sua vita, cede al suo fascino femminile e grazie a questa conversione all'amore, tutto giunge al lieto fine. Non senza essere passati dapprima attraverso arie di cristallina purezza, duetti avvincenti, quartetti vertiginosi e concertati avvolgenti come spire, supportati da un mirabile tessuto musicale, in cui i singoli strumenti, dalla tonante grancassa all'agile clarinetto, contribuisce a dare alla partitura una struttura di geometrica perfezione.

In questa «Matilde di Shabran», qui eseguita nella versione napoletana del 1821, Rossini gioca con le note, le spinge verso vertici irraggiungibili e si diletta con l'orchestra tra «crescendo» da capogiro e sospensioni di pura astrazione. E si diverte pure Mario Martone nel mettere in scena uno spettacolo bellissimo, che lascia stupefatti dall'inizio alla fine. Allo scenografo Sergio Tramonti ha chiesto di verticalizzare lo spazio scenico e la risposta è stata una struttura di ferro che ha la forma di una doppia scala elicoidale che conduce al castello del misogino Corradino, immaginato sulla graticcia sopra il palcoscenico. Questa sorta di DNA metallico scandisce l'intera azione dell'opera, dà energia e regola il movimento dei personaggi adeguatamente vestiti da Ursula Patzak. La vita è lì, in quell'incessante salire e scendere quei gradini concentrici, dove si consumano passioni, si alimentano gelosie, si stemperano drammi e ci si abbandona al sorriso. Una scena astratta per materializzare gesti, espressioni, ma anche per lasciar posto all'immaginazione, in perfetta aderenza con la musica di Rossini, che vive di astratte geometrie e di umani sentimenti.

Si ascolta il genio di Pesaro, ma sembra di avere sotto gli occhi una di quelle commedie-favole di Shakespeare, come «La dodicesima notte» o «Racconto d'inverno», dove alla fine tutto torna. L'effetto è magnifico perché si è di fronte a una teatralità straordinaria: gesti misurati e calibrati, precisione di fine orologeria, espressioni eloquenti, perché Martone ai cantanti chiede di essere attori, di cantare ma anche di interpretare il canto. E questo diventa gioia, tensione emotiva, forza contagiosa, sia quando esprime momenti di brillante comicità che quando rivela dolore e smarrimenti amorosi.

Eccellenti tutti gli interpreti, che con grande dedizione hanno seguito le indicazioni di Martone. A cominciare dalla smagliante Matilde di Annick Massis, voce di velluto e carisma da diva. Di fronte alla sua catturante bravura e alle intriganti movenze nulla ha potuto il «cuor di ferro» del Corradino di Juan Diego Florez, tenore rossiniano per eccellenza, che proprio a Pesaro nel 1996, interpretando lo stesso ruolo, ha spiccato il volo verso la celebrità. Con assoluta padronanza svetta tra le impervie note rossiniane e l'agilità del suo canto è pari alla magnifica presenza scenica. Hadar Halevy è un Edoardo palpitante, Bruno De Simone è un gustoso, irresistibile poeta Isidoro, Carlo Lepore un ottimo Ginardo, Marco Vinco un superbo e convincente Aliprando, Chiara Chialli la gelosa e intrigante Contessa d'Arco, Bruno Taddia un perfetto Raimondo Lopez, e ancora i bravi Gregory Bonfatti (Egoldo) e Lubomìr Moravec (Rodrigo). Riccardo Frizza, alla guida della smagliante Orquesta Sinfonica de Galicia, ha dato energia pura alla partitura con una lettura vivida, attenta, esaltando sfumatura e accendendo colori. Una direzione da manuale, tutta al maiuscolo. Mirabile la prova del Coro da Camera di Praga diretto da Lubomìr Màtl.

Un trionfo senza pari ha siglato la fine dello spettacolo, con un applauso di circa un quarto d'ora:insistito, ritmato, roboante, entusiastico.


REVIEW EXCERPTS

Frizza: «Sono entusiasta dell'accoglienza alla Matilde» Il Giornale di Brescia, 10 August 2004...

