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Semiramide, Gran Teatre del Liceu, November 2005
Image: Juan Diego Florez as Idreno in Semiramide
Photo by Xavier Bertral, Avui, 23.11.2005

El nivel deseable, El Mundo, 23 November 2005
Despegue inmediato, ABC, 23 November 2005
Semiramide» necesita unas tijeras, La Razón, 23 November 2005
Sobredosis de coloratura, La Vanguardia, 23 November 2005
Apoteosi de la floritura, Avui, 23 November 2005
Prise de rôle pour Juan Diego Florez [excerpt], ConcertoNet, December 2, 2005
Semiramide [excerpt], Forum Opéra, December 2005
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El nivel deseable
Albert Vilardell, El Mundo, 23 November 2005

El belcanto le sienta bien al Liceu y es este repertorio, uno de los que consigue el nivel deseable, al coincidir que ha funcionado el nivel de los cantantes, la orquesta y el coro, aunque la producción tiene las virtudes y defectos de la tendencia actual.

Hay que destacar en primer lugar la labor del director de orquesta Riccardo Frizza, que demostró la calidad que se puede conseguir con los músicos barceloneses, si se les estimula y se aprovechan sus cualidades. Ello se pudo comprobar desde la obertura, que alcanzó unos resultados francamente buenos en todas las familias, a pesar de algunas dudas en el metal. Después supo mantener casi siempre el pulso en los recitativos, acompañó las arias, dúos y concertantes con autoridad y seguridad y consiguió expresar la partitura con transparencia y la brillantez adecuado, consiguiendo cuidados contrastes. El coro mantuvo su buen nivel habitual.

El reparto era de primer teatro. Destacó Daniela Barcellona que ya dio una lección de estilo en la cavatina de entrada, con un fraseo espectacular, destacando su centro lleno, su agudo interesante y un grave suficiente. El otro gran triunfador fue Juan Diego Flórez que volvió a mostrar su pureza de estilo, su seguridad en la zona aguda y sobreaguda, y su cuidada musicalidad, en un papel que a pesar de su gran dificultad, como demostró en las dos arias, no tuvo un protagonismo excesivo. Darina Takova es una cantante profesional con unos medios suficientes, con lo que consiguió una Semiramide efectiva, a la que le falta un poco de garra y una mayor transparencia en las agilidades. Completaba el cuarteto el bajo Ildar Abdrazakov, que mostró un potente instrumento, que brillaba más en lo vocal que en lo estilístico, hasta llegar a su última escena, donde consiguió una mayor calidad expresiva.

Del resto del reparto mencionaremos la delicadeza de Sandra Pastrana, como Azema; los buenos medios, aunque a veces algo abiertos de Miguel Angel Zapater; y la corrección de Eduardo Santamaría.

La producción, que tiene un buen impacto estructural y visual y que aparecía bien iluminada, estaba situada de una forma temporalmente algo indefinida, pero relativamente actual, con posibles referencias a una entidad supranacional al inicio y a una especie de casino después. El vestuario resultó sui generis y con los clásicos detalles que no sólo no aportan nada al sentido teatral, si no que molestan el desarrollo de la música, como el continuo paseo de las azafatas con tacones y su correspondiente ruido, y la presencia durante el aria de Semiramide de un coro ideado como practicantes de esgrima, entre otros.


Despegue inmediato
Pablo Meléndez-Haddad, ABC, 23 November 2005

El último Rossini italiano serio, ese friso de inagotable creatividad belcantista que es «Semiramide», llegó al Liceo con la apariencia de un mundo tecnológicamente desarrollado que entraba constantemente en contradicción con la fe, motor que mueve las acciones de unos personajes sedientos de dioses y oráculos. Esa Babilonia pintada de ONU galáctica, de «Star Trek» polivalente a lo Kubrick que ideó Dieter Kaegi con la ayuda de los diseños de William Orlandi -abucheada, por cierto-, propone la suficiente distracción ante la acartonada dramaturgia de la ópera gracias a los guiños cinematográficos, al decorado camaleónico y al desfile de modelitos. Estos últimos se apreciaron bastante retocados desde su estreno en Pésaro en el verano de 2003. Desde el podio, Riccardo Frizza demostró un gran talento concertador y mano férrea ante una partitura de extrema dificultad.

