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Orphée et Eurydice, Teatro Real de Madrid, May/June 2008
Flórez in the concert performance of Orphée et Eurydice
Teatro Real de Madrid, 27 May 2008. Photo by Javier del Real


          El Teatro Real se rinde a Juan Diego Flórez en su estreno como Orfeo, EFE, 28 May 2008
          Un cantante que hipnotiza, El País, 29 May 2008
          El amor de Juan Diego Flórez, Periodista Digital, 29 May 2008
          Un Vega Sicilia en cristal de Murano. La Razón, 20 May 2008
          Flórez, Orfeo y los dioses de la música, La Gaceta, 5 June 2008
          Un Orfeo imposible de olvidar invade el Teatro Real, El  Imparcial, 28 May 2008
          Mejor es imposible, El Diario Vasco, 29 May 2008
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El Teatro Real se rinde a Juan Diego Flórez en su estreno como Orfeo
Concha Barrigós, EFE, 28 May 2008

La ovación del público interrumpió la representación durante más de un minuto

La forma serena y virtuosa del tenor peruano Juan Diego Flórez para afrontar el Orfeo de Gluck en versión concierto ha rendido al Teatro Real. El público interrumpió durante más de un minuto la representación para ovacionarle por su bellísima ejecución del aria 'J'ai perdu'.

La que se considera como la perfecta representación de la felicidad pura, la ópera de Christop Willibald Gluck 'Orphèe et Eurídice', llegó al Real 245 años después de su estreno en Viena y lo ha hecho con el estreno de Flórez en el papel. El tenor peruano estuvo acompañado en el escenario por Ainhoa Garmendia como Eurídice y Alessandra Martinelli como el Amor, bajo la dirección de Jesús López Cobos, su primera vez con la versión francesa de esta composición.

El peruano se ha estrenado como Orfeo en el Real, donde ya ha sido aclamado por su interpretación en 'Il barbiere di Siviglia'. Antes de su éxito en Madrid había protagonizado dos 'bises' históricos en la Scala de Milán, donde estaban prohibidos desde hacía 74 años, y en el Metropolitan de Nueva York, sin precedentes hasta 1994 con una actuación de Luciano Pavarotti.

Los tres intérpretes, con un López Cobos apasionado al frente del Coro y Orquesta Titular del Teatro Real (Coro y Orquesta Sinfónica de Madrid), han manejado con soltura y preciosismo esta revisión del mito de Orfeo, el enamorado que pacta con el inframundo para que su amada vuelva a la vida y que cuando lo logra, por sus delirios, vuelve a provocar su muerte.

Flórez y López Cobos, que siempre había dirigido la versión italiana escrita originalmente para un 'castrato'. Sin embargo, en esta ocasión han afrontado la adaptación que Gluck hizo de 'Orphée et Eurydice' al francés con la extremada pureza de línea y la delicada musicalidad que exige esta composición. Cuando recibieron la primera ovación tras el aria 'L'espoire nait dans mon ame', el tenor hizo un gesto cómplice de satisfacción a López Cobos.

Esta ópera está llena de momentos emotivos, especialmente el anterior al aria 'J'ai perdu', con una parte muy aguda, difícil y de un gran requerimiento expresivo. La soprano vasca Ainhoa Garmendia y la soprano italiana Alessandra Martinelli, cargaron con la parte teatral porque Flórez estaba muy concentrado en la musical. En dos ocasiones, el tenor ensayó moviendo los labios la frase que venía a continuación y acometió el aria 'J'ai perdu', la más célebre de Gluck, impulsado con unos breves saltitos.

Tras cantar 'L'espoire nait dans mon ame' y 'J'ai perdu', recurrió a un espray, que llevaba en el bolsillo del pantalón, con el que se roció la garganta aunque en ningún momento dio síntomas de tener problemas con su voz. Sí parecía resfriada Garmendia, que tuvo que ingerir una pastilla en para aliviar su garganta poco antes de su intervención final, ejecutada impecablemente después de dejar discretamente el caramelo en el atril.

