REVIEWS Recital, Peralada Festival, 27 July 2002
____________________________________________________________
Juan Diego Flórez deslumbra en Peralada con una voz excepcional Xavier Pujol, El Pais, 29 July 2002
El joven tenor peruano Juan Diego Flórez encandiló al público que asistió la noche del sábado al recital que ofreció en el marco del Festival de Peralada (Girona). Exhibió una de las voces de tenor más bellas y seductoras que han aparecido en los últimos años. Se preveía algo grande, pero no tan grande. El cantante había pasado bastante desapercibido por el Liceo de Barcelona cuando, dirigido por Riccardo Muti, había participado en la interpretación del Stabat Mater de Rossini en 1999.
La sombra de Riccardo Muti es muy grande, lo tapa todo y además, en aquellos años, Juan Diego Flórez aún estaba en plena fase de aprendizaje. Sin embargo, aquellos que posteriormente le habían escuchado en Canarias, en el Covent Garden de Londres o en Pesaro regresaban transfigurados, y su reciente disco de arias de Rossini es tan bello que hasta resultaba sospechosamente perfecto. De toda España acudieron a Peralada críticos y especialistas para escuchar el recital de este joven cantante peruano que todavía no ha cumplido los 30 años. Su nombre, Juan Diego Flórez, aún no es conocido por el gran público, pero en el mundillo melómano ya sonaba últimamente con mucha fuerza y siempre con admiración.
El resultado del recital no decepcionó ni a los más exigentes. Juan Diego Flórez exhibió una de las voces de tenor más hermosas que han aparecido en los últimos años y se reveló además como un intérprete ya muy formado que cuida el fraseo, la expresividad y el estilo.
Voz ágil y ligera
El programa del recital, canciones y arias de Mozart, Bellini, Rossini, Tosti, Donizetti y tres canciones populares peruanas para dar color y homenajear a la patria, ya anunciaba el tipo de voz con que se iba a encontrar el público: voz ágil y ligera, de poca cilindrada y poco grosor pero de cintura ligera y flexible, idónea para sortear los obstáculos. Juan Diego Flórez va de educado caballero, príncipe o trovador de los de leotardos y jubón ajustado, que languidece, melancólico, bajo el balcón de su amada y al final se suicida con fino estilete florentino cuando ésta, harta de serenatas, se fuga.
La voz, adecuadísima para el repertorio rossiniano y belcantista y para algunos papeles mozartianos, es oro puro. Apoyada en una respiración excelente, el color vocal es hermoso en todo el registro y no se altera ni descompone en el paso a la zona alta; el agudo, fácil en el do y aun en el do sostenido sobreagudo -un portento- es timbrado, brillante, luminoso, de afinación exacta. La voz no presenta aquellas nasalidades caprinas tan frecuentes en este tipo de voces ligeras y la rapidez de respuesta del diafragma permite que las agilidades rossinianas queden perfectamente articuladas.
Correctamente acompañado al piano por Vincenzo Scalera, Flórez fue pasando por los diversos autores y reveló en cada caso un conocimiento cabal del estilo, buena musicalidad y un adecuado sentido del fraseo expresivo.
