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Cancillería rinde homenaje a tenor Juan Diego Flórez

Salón de Embajadores, Palacio de Torre Tagle, Lima, 30 April 2004
Juan Diego Flórez and Embajador Manuel Rodríguez Cuadros


Discurso del Ministro de Relaciones Exteriores, Embajador Manuel Rodríguez Cuadros,
en la ceremonia de homenaje al tenor peruano Juan Diego Flórez


"Señor Ministro de Relaciones Exteriores de Bolivia;
señor ex Ministro de Defensa;
señor Secretario General de la Cancillería;
señor Viceministro de Relaciones Económicas Internacionales de Bolivia;
señor Embajador de Bolivia
Juan Diego Flórez;
su señor padre;
señores Embajadores;
señoras Embajadoras:

He dejado para el final la referencia a la madre de Juan Diego Flórez, por todo lo que a ella le toca y le corresponde; por lo que su hijo es hoy para la lírica peruana y mundial.

En los años 1920's, José Santos Chocano recibió un homenaje, aquí en la Plaza de Armas de Lima. Dijo en esa ocasión que eran benditos los pueblos que tienen la capacidad de reconocer el talento de sus artistas y creadores.

Esa expresión de José de Santos Chocano tiene que ver mucho con la historia del Perú. Ya en las civilizaciones andinas que poblaron en el antiguo Perú, el desarrollo de las artes no sólo era una capacidad del talento individual sino una política de Estado. Don Guamán Poma de Ayala, en sus crónicas, narra que en ese reino se enseñaba la música desde temprano, y que los niños y niñas eran estimulados para cantar como los órganos. Esto dice de la existencia de una tradición musical en el Perú, ciertamente no masiva, ciertamente muy selectiva, pero de altísima calidad.

El Perú, Bolivia y Paraguay, por ejemplo, somos tres de los países de las Américas que pueden aportar a la música universal el desarrollo de una música clásica colonial que ha influido -esporádicamente pero con calidad- en la evolución de la música lírica latinoamericana.

Estas referencias históricas son para situar de alguna manera el contexto en el cual surge Juan Diego Flórez, quien sintetizaría esos dos elementos. Es decir, por un lado, el talento y la capacidad creativa, la disciplina, la vocación y el cultivo individual. Y, por otro lado, una historia que, como decía Basadre, aún sin nosotros saberlo, nos pone en el curso de las creaciones artísticas y culturales.

Por esas razones es para mí una enorme satisfacción presidir esta ceremonia, en la que nos acompaña también el Ministro de Relaciones Exteriores de Bolivia, Embajador Juan Siles. Para homenajear a un peruano que rápidamente ha pasado a representar al Perú como, quizás, el embajador cultural de mayor notoriedad -y sin duda de mayor proyección- no solamente en el poco tiempo que va de este siglo sino en lo que va del siglo que acabamos de transcurrir. Me refiero a Juan Diego Flórez.

Juan Diego nació en Lima. Realizó sus primeros estudios en el Conservatorio Nacional de Música. Sus primeros pasos artísticos lo llevaron a participar en el Coro Nacional y en la Asociación Prolírica. Sus posteriores estudios en el Instituto Curtis de Philadelphia le otorgaron ese aplomo y esa extraordinaria técnica que luego perfeccionaría con el tenor Ernesto Palacio, a quien él mismo considera su maestro.

Lo cierto es que la voz de tenor lírico ligero de Juan Diego Flórez, así como su capacidad, talento y presencia escénica, lo han convertido en muy poco tiempo - especialmente si consideramos las diferencias que existen entre el tiempo temporal y el tiempo del esfuerzo lírico- en uno de los exponentes más destacados del mundo del bel canto en la actualidad.

Desde su debut, en 1996, en el Festival Rossiniano de Pesaro, en Italia, no ha dejado de cosechar triunfos en los más importantes escenarios internacionales, incluidos La Scala de Milán, el Covent Garden de Londres, las Óperas de París y Viena o el Metropolitan de New York, sólo por nombrar algunos escenarios donde ha llegado con el timbre y el color extraordinario de su voz.

Juan Diego Flórez es, hoy, para el orgullo de sus padres, suyo propio y, por supuesto, de todos los peruanos y peruanas, el tenor favorito de los amantes de la ópera, a través de un repertorio ecléctico donde prevalecen los nombres de Rossini, Bellini, Verdi y Donizetti; compositores que le han brindado la oportunidad de poner en evidencia su talento y su enorme capacidad profesional, a través de personajes como el Conde de Almaviva de 'El Barbero de Sevilla', Don Ramiro de 'La Cenicienta', Elvio de 'La Sonámbula' o Fentón de "Falstaff".

Hoy tenemos la satisfacción de recibirlo en Lima, cantando otros de sus roles fetiche: 'La Hija del Regimiento' de Donizetti, donde nos ha brindado con elegancia e impecable técnica la temida aria con los nueve 'do' que identificaran durante años al legendario Alfredo Kraus.

