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Concert, Teatro Colón, Buenos Aires, 25 April 2005
Photo by Soledad Aznarez

Juan Diego Flórez: brillante debut, La Prensa, 27 April 2005
Flórez estremeció a la audiencia, La Nación, 27 April 2005
La lección de belcanto, Clarín, 27 April 2005
Justificó laureles el tenor Juan Diego Flórez, Ámbito Financiero, 27 April 2005

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Juan Diego Flórez: brillante debut
Carlos Ernesto Ure, La Prensa, 27 April 2005

Ficha técnica:
Rossini: Obertura y aria "La speranza piú soave", de "Sémiramide", Obertura y aria "S", ritrovarla io giuro", de "La Cenerentola" y Obertura y aria "Cessa di piú resistere", de "Il Barbiere di Siviglia"; Bellini: "E"serbato a quest"acciaro", de "I Capuleti e i Montecchi" y Obertura, de "Norma"; Donizetti: "Una furtiva lágrima", de "L"Elisir d"Amore", y Obertura y aria "Ah! mes amis", de "La Fille du Régiment"; Verdi: "La donna é mobile", de "Rigoletto". Juan Diego Flórez, tenor, y Asociación de Profesores de la Orquesta Estable del Teatro Colón (Riccardo Frizza). En el teatro Colón, el lunes 25.

No dejó de llamar poderosamente la atención que los abonados a platea hayan abandonado masivamente la sala en el ciclo inicial del Mozarteum, después del primer bis. Porque en el concierto sinfónico-vocal que tuvo lugar el lunes, en el teatro Colón, hizo su brillante debut en nuestro medio una de las figuras de máximo relieve en el panorama internacional de la ópera. Nacido en Lima hace treinta y dos años, Juan Diego Flórez es discípulo de Ernesto Palacio, y comenzó una meteórica carrera que lo llevó a convertirse en el tenor lírico-ligero número uno del mundo, a partir de un reemplazo que realizó en 1996 en "Matilde di Shabran" (Corradino), en el Festival Rossini, de Pesaro, al que luego retornó en forma permanente.

A partir de ese momento y a favor de sus soberbias dotes vocales, el artista peruano actuó en los principales coliseos de todo el orbe (la Scala, el Covent Garden, el Metropolitan, el Liceo, las óperas de París y de Munich, el Musikverein), por lo cual resultó sumamente encomiable la iniciativa del Mozarteum Argentino, que consiguió contratarlo para dos veladas que permiten que el público local pueda tomar contacto directo con un cantante de alta jerarquía, coyuntura que no ha sido precisamente usual en las temporadas más recientes del recinto de la calle Libertad.

TODO FUE FACIL
Tuvimos oportunidad de escuchar a nuestro visitante en Pesaro, en agosto de 2003 (en el papel protagónico de "El Conde Ory", cuya crítica publicó La Prensa), y reafirmamos ahora la óptima impresión que nos había causado entonces, pese a que él mismo se dirigió esta vez a la concurrencia para explicar que padecía un molesto problema estomacal (algo notorio, tal vez, en la última parte de la velada).

Flórez es dueño de una voz perfectamente timbrada, homogénea, si se quiere incisiva y de apreciable volumen, canta y frasea con estupenda técnica, y maneja el fiato con mucha soltura. Además de ello, posee una naturalidad de emisión que no resulta habitual, y ello le permite llegar a los extremos agudos del registro con sorprendente rotundidad y comodidad (los ocho "do" naturales seguidos de "Ah! mes amis, quel jour de féte!"), ignorar los problemas de pasaje ("La speranza pi? soave", con sus mordentes y sus melismas), o realizar aún en el sector grave una coloratura de remarcable transparencia (las escalas descendentes de "S", ritrovarla io giuro", con el añadido de su endiablada tesitura sobreaguda).

LA PARTE ORQUESTAL
Intervino en la ocasión un conjunto orquestal formado por miembros del organismo estable del teatro Colón, en el que se destacaron las flautas (Jorge de la Vega, Martín Auza), al tiempo que quedó en evidencia que necesitan ser revisados los clarinetes y la cuerda alta. A su frente estuvo el maestro Riccardo Frizza, quien cumplió un cometido desparejo. Correcto como acompañante del tenor, aunque algo falto de refinamiento, el director italiano brindó versiones decididamente intrascendentes de diversas Oberturas ("El Barbero" y "La Cenicienta"), al lado de otras mejores ("La Hija del Regimiento") y otras más de interesante justeza, equilibrio y flexibilidad ("Semiramide" y "Norma").

