REVIEWS La Cenerentola, Paris, December 2002 El triunfo de la bondad, 13 December 2002, Mundo Clasico Pura siccome un'Angelina, 19 December 2002, Res Musica Cendrillon dans ses souliers, 11 December 2002, Altamusica Una vez habia un rey, December 2002, Operayre A Parigi una mostra che «vale il viaggio», 20 December 2002, Il Riformista _____________________________________________________ |
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El triunfo de la bondad Jorge Binaghi, Mundo Clasico, 13 December 2002 París, 07 de diciembre de 2002. Palais Garnier. La Cenerentola ossia La bontà in trionfo (Roma: Teatro Valle, 25.01.1817) dramma giocoso en dos actos de Gioachino Rossini sobre libretto de Jacopo Ferretti, basado en 'Cendrillon' de Charles Perraut y en los libretos de Charles-Guillaume Etienne y Francesco Fiorini para 'Agatina, o la virtù premiata'. Edición crítica de Alberto Zedda. Dirección escénica: Jerôme Savary; escenografía y vestuario: Ezio Toffolutti. Intérpretes: Joyce DiDonato (Angelina), Juan Diego Flórez (Ramiro), Alessandro Corbelli (Dandini), Simone Alaimo (Don Magnifico), Lorenzo Regazzo (Alidoro), Jeannette Fischer (Clorinda), Anna Steiger (Tisbe). Coro y Orquesta de la Opera de París. Dirección de orquesta: Carlo Rizzi. Producción de la Ópera de París. Teatro con localidades agotadas y un público que, si bien no sabe a veces cuándo, dónde y si aplaudir, se lo pasa bomba. Pero a ratos, y en parte, mucho más que eso, que ya es mucho. Nadie es perfecto, como todos sabemos, y seguramente con un director más sensible e imaginativo que Carlo Rizzi, que es un profesional solvente, pero hace languidecer y da un empaque innecesario a la obertura, atropella los crescendi que no suenan naturales productos de la situación sino una furia musical a veces algo emborronada, los resultados serían altísimos, |
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Corbelli, Regazzo and Flórez Photo: Opéra International February 2003 |
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pero ya así alcanza. O con otro director de escena menos "imaginativo" que Jerôme Savary que, extrañamente, no se desmelena como era de temer sino a ratos (esa persistente ansiedad por hacer que todo se mueva, baile y gire, venga a cuento o no estropeó en parte la gran entrada de Dandini en el primer acto) y que tiene algunos rasgos verdaderamente geniales, pero al que su genialidad le puede y no sabe parar la acumulación de gags. Cuando esta ópera genial no es ni seria ni bufa, sino un melodramma giocoso: ni mera burbuja ni profundidades insondables. Esta Cenicienta ligeramente irónica y desencantada, muy burguesa, cambia la ceniza por el trono sin perder su interés por lo humano ni sus sentimientos: una bella y eficaz adaptación del cuento y la fábula eternas que tanto nos dicen, seamos o no niños, sobre nosotros mismos. El gran rondó llega al final, pero Angelina, aunque con partes muy exigentes, el único "solo" que tiene antes, e interrumpida muchas veces, es esa simple y maravillosa "Una volta c'era un re", cuyo texto convendría no perder de vista: para hacer bien la obra y para llegar a algo más que la diversión, que sin duda la obra también posee. Pero en Rossini NADA se hace sin el canto y los cantantes. Si Anna Steiger exhibe una voz importante pero siempre problemática en 'Tisbe', Jeannette Fisher es ya una excelente 'Clorinda', de voz no bonita pero sí muy en estilo y con toda la técnica (y la capacidad escénica) para esta difícil parte de la peor de las dos hermanastras. Joyce DiDonato es, sin duda, la única mezzo norteamericana de coloratura de estos tiempos con una voz natural y no fraguada, de gran extensión e igualdad en los registros (el pasaje es magnífico), dominio del canto de agilidad, una espléndida figura y una actriz meritoria. Tal vez sea en el fraseo, particularmente en los recitativos y en la interpretación donde aún le falte ese plus de personalidad y espontaneidad de las grandes intérpretes del rol, que nunca han abundado. Merecidamente aplaudida, no fue la única ni -pese al gran efecto de su rondó- la que