El Real ha hecho salir a saludar en tres ocasiones a los intérpretes. Pero, sin duda, el momento más cálido ha sido la ovación con la que el auditorio ha reconocido la interpretación de Flórez del aria 'J'ai perdu', una rara interrupción de un minuto plagada de "bravos" que él ha cortado pidiéndole a López Cobos que continuara con la partitura.

'Orphée et Eurydice', que se representará de nuevo el 30 de mayo y el 2 de junio, contribuye a la revisión del mito de Orfeo planteada por el Real en esta temporada y que esta noche ha tenido, probablemente, su momento más dulce.
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Un cantante que hipnotiza
Juan Ángel Vela del Campo, El País, 29 May 2008  

La descafeinada fórmula de las óperas en versión de concierto es un recurso cada día más utilizado por los teatros líricos, bien sea para acceder a títulos fuera del repertorio convencional, bien para buscar un hueco en las saturadas agendas de los divos, bien para abaratar costes de producción. El Real ha cogido al vuelo al tenor peruano Juan Diego Flórez y alrededor de él ha programado la versión francesa de Orfeo y Eurídice, de Gluck enmarcando la propuesta en el ciclo dedicado a Orfeo.

Ha estado habilidoso el coliseo de la plaza de Oriente al atrapar al cantante más deseado en este momento del planeta. Lo ha sacado además del repertorio rossiniano, donde es una referencia histórica, y lo ha situado en Gluck, en una ópera de extrema dificultad, en la que tiene que estar casi permanentemente en el escenario. Juan Diego Flórez ha lucido de principio a fin una línea de canto celestial, con un fraseo inmaculado y una belleza tímbrica prodigiosa. Hasta cierto punto transmite una sensación etérea de irrealidad que produce un efecto similar a la hipnosis. Por ello cuando baja a la realidad con la aparición de la tragedia y tiene que enfatizar los sentimientos en el aria J'ai perdu mon Eurydice el efecto dramático es irresistible porque en ningún momento pierde la dulzura, la belleza, la inteligencia del canto. Esos instantes de plenitud arrebatan. La perfección se toca. El canto se eleva a unos territorios estéticos inalcanzables y la ópera justifica su grandeza.

Estímulo

Salvó su papeleta Ainhoa Garmendia con oficio y temperamento. Se encontró a gusto como Eurídice, sacándole partido al personaje. Tener a su lado a Juan Diego le sirvió sin duda de estímulo. No desaprovechó su oportunidad. También cumplió sobradamente Alessandra Marianelli como Amor.

Jesús López Cobos coció todo el entramado orquestal a fuego lento y la música fluyó con naturalidad y sentido del orden. Tuvo en cuenta las exigencias de reivindicación de la palabra de Gluck frente al artificio que se expandía en las óperas de la época. Fue una dirección tranquila y detallista a la que orquesta y coro respondieron con solvencia.
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El amor de Juan Diego Flórez
J.C.Deus, Periodista Digital, 29 May 2008

Volvemos a Orfeo, que parece haberse apoderado del Teatro Real de Madrid. Hace unas semanas hablamos del de Monteverdi, ahora le toca al de Gluck. El Amor concede a Orfeo bajar al Averno a rescatar a su fallecida esposa Eurídice, pero no puede contarla el trato. Tanto insiste Eurídice que Orfeo cede, y el encatamiento se rompe haciéndola volver a la muerte. Pero Amor considera que su causa lo justifica todo, y que su impulso debe ser más poderoso que el de la muerte. Así que perdona a Orfeo, devuelve a Eurídice al mundo de los vivos, y todos loan lo ocurrido. Quince años antes de que tenga lugar la revolución de 1789, los protagonistas de Gluck en su alegría final repiten emocionados que las agradables cadenas del amor son mejores que la libertad, que el amor y la belleza son valores superiores a ella.

El tenor peruano Juan Diego Flórez, considerado entre los mejores actuales, recibió las ovaciones más grandes de la temporada el lunes en el estreno de Orphée et Eurydice de Christoph Willibald Gluck. Estaba 'cantado' -nunca mejor dicho- porque su carrera avanza meteórica y venía de realizar un histórico 'bis' en el Metropolitan de Nueva York, el primero que se concedía tras el de Luciano Pavarotti en una celébre Tosca de los años ochenta . En su triunfo sin paliativos estuvo brillantemente escoltado por las sopranos Ainhoa Garmendia y Alessandra Marianelli, el director musical Jesús López Cobos, y el coro titular del teatro, que en esta obra es el cuarto protagonista, y suena a celestial en manos de su nuevo director, Peter Burian.