En su debut local, Daniela Barcellona controló en todo momento su generoso caudal, pulimentando con comodidad ese metal tan suyo -estridente en el sobreagudo- e impactando por adecuación al estilo y brillo. Ildar Abdrazakov exhibió una voz hermosa, llena de armónicos, y sólo su coloratura resultó algo dura y poco ágil. Juan Diego Flórez se movió como es habitual en sus andares, esto es, por derroteros de belleza canora y absoluta pericia, con talento y sobrada calidad, con un registro sobreagudo impecable (a pesar de una tirantez puntual en ese Re infame), un control de «fiato» excepcional y un fraseo sublime. Miguel Ángel Zapater cantó un Oroe correcto, con momentos de gran empaque y con otros algo más rígidos, mientras que la soprano granadina Sandra Pastrana (Azema) demostraba una completa madurez en un papel en el que apareció sobrada de capacidades, y el tenor cántabro Eduardo Santamaría ofrecía un sonoro Mitrane. A Darina Takova, la reina Semiramide, se le vio muy cómoda en un personaje que le va por carácter y vocalidad, e incluso en su «manicurado» «Bel raggio lusinghier», quizás su momento más nervioso, lució no sólo palmito, sino también un registro amplio y seguro, completando un reparto de primeras figuras de auténtico lujo.


Semiramide» necesita unas tijeras
Gonzalo Alonso, La Razón, 23 November 2005

Temporada del Liceo«Semiramide», de G. Rossini. D. Takova, D. Barcellona, I. Abdrazakov, J. D. Flórez, S. Pastrana, M. A. Zapater. Director de escena: D. Kaegi. Director musical: R. Frizza. Orquesta y Coros del T. del Liceo. Teatro del Liceo. Barcelona, 21-XI-05.

Estrenada en La Fenice en 1823, fue la ópera más larga que hasta el momento había escrito Rossini. Hoy día hay que emplear tijeras, pero el Liceo no lo ha hecho, como tampoco lo hicieron Pésaro, Turín y Madrid, cuyos teatros coprodujeron esta presentación. Es más, el Liceo ha abierto un aria de tenor en la escena de la boda de Idreno, que jamás se canta. Era casi obligado teniendo en cartel a Juan Diego Flórez, que debutó una parte que es la menos importante y agradecida de las cuatro principales. Con dos arias ya queda igualada a las de soprano, mezzo o barítono. Sin duda era él la gran atracción y los medios barceloneses apenas hablaban de otra cosa. No defraudó. La belleza de ese centro vocal, la brillantez de los agudos, la perfecta dicción, las impresionantes coloraturas, tantas y tantas cosas ya tan dichas, volvieron a cautivar a todos. Fue ovacionadísimo tras cada aria. Daniela Barcellona mostró una mayor proyección vocal de lo habitual y el timbre ganó metal. El resto del reparto cumplió con corrección, lejos del nivel citado. Darina Takova no posee el interés vocal de unas Caballé o Anderson, ni la chispa escénica de Blancas. Su gran aria pasa sin pena ni gloria. Ildar Abdrazakov convenció sin entusiasmar. Dignos también Zapater y Pastrana.

Desde la obertura se percibió que a la Orquesta del Liceo le falta ligereza para este repertorio, pero Frizza llevó bien los tempos y no permitió desmayos. El «kubrickiano» escenario nos sitúa en el interior de una pirámide galáctica. Vestuario y figuración poseen riqueza y variedad, y representan un cruce de culturas de todos los tiempos, desde los Caballeros de la Tabla Redonda a Startreck, en una especie de ONU espacial, pero sin orden ni lógica. Como se dice en Italia, ¡che casino! Hubo tanta unanimidad al juzgar positivamente el apartado musical como negativa al escenográfico. También es justo reconocer que esta producción gusta cuanto más se ve y que anima con detalles de segundas acciones -las azafatas sirven copas o hacen la manicura a la reina Semiramide mientras la tripulación practica el esgrima o juega a la ruleta- las cuatro horas de música con momentos bellísimos, pero excesivamente larga.