Flórez: una nueva estrella que habla español Luis G. Iberni, La Razón, 29 July 2002
Tras su triunfo en Peralada, el tenor se consolida como voz imprescindible de la ópera
Han bastado dos recitales, uno en La Coruña y otro, en Peralada, para que al firmamento lírico de los aficionados españoles se le haya añadido una nueva estrella, el tenor peruano Juan Diego Flórez. El triunfo conseguido en la capital gallega fue rubricado y potenciado, teniendo en cuenta la influencia catalana en la ópera y la presencia de personalidades de otros ámbitos, en el marco del XVI festival del castillo-casino. Cinco «propinas» coronaron una actuación cuyo único calificativo podría ser el de apabullante. Los aficionados, que llenaban la iglesia que servía de marco al recital vitoreaban al artista con el mismo entusiasmo con el que se vuelcan con sus nombres favoritos, llámese Edita Gruberova en la actualidad o Alfredo Kraus en el pasado. Varias son las razones. De entrada, la actitud y el porte de Juan Diego Flórez revisten ese carisma, esa presencia que impacta. Muy atractivo, dentro de los cánones físicos que santifican una imagen en la actualidad, con un toque entre accesible y tímido, sabe conectar inmediatamente con el respetable, sobre todo con las mujeres. Siempre se ha hablado del valor sensual añadido del timbre tenoril, que, en el caso de Flórez, es más que perceptible. Muy joven, apenas 29 años, proyecta ese encanto casi desde su aparición. A pesar de que no es un nombre excesivamente popular, sin embargo, en unos minutos ya se ha metido a los asistentes en el bolsillo. Es evidente que eso no sería suficiente si detrás no hubiera unos valores acordes. Es indudable que los tiene. La voz es bella, también dentro de lo que se considera como tal en los cánones actuales. El centro es rico, sanguíneo. El agudo brillantísimo y fácil. Su técnica, aparentemente, portentosa gracias a un perfecto apoyo y una adecuada colocación del sonido que le permite realizar las agilidades con la misma facilidad con la que respira. Con todo ese bagaje en su haber sólo necesita una hábil selección del repertorio y un buen acompañante para que el éxito se suceda. El recital elegido tenía, en realidad, tres partes. La primera con piezas de Mozart, Bellini y Rossini es una toma de contacto y sin embargo, a la tercera pieza, ya tenía a todo el mundo rendido a sus pies, convertido en alfombra cuando cantó «Principe piú non sei» de «Cenerentola». En la segunda volvió a impactar cuando -lo mismo que Caballé y otros divos del bel canto- se dirigió para comentar algunos detalles de las piezas, muestra de su accesibilidad.
Broche de oro
Las canciones de Tosti sirvieron de preámbulo al broche de oro, el aria de «La hija del regimiento» que coronó la parte oficial. Sin embargo, fue con las propinas cuando inscribió su nombre en Peralada en letras de oro, especialmente, con la romanza de «El último romántico» y la jota de «El trust de los Tenorios», además de la inevitable «Furtiva lacrima» de «Elisir». Muy bien acompañado por ese gran músico que es Vincenzo Scalera, Flórez se confirmaba como una de las próximas referencias para el panorama operístico nacional. La impresionante cantera vocal que está produciendo Hispanoamérica, de la que se hacían eco todos los asistentes, exige de los teatros españoles una respues- ta y una sensibilidad. El caso Flórez, ya vinculado a Canarias desde hace un par de años, es una demostración de ello.
Juan Diego Flórez, insultante talento Pablo Meléndez-Haddad, ABC, 30 July 2002
La gran Chabuca Granda se encargó de susurrarle al oído a varias generaciones eso de «Déjame que te cuente, limeña...». Ahora es un limeño el que le canta a la gente mirándola a los ojos, con cierta timidez, pero con un talento que marea por lo consolidado: el mejor tenor «di grazia» del mundo, el peruano Juan Diego Flórez, dejó al público boquiabierto; su insultante talento con el que llenó cada rincón de la Iglesia del Carmen del Castillo de Peralada en el recital que ofreció el sábado en el marco del Festival ampurdanés ante un público entusiasmado, provocó algo más que vítores. El joven cantante ofreció una auténtica clase de canto belcantista, encargándose de ornamentar hasta canciones como «Granada», una de las españolísimas propinas con que regaló a una audiencia que no pudo negarle varias ovaciones de pie.
Flórez se encargó de crear una comunicación directa con el público, explicando los detalles que diferencian una zamacueca de una marinera y de una resbalosa, tres de los bailes nacionales del Perú que él, en lugar de canturrear, las cubrió con el brillo de pequeñas obras maestras del repertorio musical hispanoamericano. Esas obras criollas decimonónicas y anónimas, que obligaron al eficaz Vincenzo Scalera a traducirlas desde el piano moderno, fueron recibidas con la misma tensión dramática que las napolitanas que Flórez presentó una a una para después intentar divertidas traducciones de los poemas que musican, con un buen humor y una espontaneidad que acabaron de robarle el corazón a quienes ya había conquistado por el oído.
Su técnica depurada no es la de una máquina de coloratura gracias a un color de voz y a un brillo extraordinarios que constantemente buscan la mejor expresividad en el fraseo. Después de interpretar arias de bravura de Rossini, Donizetti y Bellini, Juan Diego Flórez acabó de reafirmar que es el mejor del mundo en su repertorio, dejándolo bien claro con una emocionante «Bella enamorada» de «El último romántico».