más. En efecto, me gustaría conocer al genio que logró esos cuatro intérpretes masculinos prácticamente inmejorables, que no eran para mí una novedad ni una sorpresa, pero a los que no esperaba a tan alto nivel. Qué gusto poder escribir esta parte de la crítica. Simone Alaimo hizo de su 'Don Magnífico' no sólo un fantoche bonachón, sino por momentos un personaje desagradable, ingrato y cruel; su voz lució magnífica aunque algo clara para el rol, pero esto que acabo de escribir es una tontería propia de crítico (ciertamente hace más falta un bajo que un barítono, pero fuera del aria de entrada, donde además fue incomodado por varios ruidos, no se notó). El 'Dandini' de Alessandro Corbelli, ya cerca de la veteranía, fue anonadante, no sólo por el extraordinario estado vocal y el color que la voz conserva, sino por la clase de fuera de serie con que dijo recitativos -en ellos está buena parte de la magia rossiniana, y lo que parece ser tan difícil, él lo hace como si tal cosa- y se movió en escena: difícil quitarle los ojos de encima aunque no contara (claro que no estaba nunca quieto). El dúo de los dos "cómicos" fue uno de los mejores ejemplos de gran canto rossiniano que atesoro en mi memoria, pero eso sólo da una pálida idea de la maestría de Corbelli. Y después estaba la pareja de preceptor y alumno, o sea 'Alidoro' y el príncipe 'Ramiro'. Si digo Juan Diego Flórez casi me eximo de escribir más. A los veintinueve años este hombre jovencísimo es ideal para la parte por figura, dominio escénico (nunca vi príncipe tan decidido, enérgico y al mismo tiempo tan novato en las cosas del amor; mejor, nunca vi uno en el que se viera ese rey del que habla la canción de Angelina: ahora lo he visto y me pregunto cuándo lo volveré a ver) y, ahí es nada, una voz soberana de timbre (a veces se vela ligeramente en las partes centrales -otra minucia que ni habría que mencionar, porque seguramente es pasajera-), brillo y extensión en la zona aguda, con una desconcertante maestría para resolver los problemas musicales más intrincados. Se lo aplaudió hasta el delirio en su aria, pero se olvidó de hacerlo al menos de la misma forma en su primer dúo con 'Angelina' (recitativos incluidos, claro) que fue incluso más apabullante como lección. Y de lecciones hablando llegamos a 'Alidoro'. Sorpresa: su difícil aria, generalmente un suplicio o apenas correcta en público, se convirtió en el primer gran aplauso de la velada. Más que merecido: el endiablado ataque en pianísimo creo no haberlo oído nunca. Ciertamente costó algo, pero sin vacilar en la afinación ni variar el color continuó la frase y la expandió en toda el aria con una capacidad poco común en un bajo noble, de bella voz, flexible, dechado de articulación, acción elegante e irónica, con un punto de desencanto y de ternura. Bravo por Lorenzo Regazzo, un hombre también joven que sabe dónde está su repertorio, que lo cultiva cada vez mejor y que hizo pasar -tal vez su gran éxito incluso al final de la velada se debió a que la gente de un modo u otro lo advirtió- desde "Un tantin di carità" la faz más oculta de ópera y autor: un bon vivant, ciertamente, pero fino, inteligente y generoso como demostró cuando dejó de componer. lguien que, desde 1817 y hasta hoy, nos hace creer que, gracias a los 'Alidoros' y a sus buenas obras, los príncipes se convierten en esa rara especie de reyes, las cenicientas dejan de fregar para ocupar el lugar que les corresponde, los perversos son castigados con el amor, etc. etc. O no nos creemos tal vez nada con los tiempos que corren, pero al menos en el teatro y durante esas escasas tres horas -¿por qué no serán seis?