Cabe agregar como nota de interés, que Flórez, quien canta en general sin esfumaturas ni medias voces ("Una furtiva lagrima"), interpretó en esta función un aria de "El Barbero de Sevilla" ("Cessa di pi? resistere") que tradicionalmente se corta y ni siquiera aparece impresa en muchas ediciones de la excepcional partitura rossiniana. Según Alberto Zedda, incluso, este trozo "no es de inspiración particularmente feliz". Pero lo cierto es que en su traducción, el notable artista sudamericano puso de manifiesto nuevamente más su inmejorable capacidad pulmonar y la ejemplar reverberación técnica de sus resonadores, su impactante "slancio" y ataques que semejaron, verdaderamente, las pujantes acometidas de un clarín.


Flórez estremeció a la audiencia
Pablo Kohan, La Nación, 27 April 2005

Cuando promediaba la primera parte del concierto, Juan Diego Flórez, luego de haber cantado dos arias de Rossini y antes de acometer con "Cessa di piú resistere", de "El barbero de Sevilla", saludó al público y explicó que, por un malestar gástrico que había sufrido durante el día, no estaba en su mejor forma, que sufría de cierta falta de energía. En función de ese inconveniente, pidió disculpas al público por las imperfecciones ya habidas en su canto y por las que habrían de suceder a lo largo de la noche. Estas palabras no hicieron sino confirmar que hay algunos detalles de realización que sólo son percibidos por los propios artistas, ya que hasta ese momento Flórez sólo había conseguido asombrar con un canto perfecto e impactante. A lo sumo, ante el arte que ya había sido desplegado, luego de su parlamento, sólo cabía preguntarse, tal vez sin respuesta posible, a qué niveles superlativos puede llegar este muchacho si lo ofrecido no había sido lo mejor.

El recital del tenor peruano estuvo centrado en el bel canto italiano de la primera mitad del siglo XIX, evidentemente el repertorio que mejor le cuadra a su voz de lírico ligero y sobre el cual demostró, además de sus certezas vocales, un enfoque estilístico admirable. Su emisión es sumamente natural y asombra la facilidad con la que se pasea por los pasajes más enrevesados. Frente a un artista de su categoría, parece una obviedad destacar cuestiones como la justeza de su afinación, la amplitud generosa en todo el registro o la limpidez de cada salto. Sin embargo, no es ocioso subrayar que es sobre cada una de sus destrezas técnicas donde se asientan la calidez, las infinitas sutilezas dinámicas, desde la tenuidad más leve hasta los fuertes que jamás son agresivos o forzados, la utilización expresiva de un vibrato medido y apropiado para el bel canto y la limpieza de una voz envolvente que no apela nunca a manierismos o exageraciones inapropiadas.

Del total de sus intervenciones, notables todas, podríamos resumir la expresividad contenida y delicada de "Una furtiva lágrima", que, por ser la más conocida de todas las que cantó, fue la que recogió el aplauso más afectuoso, y "Ah mes amis", de "La hija del regimiento", de Donizetti, con sus cinco saltos de octava hacia el do sobreagudo, que sonaron puros, impecables, excelsos y que provocaron un verdadero estremecimiento. Fuera de programa, Juan Diego cantó "La donna è mobile", del "Rigoletto" verdiano.

Con todo, aun con un tenor milagroso y supuestamente en inferioridad de condiciones sobre el escenario, el concierto no fue perfecto. Las causas no deben buscarse en el malestar orgánico de Flórez, sino en la Asociación de Profesores de la Orquesta Estable del Teatro Colón, la orquesta que lo acompañó, y en la estructura del recital, que adoleció de algunos problemas. En el mismo comienzo, con la obertura de "Semiramide", a pura desafinación y desajustes, los cornos hicieron correr por el teatro otros estremecimientos, ciertamente muy diferentes de los que provocaría luego Juan Diego Flórez. Pero no sólo los bronces sonaron destemplados, sino que la orquesta en su conjunto sonó deshilachada, por momentos inconexa y, en general, un tanto anémica. Riccardo Frizza, el director invitado, con muchos antecedentes en su haber, pareció dominar a la perfección la mecánica y el estilo del bel canto italiano, pero sus bondades quedan en el terreno de la teoría. Lo que obtuvo de este ensamble distó mucho de ser lo mejor. Cada una de las oberturas sonó muy poco interesante.

Por último, como el cantante debe descansar entre cada una de sus participaciones, las fórmulas para resolver el programa de este tipo de conciertos de arias son problemáticas. La lógica de la unidad belcantista primó en esta ocasión y se escogieron las oberturas de las óperas de Rossini, de Bellini y de Donizetti de las cuales Flórez cantó arias. Pero en sí mismas las oberturas no son todas exactamente maravillosas, y en todo caso lo que hacen es anticipar la primera escena de la ópera y no un aria puntual, más o menos distante y cuya naturaleza y tonalidad pueden no tener nada que ver con ellas. La resultante fue que el concierto adoleció de momentos superlativos, todos bajo el imán virtuosístico y musical de Juan Diego Flórez, y otros menos fascinantes, además, en realizaciones poco felices.