Juan Diego Flórez, la confirmación de una futura estrella Joan Anton Cararach, El Periodico, 31 July 2002
Juan Diego Flórez es el mejor ejemplo de una carrera llevada con tino. Más de un aficionado lo habrá descubierto por su último disco, con Riccardo Chailly, quizá sin darse cuenta de que Flórez ya había participado antes en proyectos como un Mitridate mozartiano --fue Marzio, que sólo canta un aria-- y en la grabación sevillana dirigida por Josep Pons de la ópera de Donizetti Alahor in Granata. Por último, también había pasado, con discreción, por el Liceu en un concierto dirigido por Riccardo Muti.
Viene a cuento todo ello para constatar la progresión geométrica de este tenor peruano, que el sábado dejó claro que él va a ser una de las figuras del canto de este siglo. Aunque la acústica de la iglesia del Carme de Peralada obliga a emitir juicios algo temerarios --las coloraturas no se escuchaban, se intuían--, Flórez, muy bien acompañado por Vincenzo Scalera, dio un recital magistral. En la primera parte demostró su temple mozartiano, su ligereza belliniana y su portentoso entendimiento con Rossini.
En la segunda, un poco de música popular del Perú, canciones de Tosti y un À mes amis de La fille du régiment de Donizetti con erres muy roulantes pero con todos los agudos disparados con una facilidad insultante. Apoteosis, y bises. Rossini y Donizetti de nuevo --Una furtiva lacrima--, Granada --con un curioso arreglo pianístico-- y dos piezas de dos zarzuelas: El último romántico y El trust de los tenorios. No dejó lugar a dudas: recuerden su nombre, Juan Diego Flórez. Será grande.
El enorme acierto de un tenor ligero Albert Vilardell, El Mundo, 2 August 2002
JUAN DIEGO FLOREZ Piano: Vicenzo Scalera. Obras: Mozart, Bellini, Rossini, Ayarza de Morales, Tosti y Donizetti. Fecha: 27 de julio.
El mundo vocal pasa por una cierta crisis, que es más evidente en determinados tipos de voces: verdianas, wagnerianas. Pero en el repertorio rossiniano ocurre lo contrario y salen, desde hace años, un grupo de excelentes profesionales, entre los que destacan Rockwell Blake y Chris Merrit, que han permitido actualizar este tipo de repertorio. También ha salido con fuerza Juan Diego Flórez, que debutó en 1996, con 23 años, en el Festival Rossini de Pesaro con Mathilde de Shabram, a partir de lo cual ha realizado una importante carrera. Nacido en Lima ha estudiado con otro gran profesional como es Ernesto Palacio.
Flórez posee una voz de tenor ligero, con un timbre importante para su tipología vocal. A ello une una técnica muy depurada, que le permite afrontar las agilidades con seguridad y ascender al registro agudo con facilidad, brillantez y aparente sencillez.A estas virtudes se le añade una natural capacidad comunicativa y una versatilidad que le permite afrontar páginas muy diferenciadas, dentro de su repertorio, con gran variedad. Su forma de cantar recuerda a veces al joven Alfredo Kraus. Todas estas cualidades fueron evidentes en el recital de Peralada, donde el público, puesto en pie, aplaudió con ganas, con el resultado de cinco bises.
El recital se inició con Mozart, donde destacó en la infrecuente ópera Il re pastore, con un fraseo lleno de matices, mientras que en Bellini supo diferenciar el carácter intimista de Malincolia, ninfa gentile, mientras que en el aria de I Capuleti e i Montecchi, supo expresar el ardor juvenil. Cerraba la primera parte su compositor emblemático, Rossini, con una bella canción y la efusiva aria de La Cenerentola.
La segunda parte tuvo el interés de incluir páginas de música peruana, con obra de Rosa Mercedes Ayarza de Morales, a las que previamente el tenor hizo unos comentarios sobre sus contenidos que pueden definirse como canciones folclóricas, de una cierta inspiración. Las tres canciones de Tosti que siguieron mostraron su amplia capacidad de diferenciación y el recital tuvo su colofón oficial con la difícil aria de Le fille du régiment, de Donizetti, donde brilló la facilidad y el fraseo preciosista.
Los cinco bises confirmaron la gran calidad del recital, con la intensa cavatina de Il barbiere di Siviglia, con una lección expresa en L'elisir d'amore, finalizando con páginas muy populares: la romanza de El último romántico, Granada de Lara y la jota de El trust de los tenorios, cantadas con la seguridad y línea habitual. El acompañamiento de Vincenzo Scalera tuvo un inicio discreto, mejoró algo después, pero en los bises volvió a una cierta irregularidad.
|