- gracias a los resortes de la vieja fábula sin hadas y al milagro de la música de Rossini, la bondad parece tener la posibilidad de triunfar una vez más. Ojalá. Pura siccome un'Angelina Jacques Duffourg, Res Musica, 19 December 2002 Paris. Palais Garnier. Les 7*, 9, 11, 13, 15, 20, 24, 26 et 31 Décembre 2002. Gioachino Rossini : La Cenerentola (Cendrillon), ossia La Bontà in trionfo. Melodramma giocoso in due atti ; libretto di Jacopo Ferretti d' après Perrault. Création au Teatro Valle de Rome, le 25 Janvier 1817. Simone Alaimo (Bruno Pratico les 20/26/31-12) : Don Magnifico ~ Joyce DiDonato : Angelina ~ Alessandro Corbelli (Giorgio Caoduro les 20/26/31-12) : Dandini ~ Lorenzo Regazzo : Alidoro ~ Juan Diego Flórez (John Osborn les 20/26/31-12) : Don Ramiro ~ Jeannette Fischer : Clorinda ~ Anna Steiger : Tisb. Peter Burian (Chef de Chour) ~ Alexandre Stepkine (Chorégraphe) ~ Alain Poisson (Lumières) ~ Ezio Toffolutti (Décors et Costumes) ~ Jérôme Savary (mise en scène). Orchestre et Chours de l'Opéra National de Paris, Carlo Rizzi (direction). Le célèbre conte de Perrault a inspiré - pour l'opéra - deux Musiciens d'esthétique radicalement antagoniste, Gioachino Rossini et Jules Massenet. Si ce dernier a insisté sur la dimension féérique, voire fantastique, en écrivant une parabole tendre et nostalgique sur le thème de l'Enfance ; le Pésarais, quant à lui, a jonglé savamment (comme Savary) avec les éléments serio et buffo. Encore une perle rossinienne à l'Opéra de Paris, après Il Barbiere di Siviglia dépoussiéré de Coline Serreau. Et pourtant, si l'on se remémore la première de cette Cenerentola en 1817, le succès n'avait pas au rendez-vous, hormis le Largo et la Strette du Quintette, le Septuor du « I » - et le Rondo final. Rarement le sous-titre (« Le Triomphe de la Bonté ») de ce melodramma giocoso aura été si éloquent. Ce pur joyau au charme discret, faux opéra bouffe en fait, est un conte d'une profondeur psychologique rare : l'itinéraire initiatique d'une enfant livrée à elle-même au sein d'une famille recomposée. Un petit grillon du foyer, d'une noble humanité ; un cour simple, une grande petite âme laquelle saura accorder sa clémence (thématique si mozartienne.) malgré les humiliations passées. Morale de l'opéra : le pardon constitue la meilleure des revanches. Et toc. A ce sujet, Martine Dupuy, dans le remarquable numéro de l' « Avant- Scène Opéra » affirme avec raison qu' Angelina, c'est le triomphe de l' intelligence humaniste sur la bêtise matérialiste. La distribution requiert des acteurs -chanteurs de tout premier ordre. Juan Diego Flórez (au rôle assez secondaire tout de même) est le ténor idoine pour endosser les atours princiers de Ramiro. Dans « Si ! Ritrovarla io giuro », les aigus fusent avec une projection parfaite ; au surplus, un chant mâle empreint de douceur lui inspire des mezza voce quasi immaculées. Simone Alaimo, à son apogée vocal, dessine un Don Magnifico référentiel auquel est dévolu la partie musicale la plus nourrie. Le duo « Un segreto d' Importanza », met au premier plan Alessandro Corbelli (inusable Dandini), très Belcore de L'Élixir d'Amour : moment d'anthologie, malgré l'irréparable outrage du temps sur la texture de la voix. Et encore : époustouflant, le mot n'est pas trop fort, l'Alidoro sur les ailes d'or de Lorenzo Regazzo (hélas si trivial Figaro avec M. Jacobs, en 2001 au TCE !). Jeannette Fischer nous refait le grand jeu - et le grand écart - en Clorinde ; cette fois-ci appariée à l'inénarrable Anna Steiger, qui lui répond fort bien. Dans cet univers évoluant entre Les Simpson, Betty Boop et Popeye (Clorinde ressemble à Olive !), il reste le « cas » Joyce di Donato. Revenue comme Jeannette Fischer du Barbiere précité, la belle Américaine atteint de nouveau des sommets vertigineux. Ni la Von Stade, ni la Berganza, ni même la Berbié du grand cru de 1978 ; ni encore la Larmore in loco in situ (1996) pourtant à son faîte musical, ni même - peut-être - la Bartoli de Houston 1995 (VHS, DVD) ne sont parvenues à un tel niveau. Beauté et plénitude sans pareilles de la Femme ; égalité et variété tout à la fois : beaucoup, déjà ! Opulence du métal très aurifère, largeur épatante en tessiture (graves jamais poitrinés, aigus resplendissants), inondant tout Garnier... Vastitude encore du volume, conjointe à la modestie et à la tendresse du regard : c' est un alpha et un oméga opératique ! Un raffinement, sa Canzonnetta d' entrée est distillée telle une prière introspective avec une pudeur infinie, qui rappelle la Ballade de