Los tres cantantes debutaban en la que está considerada como una de las óperas más importantes de la historia, por cuanto supuso un cambio de rumbo para un género que amenazaba decadencia entre excesos virtuosistas y libretos desnortados. Gluck se propuso renovar volviendo a los orígenes, y para ello qué mejor que el mito de Orfeo, el mismo con que se iniciara el genero operístico siglo y medio antes de la mano de Claudio Monteverdi.

Se ha negado a menudo al compositor germano de origen bohemio Gluck motivos suficientes para desafiar aquel L'Orfeo de Monteverdi, pero a la vista del resultado, hizo bien, muy bien, porque aporta un descomunal paso adelante en cuanto a música, canto y coherencia argumental. Su encuentro en Viena con Ranieri de Calzabigi, literato y aventurero italiano imbuido de la cultura clásica, daría como fruto una nueva esencia expresiva. La ópera estaba escrita en italiano, y el éxito obtenido con su 'Iphigénie en Aulide' en París en 1774, llevó a Gluck a adaptar al idioma y los gustos franceses la partitura estrenada en el Hofburgtheater de Viena el 5 de octubre de 1762, con una traducción de Pierre-Louis Moline, nuevas páginas vocales y dos números de danza, algo innovador en aquel momento. En esta versión revisada (la que se escucha ahora en tres funciones en una versión en concierto en el Teatro Real), el papel de Orfeo, escrito originalmente para el castrato Gaetano Guadagni, es modificado para la tesitura de tenor. Y así volvemos a Juan Diego, que tras su apoteósico paso por el Real hace unos años con Il barbiere di Siviglia, asume por primera vez este papel, que exige ante todo una extremada pureza de línea y una delicada musicalidad.

De la voz y las aptitudes del peruano poco podríamos añadir a la catarata de elogios que hoy día le rodea. Es un Plácido Domingo de voz menos potente y más dulce, de parecido físico incluso, aunque menos voluminoso, de modales que se semejan a los del madrileño en su delicadeza casi de museo antropológico en estos tiempos crudos que vivimos. La soprano vasca Ainhoa Garmendia, fue una sorpresa de última hora, atreviéndose al desafío de interpretar a Euridice con prisas ante la baja de la soprano estadounidense Nicole Cabell, atribulada por una enfermedad de su madre. Garmendia, que acababa de intervenir en La Clemenza di Tito, superó la prueba y ha dado un buen paso adelante en su carrera. En cuanto a la joven soprano italiana Alessandra Marianelli, encarnación del Amor, nada más que piropos podrían también decirse.

Diego Flórez ha firmado cuatro óperas en el Real hasta 2011. Tres días antes del estreno explicaba su experiencia en este Orfeo, de ensayos reducidos y mucho trabajo personal, que necesita mucha expresividad y que en su tercer acto se hace aún más difícil. López Cobos siempre había dirigido la versión italiana, y está muy contento de haber podido por fin hacer la francesa, 'parecida pero muy distinta', tan coral y además tan desconocida: sólo hay una grabación moderna de la misma. Dice que Mozart debe mucho a Gluck, y considera que se trata de una obra problemática si cae en manos de escenificaciones excesivas y recargadas, pues pueden perjudicar a la música. Y efectivamente, en la austera versión de concierto que presenciamos, no echamos de menos escenarios y vestuarios, pues la obra se sujeta ella sola sobre un texto y una música realmente excepcionales.

Este Orphée et Eurydice contribuye a la revisión del mito de Orfeo planteada por el coliseo de la Plaza de Oriente madrileña en su ciclo Contextos de la presente temporada, junto a L'Orfeo de Claudio Monteverdi, Orpheus und Eurydike de Ernst Krenek, dos conciertos ofrecidos por el grupo sde música antigua de La Venexiana, el espectáculo pedagógico El canto de Orfeo ideado por Fernando Palacios, y diversas conferencias y mesas redondas.