Sobredosis de coloratura
Roger Alier, La Vanguardia, 23 November 2005

Sólo un gran reparto podía conseguir que el público resistiera esta Semiramide de casi cuatro horas estoicamente -con excepciones- y también porque el belcantismo ha vuelto por sus fueros y hoy los espectadores agradecen las exhibiciones vocales extraordinarias del estilo rossiniano, que obliga a cantar con grandes dechados de coloratura (agilidad vocal). Ya fe que tuvimos cantantes excepcionales en este terreno, empezando por la mezzo Daniela Barcellona, cuyo papel de Arsace requiere emplearse a fondo en la agilidad vocal en extensas arias, con sus recitativos y cabalettas de gran calado, que la cantante solventó cada vez mejor, acabando en un brillante triunfo su actuación.

La soprano Darina Takova, quizás algo menos en su lugar en el también difícil papel de Semiramide, fue también muy aplaudida por su labor concienzuda. El gran triunfo se lo llevó, sin embargo, el tenor Juan Diego Flórez, a quien todo el mundo esperaba con pasión, sentimiento que recompensó con una inagotable fuente de agudos espectaculares (con varios do y algunos re sobreagudos) y gran elegancia en el canto, muy especialmente en su última aria, que fue tan atronadoramente recibida que el tenor tuvo que salir a saludar después de haberse ido. Muy brillante resultó también el bajo Ildar Abdrazakov en el papel de Assur, con ornamentaciones vocales de gran complejidad. Sandra Pastrana fue una elegante Azema y Miguel Ángel Zapater, un Oroe casi estentóreo.

La dirección orquestal no ayudó nada a hacer que la obra resultara ágil, sobre todo en el primer acto, dentro de una corrección excesivamente aséptica, pero lo que resultó inaceptable fue la cantidad de figurantes disfrazados de mil modos en todas las escenas y una escenografía sin la menor conexión con la obra que imita el decorado del filme de Kubrick Teléfono rojo..., y tiene detalles de Star Trek. Aunque cansado, el público aguardó para recompensar a la dirección escénica con una


Apoteosi de la floritura
Xavier Cester, Avui, 23 November 2005

Bona part de la trama dramàtica de Semiramide recau en un greu malentès: la reina de Babilònia creu que Arsace l'estima i aquest pensa que Semiramide li vol donar la mà de la seva estimada Azema. I això, abans de descobrir que, en realitat, són mare i fill. La fama de Rossini també recau en un malentès que afavoreix el vessant buf per sobre de les òperes dramàtiques. Una confusió que el Liceu no ha ajudat a dissipar: en els darrers 25 anys s'hi han representat vuit títols de Rossini (massa pocs), entre els quals només trobem dues opere serie, Tancredi i Semiramide (aquesta en concert).

Els deu anys de distància en la composició d'aquests dos títols marquen una etapa gloriosa de l'art rossinià que Semiramide tanca, abans de la marxa del Cigne de Pesaro a París, amb un esclat enlluernador. Mirat de prop, aquest melodramma tragico consta només de sis àries i quatre duos, als quals s'ha d'afegir una introducció i els dos finals d'acte. A l'hora de la veritat, Semiramide és un triomf absolut d'arquitectura musical, on la dilatació de les formes convencionals fins a extrems monumentals respon més a la pura lògica musical que a les necessitats dramatúrgiques. Sense descuidar l'escriptura orquestral, i atorgant al cor un paper rellevant, Semiramide representa, per sobre de tot, el triomf de la veu humana, l'exaltació dels més eixelebrats recursos virtuosístics que es poden demanar a un cantant, l'apoteosi de la floritura, de l'ornament no com a mer afegit sinó com a alfa i omega.