"Nella «Matilde di Shabran» si è goduto un successo strepitoso nel ruolo di Corradino il tenore peruviano Juan Diego Florez, che tornerà a Pesaro nel 2005 con il ruolo del conte di Almaviva nel « Barbiere di Siviglia», in un allestimento che si preannuncia imponente con la regia di Luca Ronconi e le scene di Gae Aulenti. Al suo fianco si sarà il mezzosoprano americano Joyce Di Donato, nelle vesti di Rosina. Il tenore-fenomeno ha avuto 20 minuti di applausi finali . Il pubblico del Teatro Rossini che, a suon di battimani ritmati, ha trattenuto in palcoscenico la compagnia di canto, il direttore Riccardo Frizza e il regista Mario Martone. E Florez, che sceglie accuratamente le opere belcantistiche, è stato indubbiamente il trionfatore della serata nel ruolo di Corradino Cuor di Ferro, il misogino che di fronte al fascino di Matilde (Annick Massis) perde completamente la testa. Un personaggio non facile, dalla psicologia complicata e dalla vocalità impervia e stralunata, ma praticamente nessuna aria da solista, e dalle caratteristiche un po' comiche e un po' tragiche."
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Quindici minuti di applausi per la Mathilde di Shabran, Il Messaggero, 10 August 2004... 

"Juan Diego Flórez, ancora una volta capace di risolvere la spericolata vocalità rossiniana con gran classe, tecnica e presenza scenica."
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Matilde, tutto il potere alle donne, Adriano Cavicchi, La Nazione, 10 August, 2004...

"La numerosa compagnia d'interpreti annoverava parecchie stelle del belcanto tra le quali svettava per la stupefacente bravura e musicalità il tenore Juan Diego Florez."
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Trionfo per «Matilde di Shabran», Giovanni Carli Ballola, Il Mattino, 10 August 2004...
"un cast di raro affiatamento teatrale, sul quale emergeva fatalmente la strepitosa bravura onnicomprensiva di Juan Diego Flórez, decisamente il più grande tenore rossiniano (ma non soltanto) del momento, qui nelle vesti del misogino convertito. Lo affiancava, come protagonista, Annick Massis, perfetta nel suo «physique du rôle» di navigata seduttrice, voce piccola ma rivolo d'argento purissimo per efficienza e purezza belcantistica. Nella parte «en travesti» di Edoardo non le era da meno Hadar Halevy, provvista di uno strumento vocale più caldo e corposo, adeguato al patetismo del personaggio. A un esilarante Bruno De Simone era affidata la parte in vernacolo napoletano del poetastro Isidoro; completavano egregiamente il cast Carlo Lepore, Marco Vinco, Chiara Chialli, Bruno Taddia, Gregory Bonfatti, Lubomir Moravec; né va sottaciuta l'ottimaprestazione, qui come già nell'«Elisabetta», del Coro da camera di Praga. Una lode incondizionata va, infine, alla direzione di Riccardo Frizza, ammirevole nei tempi, nel fraseggiare, nelle gradazioni dinamiche e coloristiche della partitura e nel delicato rapporto tra palcoscenico e orchestra. Serata come raramente se ne vedono nei teatri d'opera non solo italiani: con interpreti che non ce la facevano più ad inchinarsi alle innumerevoli chiamate di un pubblico in delirio."
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Matilde di Shabran con l´ironia di Martone, Michelangelo Zurletti, La Repubblica, 14 August 2004...

"Benissimo diretta da Riccardo Frizza con l´Orquesta Sinfonica de Galicia, l´opera fila via liscia e leggera. Juan Diego Florez non è mai stato così bravo, né così splendido attore. Annick Massis, Matilde, ha una voce piccola e brutta ma che tecnica, e che temperamento di attrice. Marco Vinco, Carlo Lepore e, ma un po´ meno, Chiara Chiualli, danno contributi bellissimi ai due protagonisti. E Bruno De Simone, uno spiantato poeta napoletano, raccoglie una valanga di meritatissimi applausi. Merito dell´esito trionfale è anche di Mario Martone, autore di un allestimento (con bella scena di Sergio Tramonti, costumi di Ursula Patzak e luci di Pasquale Mari) di straordinaria vivacità. L´ironia aggredisce non solo la situazione ma la forma dell´opera semiseria, ed è sempre di ottimo livello."
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«Mathilde di Shabran», una sarabanda attorno all'affascinante Annick Massis,Ettore Zocaro, La Sicilia, 10 August  2004...