Hablabámos de la inminencia de la Revolución Francesa y de la propuesta revolucionaria de esta ópera: que el amor y la belleza son preferibles a la libertad. ¿Está usted de acuerdo? Yo desde luego no tengo la menor duda. A Jean Jacques Rousseau, uno de los inspiradores de aquella tormenta epocal, esta obra le gustó mucho, y dijo tras su estreno: 'Emplear un par de horas en el disfrute de tan gran Placer me persuade de que hay cosas por las que aún vale la pena vivir la vida'.

Ah, y una cosa: el viernes la función será transmitida por Radio Clásica. Escuche a Juan Diego Florez y opine 'de oídas'.

Christoph Willibald Gluck (1714-1787)
Tragedia en tres actos
Versión de París de 1774
Libreto de Pierre-Louis Moline, basado en el original de Ranieri de Calzabigi
Ópera en versión de concierto
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Un Vega Sicilia en cristal de Murano 
Gonzalo Alonso. La Razón, 20 May 2008

«Orfeo y Eurídice»
Voces: J. D. Flórez, A. Garmendia, A. Marianelli. Coro y Orquesta Titular del Teatro Real. Madrid, 28-V-2008.

Juan Diego Flórez había cantado ya en varias ocasiones las dos arias principales del «Orfeo» de Gluck en la versión parisina de 1774 cuando el Real le propuso abordar en concierto la ópera entera. Frente a la versión original, la de Viena de 1762, la francesa concede el protagonismo a la voz de tenor en vez de a la de castrato. Más de 200 años después sabemos que la historia prácticamente ha olvidado esta opción, prefiriendo la mezcla que promoviera Berlioz con la asignación a una contralto -la gran Pauline Viardot- y que, desde entonces, quizá sus más acreditadas defensoras han sido Ferrier y Baker.

Potentes voces femeninas

Hay lógica en ello, pues la partitura con contralto posibilita más contrastes en la extensión y colorido vocal, mientras que para el tenor, el papel resulta excesivamente tirante en el registro agudo y no hay quien lo supere y, a la vez, posea la precisa densidad en el registro grave. Ni siquiera Flórez, quien resulta todo un lujo en el papel. Es como beber un Vega Sicilia en un vaso bajo del mejor cristal coloreado de Murano. Porque Flórez, salvo en sus dos magistrales arias, poco puede lucirse. Sorprendió muy gratamente el Amor de Alessandra Marianelli, una soprano de 22 años de la que oiremos hablar, y Ainhoa Garmendia justificó la decisión de la Fundación Premios Líricos del Campoamor al concederle el premio revelación. Su trabajo -una sustitución con diez días para prepararse- fue más que meritorio, una vez superados los nervios en la frase inicial. También muy aseadas resultaron las prestaciones de la orquesta y López Cobos -excelente en su cuidado lirismo el pasaje de la flauta-, aunque este repertorio se ofrezca hoy de forma muy diferente, como se pudo apreciar en la «Danza de los espíritus». Ni que decir tiene que el entusiasmo levantó el vuelo tras el célebre «Che faró...», casi al final de la obra.
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Flórez, Orfeo y los dioses de la música
Jesús Orte, La Gaceta, 5 June 2008

El tenor peruano triunfa en Madrid con su debut en el papel protagonista de la ópera de Gluck.

Si grande es la expectación que hoy rodea a cualquier actuación de Juan Diego Flórez, el debut de un nuevo papel por parte del peruano adquiere en el mundo lírico actual categoría de verdadero acontecimiento mediático. Y esas precisamente han sido las circunstancias que han rodeado el regreso de Flórez al Teatro Real de Madrid. Sobre los atriles, la versión francesa del Orfeo y Euridice de Gluck, una de esas obras de las cuales resultaría imposible llegar a cansarse.

¿Y cómo es el Orfeo de Flórez? Pues excelente, desde luego. A primera vista, cuenta con todas las características vocales que la imaginación podría atribuir al mítico dios de la música: timbre de extraordinaria belleza, facilidad técnica insultante, exquisitez en el fraseo... Incluso esa actitud algo altiva y distante que siempre se ha achacado al canto de Flórez encaja bien con el papel. Hasta ahí todo perfecto.