Per fer realitat una òpera com Semiramide cal, per tant, disposar de veritables atletes de la corda vocal i el Liceu, en bona mesura, els va trobar. La medalla d'or l'han de compartir Daniella Barcellona i Juan Diego Flórez. La mezzo italiana, amb un instrument extens, mòrbid, i una agilitat sense màcula, va saber, a més, conferir als dubtes que tenallen Arsace (venjar el pare? Salvar la mare?) una commocionant veritat emocional. Si el debut liceista de Barcellona va ser un èxit total, el doble debut escènic (al Liceu i com a Idreno) de Juan Diego Flórez només va incrementar la legió d'admiradors que té a casa nostra. Tant és que el paper no pinti gaire, les seves dues àries van ser un epítom d'elegància i de vocalitzacions enfollides resoltes amb una facilitat que deixa estupefacte.

Certa prudència inicial i una veu més mat del que recordàvem potser indicaven que Darina Takova no estava al cent per cent de forces. Més còmoda com a dona seductora que com a reina dominant, la soprano búlgara, en tot cas, va acoblar-se de meravella en els dos grans duos amb Barcellona i va saber treure partit del seu registre agut.

Barcellona i Takova eren, amb Ildar Abdrazakov, els nexes d'unió amb l'estrena del muntatge, el 2003, a Pesaro. L'Assur del baix rus ha millorat molt en el cant d'agilitat, trobant més matisos en una interpretació que va tenir el seu just zenit en la gran escena de la bogeria. Miguel Ángel Zapater va ser un brusc Oroe, i Sandra Pastrana (Azema) i Eduardo Santamaría (Mitrane) van complir bé i malament, respectivament, en els seus curts papers. Un dubte: calia dur un baix canadenc per a les quatre frases de l'espectre de Nino?

L'èxit de la sessió no va dependre només dels cantants, sinó també de la batuta de Riccardo Frizza, que va aixecar el vast edifici (alleugerit amb tallets diversos respecte a les quatre hores i mitja amb entreacte de Pesaro) amb una seguretat encomiable. No només va estar en tot moment amatent als cantants, sinó que no va oblidar tampoc la refinada escriptura orquestral de Rossini. Gràcies també a ell, la vetllada va passar com un sospir.

No, però, gràcies a Dieter Kaegi, la producció del qual continua essent, dos anys després, una bajanada sense remissió, una col·lecció de recursos absurds per farcir les diverses escenes sense tenir en compte les necessitats dramàtiques (que n'hi ha) i musicals. No va ser un ornament, sinó una disfressa ridícula.


Prise de rôle pour Juan Diego Florez [excerpt]
Claudio Poloni, ConcertoNet, December 2, 2005

[...] Mais qu'importe finalement, puisque l'intérêt du spectacle réside essentiellement  pour ne pas dire exclusivement  dans la prise de rôle de Juan Diego Florez en Idreno, les autres solistes principaux de la première distribution ayant déjà été entendus à Pesaro. Dès les premières notes, la surprise est de taille: le médium du ténor a manifestement gagné en consistance et l'émission est débarrassée de son caractère nasal. Si la voix n'est pas des plus puissantes, on ne peut qu'admirer l'aisance dans les vocalises, le style du phrasé et l'extraordinaire contrôle du souffle. En très grande forme donc, le chanteur a déclenché l'enthousiasme après chacun de ses deux airs. [...]


Semiramide [excerpt]
Brigitte Cormier, Forum Opéra, December 2005

[...] Bien que le rôle d'Idreno soit inutile pour l'action, il est généralement admis que les interventions du ténor sont indispensables à l'équilibre des parties vocales. Si l'Andalou José Manuel Zapata accomplit une brillante performance, le Péruvien Juan Diego Florez a décidemment le vent en poupe dans Rossini. Les deux airs « Ah dovè  » à l'acte I et « Si, sperar voglio, contento » au II, exécutés avec un incontestable brio soulèvent l'enthousiasme du public  plus encore par la précision et l'agilité des vocalises que par la puissance de la voix. De surcroît, le timbre, moins nasal qu'auparavant, a gagné en séduction. [...]



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This page was last updated on: December 11, 2005