La presencia de Juan Diego entre nosotros, en esta casa, en la Cancillería del Perú, en el Palacio Torre Tagle, no hace sino construir de forma muy recreada en el tiempo la vocación de la política exterior del Perú por fundamentarse en los elementos de ese atributo de las relaciones externas de la sociedad peruana que es la cultura. Por eso, en esta casa, en Torre Tagle, lo recibimos no solamente como uno de los cantantes líricos más importantes del mundo; lo recibimos con mucho orgullo, con afecto, como un embajador del Perú que, con su propio talento, quizás hace más que todos nosotros para que el Perú sea parte de la cultura de la lírica universal.

Haciendo un espacio dentro de su nutrida agenda internacional, Juan Diego Flórez se permite generosamente retornar periódicamente aquí al Perú, de la mano de la Asociación 'Los amigos de la Ópera'. De esta manera, Juan Diego, quizás llevando en el inconsciente que éste es su rol de embajador de la cultura peruana, quiere testimoniar a través de su voz su agradecimiento al público que lo vio nacer para la lírica; y expresar, al mismo tiempo, con orgullo, su sentido de peruanidad que lo ha llevado con temperamento a incluir tempranamente en sus recitales temas de compositores peruanos como Rosa Mercedes Ayarza de Morales, Teodoro Valcárcel, Andres Sas y, claro, a otra embajadora de la cultura del Perú, Chabuca Granda; por quien sabemos Juan Diego siente una profunda admiración que le supo, seguramente, inculcar su padre, Ruben Flórez, uno de los más grandes interpretes de la desaparecida compositora.

Nuestro homenaje a Juan Diego Flórez cobra mayor significado si todas las cosas que yo he señalado anteriormente se refieren a un peruano, a un cantante lírico, que apenas supera los treinta años de edad. Una persona que con esa juventud ha logrado que la prensa internacional especializada hable ya de manera cotidiana sobre la belleza de su fraseo, sobre el timbre de diversos matices de su canto y sobre el talento escénico que imprime a cada una de sus interpretaciones en el mundo entero.

Ricardo Muti y Luciano Pavarotti le han dedicado elogios sin límites. Esos testimonios de por sí son una expresión del valor de Juan Diego Flórez. El éxito de sus grabaciones y los importantes premios que viene recibiendo en Europa, como el trofeo 'Pertile' o el 'Rossini de Oro', son también testimonio de reconocimiento justo a su talento.

Juan Diego Flórez tiene la enorme responsabilidad de ser depositario de una fuerte tradición musical. Heredero de un estandarte que el Perú ha llevado muy en alto por más de ochenta años; el de las privilegiadas voces de los tenores peruanos, que han sido y son pocos, pero de un talento que ya le dan la lírica peruana una tradición mundial. Esa tradición nació en los años veinte con la aparición en Italia del mítico tenor Alejandro Granda. Y continúa a partir de los años cincuenta con el celebre Luis Alva, una auténtica leyenda viviente a quien tuvimos la oportunidad de homenajear en este mismo recinto hace unos años. Ernesto Palacio es la tercera voz de este núcleo de celebridades mundiales que ha dado el Perú a la historia de la lírica contemporánea. Hoy se añade a ellos, con fuerza, con brillo, con capacidad, con especificidad y técnica propia, Juan Diego Flórez.

No quisiera yo que ustedes puedan pensar que las cosas que he señalado puedan constituir una expresión protocolar, un acto formal que debe cumplir el Ministro de Relaciones Exteriores. Cuando se trata del arte universal y del aporte de los peruano y peruanas al arte, no cumplo obligaciones formales sino que testimonio las propias vivencias, y las vivencias de todos los peruanos y peruanas que ven en artistas de la calidad de Juan Diego Flórez la expresión más nítida de nuestra cultura nacional con vocación universal.

Juan Diego, quisiéramos otorgarte un testimonio que represente la fidelidad y la adhesión del Perú a tu trabajo y a tus aportes a la cultura lírica nacional y mundial. Pero ese privilegio de otorgarte una condecoración, evidentemente, corresponde al Presidente de la República. El Presidente Alejandro Toledo ya lo ha hecho en días pasados en nombre del Perú, de todos los peruanos y de nuestra cultura.

Como Cancillería del Perú, como intérpretes del vértice entre la diplomacia peruana y nuestra cultura, queremos hacerte entrega de un testimonio que no es una condecoración pero que tiene el mismo valor, que puede representar un reconocimiento que contenga valores propios de lo que el Perú significa en su historia y en su proyección hacia al mundo. Se trata de un plato de plata que de alguna manera tiene que ver con el dicho 'c'est val un Perou' para referirse al reino antiguo del oro, que en realidad era el reino antiguo de la plata. Este recuerdo, este testimonio, en la historia de la plata peruana, representa una imagen de lo que es el Perú. Y quiere con su recuerdo signifique la presencia de ese 'vale un Perú', en relación ya no a la plata sino al oro de su trayectoria y de su valor.

Muchas gracias".


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This page was last updated on: October 1, 2004