Pero el caso es que también hubo momentos en los que el infalible tenor de Lima dio muestras de incomodidad evidente. Fue precisamente en esa zona del registro que los especialistas conocen como "pasaje", y que en esta ocasión sonó con una guturalidad y un vibrato menos controlados de lo habitual. Añadan a eso un agudo algo tirante, que tampoco surgió con la facilidad y la pureza acostumbradas, y obtendrán el dibujo de una actuación de gran nivel aunque no redonda. Son los gajes de apellidarse Flórez y ser el número uno.

En el rol de Euridice, Ainhoa Garmendia cuajó una actuación de indudable mérito sobre todo tratándose de una sustitución de última hora- e intensidad creciente, superando con solvencia algunos titubeos iniciales en la emisión. Sorprendente, por último, el desparpajo y la vibrante musicalidad exhibida por la jovencísima Alessandra Marianelli en sus intervenciones como El Amor.

La prestación de la Sinfónica de Madrid, dirigida por su titular Jesús López Cobos, empezó un tanto apática, pero despertó con esa joya de la ópera de todos los tiempos que es el segundo acto y concluyó deparando un más que estimable tercero. El público, como era previsible, se desgañitó con Flórez y premió al resto con generosidad.

Teatro Real, Madrid, 2 de junio
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Un Orfeo imposible de olvidar invade el Teatro Real
Alicia Huerta, El  Imparcial, 28 May 2008

La versión francesa de la ópera de Gluck, que se acaba de estrenar en el Teatro Real y que tendrá dos citas más, los días 30 de mayo y 2 de junio, ha resultado ser una perfecta pieza de armonía y belleza. De emotivo homenaje a la música, a la interpretación, al arte en definitiva.

Y es que la ópera del compositor alemán es un delicado equilibrio entre palabras, música y teatro, ya que en su composición siempre trató de que el lenguaje, la poesía y la acción dramática reflejaran la simplicidad y el poder de la tragedia griega.

Una de las propiedades de la buena música es, sin duda, la resistencia al paso del tiempo y la de Gluck es buena prueba de ello. Orphée et Eurydice se estrenó en París el 2 de agosto de 1774 y ya entonces, Jean Jacques Rousseau dijo: "No conozco nada más perfecto que la escena de los Campos Elíseos. En toda ella se goza de una felicidad pura y serena, con tal carácter de uniformidad y equilibrio que no hay un solo rasgo que exceda lo más mínimo de la justa medida. Emplear un par de horas en el disfrute de tan gran Placer me persuade de que hay cosas por las que aún vale la pena vivir la vida". Ese sentimiento es plenamente vigente hoy y la producción del Teatro madrileño se ha empeñado a fondo para que nada pudiera fallar. Y nada ha fallado en una excelente velada.

Poesía pura y música perfecta tienen que caer en buenas manos y, por supuesto, en buenas voces. La orquesta titular dirigida por el maestro Jesús López Cobos ha bordado con mimo exquisito la interpretación de esta composición simple, sin ornamentaciones superfluas. Melodías sinceras, de líneas claras y resultado profundo con momentos de absoluto protagonismo en la función. También el Coro del Teatro dirigido por Peter Burian ha estado impecable.

Armonía y naturalidad en la voz

En el apartado de las voces, la de Alexandra Marianelli, la jovencísima soprano italiana, que ha interpretado, con la armonía y naturalidad propias de la obra, el papel de Amor. Menos natural, en algunos momentos, la soprano española Ainhoa Garmendia, como Eurydice, un papel que ha tenido que preparar en muy poco tiempo, ya que ha sustituido a la soprano norteamericana Nicole Cabell, pero que ha estado a la altura en el gran dúo con Orfeo.