"Merito della riuscita la direzione musicale di Riccardo Frizza alla guida dell'orchestra sinfonica della Galicia e del coro da camera di Praga, le funzionali scenografie di Sergio Tramonti che avvitano i personaggi su scale attorcigliate e mobili concepite in funzione di psicologie e furori che vanno e vengono, i costumi garbati ma ricchi di calde tonalità di Ursula Patzak, e in special modo la prova di forza dei due interpreti principali, il soprano Annick Massis (una affascinante presenza scenica ) e il tenore Juan Diego Florez, un idolo, un campione del repertorio rossiniano. Dove l'intero complesso vocale dà il suo neglio è nei concertati, in cui si distingue la grande esperienza di Bruno De Simome. Ma anche i recitativi non sono da meno. Grande festa alla fine per «Mathilde di Shabran» che ha celebrato i 25 anni del Festival di Pesaro, cioè un quarto di secolo di «Rossini Renaissance», uno dei fatti culturali più importanti che si siano avuti in Italia negli ultimi tempi."
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Il feroce Corradino e la seducente Matilde, Mauro Mariani, Il Giornale della Musica, 23 August 2004...

"Lo stesso Juan Diego Florez, che era stato la rivelazione della Matilde del 1996, è trasformato: sfoggia sempre una vocalità sbalorditiva ma il suo Corradino Cuore di Ferro non è più costantemente truce e fa sorridere fin dall'inizio, per diventare irresistibilmente comico quando si scioglie ai primi sintomi dell'amore. Il merito principale di questa trasformazione va attribuito una volta tanto alla figura che generalmente è la vittima preferita delle critiche, il regista: ma è difficile fissare in poche parole la regia di Mario Martone, che si fa istante per istante, in un seguito inarrestabile di ammiccamenti sorridenti, sciorinati con perfetti tempi teatrali, senza scadere neanche per un attimo nella pesantezza e nella volgarità. Grande qualità di questa regia è che sembra nascere sul momento, secondo l'estro dei cantanti, trasformatisi tutti in attori brillantissimi. Irresistibili non solo Florez ma anche Bruno De Simone, che si conferma grande erede della comicità napoletana alla Totò, e Annick Massis, che sembra giunta direttamente da Parigi, fasciata in un abito rosso fiamma di haute couture, per dimostrare che neanche Cuore di Ferro può resistere a una donna che conosce l'arte della seduzione. Bravi Chiara Chialli, Marco Vinco, Carlo Lepore e Hadar Halevy, che nel ruolo accessorio di Edoardo ha ben due cavatine mentre il tenore non ha un solo pezzo solistico, a conferma della struttura stravagante di quest'opera.  E la direzione di Riccardo Frizza sprizza verve e ritmo."
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Juan Diego Flórez, voz «di ferro», Antón de Santiago, La Voz de Galicia, 19 August 2004...

"Sí, sí, a Juan Diego Flórez no le pasa nada. Está perfectamente, qué digo, pluscuamperfectamente, que se sale, vamos. Lo que ocurre es que su personaje en la ópera Matilde de Shabran es el de Corradino Cuor di Ferro, un castellanote -la acción se desarrolla en su gótico castillo español- «milhomes», traganiños y misógino hasta la última lata de su armadura. Y es para no perdérselo ver salir al mejor tenor lírico-ligero del mundo en «atteggiamento» de malo-malísimo y lanzar improperios que se comen el mundo escritos por Rossini con carácter de bravura y en dificilísima tesitura, que él realiza de manera ejemplar: su voz ligera pero masculina, bellamente timbrada, luminosa y la dicción intencionada y nítida."
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ROF: superlativo per tradizione!, Floriana Tessitore, Prometheus, Anno IV. N. 84,16 August 2004...

"A otto anni di distanza dal debutto, Juan Diego Florez è tornato a interpretare il difficilissimo ruolo di Corradino Cuor di Ferro nella Matilde di Shabran. Come ormai accade in tutto il mondo per ogni performance del tenore peruviano, il Teatro Rossini era tutto esaurito e forse di più, l'entusiasmo alle stelle, con applausi calorosissimi e ritmati già durante il lungo primo atto (oltre due ore che scorrono via con grande velocità). Florez rapisce e stupisce il pubblico con la purezza della sua voce, fresca e intensa, sempre più precisa nelle dinamiche e nelle colorature, espressiva nel fraseggio e nella dizione. Impavido e sicuro dinanzi alle più impervie difficoltà, Florez (foto a dx.) si conferma il più strepitoso e ineguagliabile tenore rossiniano di questi ultimi anni. Notevole la sua disinvoltura scenica e l'immedesimazione con il personaggio, nonché l'affiatamento con tutto il cast."


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This page was last updated on: August 28, 2004