REVIEWS Recital, Teatro de la Zarzuela, Madrid, 13 June 2005 |
||||||||||||||||
Photo from La Razón, 15 June 2005 El no va más llegó con Rossini, El Pais, 15 June 2005 La traca Flórez: ni lied ni ópera, circo, La Razón, 15 June 2005 Musicofilia, ABC, 15 June 2005 "Ah! quant'era in quell'ora il morir caro!", Stephen Cutler on Opera-L, 16 June 2005 [external link] El tenor, Filomusica, Número 65, June 2005 [external link] ______________________________________________________________ |
||||||||||||||||
El no va más llegó con Rossini J. Á. Vela Del Campo, El Pais, 15 June 2005 España vive este año una situación privilegiada en cuanto a la presencia de Juan Diego Flórez. Ha cantado óperas de Rossini, Bellini y Donizetti en Madrid, Bilbao o Las Palmas, y anteayer ha cerrado con una selección de canciones el Ciclo de Lied del teatro de la Zarzuela. Ha hecho los deberes, como él mismo comunicó al público, memorizándolo todo. Se agradece. Y no ha caído en la tentación de incluir ninguna aria de ópera en el programa oficial. Sí, por supuesto, en las propinas, pero eso fue otra historia. Aunque, qué duda cabe, una historia muy clarificadora del momento actual del tenor. Porque lo excepcional, lo inigualable, lo histórico estaba fuera de programa y vino con Rossini, con dos exhibiciones portentosas de La cenerentola y El barbero de Sevilla, especialmente en la primera. Fue el momento en el que tocamos el cielo. También el público vibró con Una furtiva lágrima, de Donizetti, o La donna è mobile, de Verdi: la primera, con un punto lento que llevaba a un peligroso languidecimiento; la segunda, con síntomas de cansancio. Pero lo de Rossini no tiene calificativos. Confirmó esa leyenda de que se puede morir por unos instantes de belleza. Y, en efecto, pudimos morir de gozo. Juan Diego Flórez se ha instalado en la cima de los cantantes de la actualidad y cada una de sus actuaciones se mira con lupa. La faceta llamémosla liederística no la domina de la misma manera que la puramente operística, entre otras razones porque la ha cultivado menos (en Madrid cantaba por primera vez en público incluso las canciones peruanas) y también porque las exigencias de interiorización del canto no se le dan tan bien como la extraversión teatral. El tenor está convencido, en cualquier caso, de que debe llevar los dos caminos en paralelo. Es una opción. Elegancia Del programa oficial lució especialmente la elegancia melódica con la que afrontó a Bellini. En Tosti o en el bloque francés estuvo exquisito pero sin mordiente, y en las canciones de Manuel García o las peruanas, con una corrección impecable, pero a falta de una chispa de incisividad. Mejorará, sin duda, conforme madure este repertorio. De momento le viene algo distante. Acompañó estupendamente siempre al piano el experto Vincenzo Scalera. El tenor estaba teóricamente en corral ajeno, pues se integraba su recital en el ambiente del lied. Tremenda tensión. Los aficionados a la música clásica son inflexibles en sus dominios. Salió airoso Flórez y consiguió clamorosas reacciones de entusiasmo, justamente... con los fragmentos operísticos. En fin, llega la ópera y se acabó el resto. Cosas que pasan y sorprenden. La traca Flórez: ni lied ni ópera, circo Gonzalo Alonso, La Razón, 15 June 2005 Ciclo de lied Obras de M. García, Bellini, Fauré, Massenet, Bizet, Tosti y cantantes peruanos. Vincenzo Scalera, piano. Juan Diego Flórez. Teatro de la Zarzuela. Madrid, 13-VI-2005. Flórez regaló varias propinas de Rossini Curiosa la participación de Juan Diego Flórez en el ciclo de lied del Teatro de la Zarzuela, pero resultó un triunfo apoteósico. La audiencia tenía muchas ganas de aplaudir y por fin pudo hacerlo. No podía ser para menos después de la «Furtiva lágrima» de «Elissir d'amore», dicha ejemplarmente, y tres tracas: las dificilísimas arias de «Cenerentola» y «Barbero» y, como broche final, «La donna è mobile». La ópera más circense, pero era lo que a esa hora de su actuación, fuera ya de programa, no esperaba, sino exigía el público, tras un repertorio de la mayor banalidad. Fueron un prodigio de interpretación: las agilidades, los agudos, la limpieza y claridad en la dicción, la hermosura del timbre... Sin