Y una voz por encima de todas. La del gran tenor peruano Juan Diego Flórez, que ha cautivado con este difícil papel, muy agudo y muy largo. También de gran expresión y el hecho de que se haya presentado en versión concierto ha llevado a que el público se centrase, aún más, en la música y en el canto. Flórez, que vive momentos de gran éxito profesional después de sus recientes bises en dos grandes templos de la ópera como la Scala de Milán y el Metropolitan de Nueva York, nos ha obsequiado en Madrid con un arrebatador Orfeo imposible de olvidar y las exclamaciones de bravo no han podido esperar hasta el final de la obra. Habían pasado solo treinta minutos cuando se ha escuchado el primer bravo acompañado de aplausos, que interrumpieron la función durante un minuto. Pero la emoción llegó al máximo al terminar el famoso y sublime aria "J'ai perdu mon Eurydice", en el que una técnica exquisita, una poderosa voz y una conmovedora interpretación convirtieron el momento en el reconocimiento de la absoluta genialidad de Juan Diego Flórez.

Hace unos días, cuando le preguntaban por la expectación creada por sus impresionantes éxitos internacionales, bromeaba el tenor con sencillez y declaraba: "Me voy a convertir en el bis-man". Una pena que en Madrid no le hayamos dado la razón.
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Mejor es imposible
Emecé, El Diario Vasco, 29 May 2008

Coinciden los físicos y los filósofos en que lo absoluto no existe. Pues bien si hubiere verdades absolutas, con rotundidad podría decirse que la representación, no escenificada, de Orphée et Eurydice de Gluck que aquí se comenta, es imposible que fuere mejor.

Se ofreció en esta ocasión el texto del libreto en francés de Pierre-Louis Moline, estrenándose en la Académie Royale de Musique de París el 2 de agosto de 1774, que frente a la italiana, musicalmente hablando, tiene mayor luminosidad melódica, casi rococó y claros aromas al estilo Rameau. Sea como fuere, resultaron dos horas -descanso incluido- de permanente levitación espiritual y no es exageración.

Después de lo escuchado no hay reparo alguno en decir, desde estas líneas de pro, de provincia, que Juan Diego Flórez puede ser reputado como el actual mejor tenor del mundo. Uno que ha visto desde los 5 años a la fecha a los mejores de su tiempo, no tiene empacho en sostener lo anterior y defenderlo. Gluck escribe el papel de Orphée para la voz de contralto. Pues bien, la tesitura de tenor ligero que este joven peruano tiene en su naturaleza, como impoluta y aromática flor de la canela, es tal calidad que sorprende como se puede llevar la dificultad fonal de este personaje a extremos de la más pura perfección. Dicción exquisita, emisión inquebrantable, color bellísimo y sobre todo facilidad para hacer sencillo lo complicado. Eso es arte. El recitativo aria Qu'entends-je?, Qu'a-t-il dit? ...Amour, vien rendre à mon âme, fueron de una belleza indescriptible, de plena emotividad. La esperada aria J'ai perdu monEurydice levantó un auténtico clamor de pasión, aplausos y bravos. Qué forma de cantar. Qué manera de entregarse. Qué modo de crear belleza.
Qué agudos.

La réplica femenina, como Eurydice, estuvo en la voz de la soprano guipuzcoana Ainhoa Garmendia, a quien se le hizo este encargo diez días antes. Fue el maestro López Cobos, director musical del Teatro Real (ya la había audicionado, a petición de este crítico -aquí me pongo medalla, lo siento- hace cuatro años). Cómo ha aprendido esta mujer durante sus años en Leipzig. Su Eurydicefue inmaculada. Voz elegante, segura, de amplio registro superior. Supo vencer la difícil entrada del acto II -breve y tensa- Cet asile aimable et tranquile, con total limpieza. Luego ya en el acto III se recreó en el recitativo Mais d'où vient qu'il persiste, para poner toda su excelente técnica en el concertante fonal con el tenor. Fue muy aplaudida, con bastantes bravos.
En el personaje de Amor la bella soprano Alessandra Marianelli cerró la cuadratura del círculo con un trabajo de sólida factura, dotada de una atractiva compensación tímbrica. Estuvo muy bien.
Si hermosas fueron las voces solistas, el coro no estuvo a la zaga, dando una lección de saber cantar barroco y equilibrar cuerdas. La batuta de López Cobos realizó un trabajo de muchas campanillas. Las dos flautas solistas del interludio del acto III fue algo de difícil olvido, como de imposible olvido es haber estado en esta bella sesión lírica.
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