La lección de belcanto
Federico Monjeau, Clarín, 27 April 2005

El tenor peruano debutó para el Mozarteum con un programa belcantista. Lo acompañó una orquesta local dirigida por Riccardo Frizza.

Juan Diego Flórez debutó en el Colón con un recital con orquesta, la Asociación de Profesores de la Orquesta Estable del Teatro Colón que dirigió el italiano Riccardo Frizza, habitual colaborador del tenor peruano en presentaciones y grabaciones.

El programa se ciñó a la célebre trinidad belcantista. La primera mitad estuvo consagrada a Rossini; comenzó con la obertura de Semiramide y siguió con un aria del segundo acto, La speranza piú soave; el mismo formato de obertura y aria se empleó a continuación con La Cenerentola (Si trovarlo io juro) y El Barbero de Sevilla (Cessa di piú resistere). La segunda parte se repartió entre Bellini y Donizetti: el aria E'serbato a quest'acciaro, de Capuleti e Montecchi, fue seguida por la obertura de Norma, para cerrar con Una furtiva lágrima y obertura más aria ( Ah mes amis) de Figlia del Reggimiento.

Muy lejos estamos de las "academias" del siglo XIX, donde la actuación de un tenor con orquesta podía ser intercalada con un movimiento de un concierto para piano de Chopin y fragmentos de música de cámara, aunque la mayor homogeneidad pretendida en el presente recital no deja de resultar artificial. Las oberturas intercaladas en este caso no necesariamente establecen relaciones de tonalidad o de clima; son más bien momentos muertos o bien interminables de un recital que tiene el foco en otro lado. Tal vez la fluctuación del interés se vea agravada en este caso por la actuación de la orquesta local, con intervenciones solistas desparejas y momentos ligeramente apáticos.

De todas formas, Flórez es uno de los tenores más perfectos y exquisitos que se hayan oído en mucho tiempo; por la riqueza del timbre, el sentido del fraseo y la afinación más justa. Entre el segundo y el tercer número del recital el cantante se vio obligado a comunicar a la platea que no se encontraba en su mejor día, que había padecido disturbios estomacales y que de todas maneras trataría de dar lo mejor de sí. Siguió con un aria particularmente endiablada del conde de Almaviva, Cessa di piú resistere; la interpretación fue magistral, aunque la última nota prefirió darla una octava abajo. La segunda recorrió un material musical más atractivo, especialmente con Bellini; su E'serbato a quest'acciaro fue el punto tal vez más alto de todo el recital, aunque no menos persuasivo resultó el Donizetti de Una furtiva lágrima, cuya primera estrofa Flórez canta casi escondiendo los ataques. El caluroso aplauso de la sala fue retribuido con un único bis de Rigoletto de Verdi: La donna é mobile.


Justificó laureles el tenor Juan Diego Flórez
Eduardo Vincent, Ámbito Financiero, 27 April 2005

De haber comenzado el recital por el segmento final, el tenor Juan Diego Flórez rápidamente hubiera conquistado el favor del público del primer ciclo del Mozarteum Argentino. Es que en esa parte del programa el cantante peruano incluyó la famosa aria «Ah mes amis» («La Fille du régiment», de Gaetano Donizetti) con sus notas Do sobreagudo (también llamado «Do de pecho») y un refinamiento que está entre los más altos valores de este tenor de impresionante carrera internacional. Se necesita gracia, sutileza, humor y también heroísmo para mediar ese fragmento temido por los tenores. Flórez tuvo todo eso y, además, una técnica vocal de primera, una sensibilidad dramática apropiada y una emisión franca.

Su fraseo es tan cuidado y su modo de expresión tan cálido que conquista rápidamente el oído del oyente más exigente. Pasada esa prueba de fuego y ya cuando el público aplaudía generosamente, vino «La donna è mobile», cantado de manera ejemplar y aunque se le pidió más, un poco fatigado quizás, el tenor dijo no. Antes se habían incluido una serie de arias y oberturas de Rossini («La cenerentola», «Semiramide» y «El Barbero de Sevilla») que mostraron distintas facetas de Flórez, algunas más cómodas que otras para su registro, de considerable extensión, y con estupendos agudos (que escamoteó en algún momento).

La hermosa aria «E' serbato a quest'acciaro» (de «Capuleto e Montecchi», de Bellini) y la infaltable página donizettiana, «Una furtiva lacrima» completaron el menú de este extraordinario cantante, que deja al público argentino el deseo de verlo en un rol completo. La Orquesta de Profesores del Colón acompañó al tenor y además se reservó algunas oberturas con la dirección del hábil maestro italiano Riccardo Frizza, que ya ha acompañado a Flórez en distintos países.  


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This page was last updated on: April 27, 2005