duda, inigualable. Hay cantantes a quienes no se les da el mundo del lied y prácticamente nunca ofrecen recitales con piano y, entre ellos, alguno tan famoso como Plácido Domingo. Decía hace años el tenor madrileño que algún día prepararía un recital, pero que tenía que ser algo muy estudiado para no caer en las napolitanas y los Tostis, repertorio que han frecuentado otros grandes como Pavarotti o Carreras. Pasó el tiempo, y aún no hemos escuchado un recital de Domingo. Flórez es aún un tenor muy joven, que bastante es que haya tenido tiempo para labrarse una espectacular carrera operística. Ofrece recitales, pero siempre con una mezcla de arias y canciones suramericanas. Sus programas no encajan en el enfoque de los recitales de lied de la Zarzuela, y de ahí que se le pidiese algo «ad hoc», más acorde con lo que es el ciclo. Calentar la voz. El mismo Flórez lo desveló al final, entre propina y propina, en un arranque de sinceridad: «No me digan que no he hecho mis deberes, que he logrado memorizar todas las canciones». No era exactamente cierto, puesto que tuvo más de una partitura sobre el piano que no paraba de ojear. Y cantó un miniciclo dedicado al sevillano Manuel García, canciones intrascendentes que permitieron calentar su voz de oro, y hubo también lugar para un grupo peruano de escasísimo interés. Luego tres de entre las habituales de Bellini. A esas horas, el público estaba un tanto inquieto: el recital iba camino de ser «el desperdicio Flórez». Las canciones francesas de Fauré, Massenet y Bizet anunciaron que la cosa podía cambiar, pero apenas quedaban ya en el programa tres frecuentes Tostis. «Ideale» resultó relamido y rozó la cursilería. Canta con gran musicalidad, pero a veces la sofisticación es excesiva. Musicofilia Alberto González LaPuente, ABC, 15 June 2005 No tiene suerte Juan Diego Flórez con sus recitales madrileños. Cuando no es el aire es la luz. Hace ahora tres años que se presentó en el Teatro Real sufriendo en garganta propia la sequedad de nuestra contaminada atmósfera. Ya se sabe que lo extremo de este clima perjudica a muchos. Se quejaba de ello Felipe II como ahora lo manifiesta el tenor peruano, que algo debe tener de soberano cuando los espectadores proclaman, voz en grito, que estamos ante «el rey». Los incondicionales son así. Fieles, entusiastas y absolutistas. Sí señor. En estos tiempos de anodina corrección, su fidelidad es un bálsamo para el resto del respetable, un acicate para el héroe y una seguridad para la permanencia del «teatro a la moda». Hasta tal punto son parte sustancial del entramado que, por ellos, Flórez terminó este recital en el terreno más propicio. Cantó como primera propina una canción peruana. Bien, pero supo a poco. Empezó a oírse el acompañamiento de la «Furtiva lacrima» y toda la sala fue recogerse en un suspiro. Llegó, por fin, Rossini, por partida doble, y aún «La donna è mobile» y todo fue un acabose. Aplausos y flores se unieron en un solo clamor. Con las propinas se pudo comprobar que la extraordinaria materia de Flórez permanece impoluta, radiante. De ahí el valor de esos regalos tras un recital que no acababa de rematarse. Las razones son varias, al margen de la anécdota del fallo en una de las acometidas eléctricas del teatro y el consiguiente encendido de la luz de emergencia. Flórez se presentaba con un programa esencialmente lírico y musicalmente pusilánime. La correcta gracia de las canciones de Manuel García, la melodiosa cadencia de las de Bellini, algunas peruanas y otras de Fauré, Massenet, Bizet o Tosti, estaban lejos de las profundidades musicales a las que acostumbra el Ciclo de Lied. Y a este repaso «belcantista», Flórez respondía con una voz poco engrasada en las medias voces, en el filado y en el remate de los finales. Sin negar otras cuestiones formales como el hacerse rogar en la entrada al escenario, prolongar en exceso las pausas entre bloques de obras, asomar a veces el rabillo del ojo a la chuleta o la monocorde gesticulación. Por supuesto que por el camino quedaron detalles de altura, pero fue el jaleo de musicófilos y melómanos lo que trajo el espectáculo. |
||||||||||||||||
This page was last updated on: July 7, 2005 |