Marguerite, « Il était un roi de Thulé » - mais oui ! Celle-ci est murmurée à fleur de lèvre, comme si la mélodie venait de très loin, presqu'étouffée par les cendres qui recouvrent les flamboyances d 'une voix que l'on devine puissante. Vocalità ? Sans peu de rivale assurément, osant de délirants gruppetti de notes piquées, que nul sans doute n'aura jamais entendu dans le « Non piu mesta ». La composition théâtrale est très fine, l'artiste se gardant bien de faire acte de présence pendant deux heures ; avant de «retrousser ses manches » pour le célébrissime Rondo final - ainsi que font certaines. Joyce di Donato est une Cendrillon à la progression psychologique suave, simple, continue et homogène - jamais manichéenne - dont le feu d'artifice conclusif n'apparaît non seulement pas « plaqué » mais tout naturellement. logique, dans le prolongement d'un personnage achevé. Arriver à cela dans le cadre d' un des archétypes des Contes de Perrault (que le livret de Ferretti ne suit pas à la lettre, loin de là) : c'est, vraiment, du très très grand art. Elle rappellerait par moments la pathétique Katia Kabanovà d'Angela Denoke. Comme elle, Angelina est un Cygne quasi baudelairien aux ailes entravées, qui les déploie dans le « Non più mesta ». La mise en scène n'a pas pris une ride : pittoresque Savary, qui propose une lecture très « second degré » avec clins d'oil (à Perrault, justement : citrouille, pantoufle.) sur fond de carton-pâte voulu et assumé. Il bannit les pitreries et autres gugusseries vulgaires, en respectant l' esprit comme la lettre du compositeur, évitant de dénaturer la verve spontanément jaillissante de cet épicurien de génie. Les chours sont parfaitement en place malgré quelques contorsions inutiles. Carlo Rizzi commence bien mal, fidèle au pâle niveau qu'on lui connaît. La géniale Sinfonietta en guise d'Ouverture, est ici complètement ratée ; sur les trois plans motorique, coloriste et volumétrique. Petite précision, c'est un repiquage de La Gazetta, unique opéra-comique composé pour Naples. Cependant, magie de Rossini, des chanteurs - ou tout cela conjugué : Rizzi devient presqu' excellent à partir du premier Air de Don Magnifico ; et assure tout le reste, ensembles volcaniques compris - parmi lesquels le Sextuor échevelé « Questo è un nodo avviluppato » -, sur les chapeaux de roue du carrosse. Qu'un garçon de vingt-cinq ans, Gioachino Rossini, parvienne à signer un tel chef d'ouvre, richissime en fait de musique (à notre sens, une des meilleures partitions du Maître, qui sont d'un niveau général élevé) : voilà qui pourra, nous l'espérons, contribuer en 2002 - car rien n'est jamais gagné - à poursuivre l'aggiornamento entrepris depuis la « Rossini Renaissance » (Callas, Armida, 1951). Chose étonnante, l'ouvre ne comporte qu'un seul rôle de ténor (et légèrement en retrait, comme on a dit) - ce que les circonstances buffe ne peuvent à elles seules expliquer ! Quand beaucoup de grandes réussites napolitaines (Armida, donc, plus La Donna del Lago, Zelmira, Otello, Ermione.) en font une consommation effrénée : jusqu'à quatre de premier plan, pour le premier nommé ! Dans le genre dit serio, seule Semiramide, avec Idrène, parviendra à une telle épure ténorisante. C' est ainsi, via la comédie de caractère, un grand pas vers la fin du Rococo - et la naissance, d'un certain point de vue, du « Grand Opéra », parabolique ET psychologique. Derrière le timide prince Ramiro se devine - inversée - l' ombre immense à venir, filiale et impérieuse pourtant, de l'atypique Arnold de Guillaume Tell. Opéra-testament du compositeur, et pierre de touche d'un XIXe siècle naissant, que l'Opéra National de Paris se propose de remonter (enfin) lors de la présente saison. Un autre hommage à Rossini à ne pas manquer ! Paraphrasons Helvetius : « Toute époque n'a pas forcément ses Grands Hommes. Hélas, quand elle les a, souvent elle les oublie ». Ces quelques lignes de reconnaissance envers le « Cygne » de Pesaro sont dédiées à Christian Peter. Article rédigé conjointement par Jacques Duffourg et Étienne Müller. Cendrillon dans ses souliers Michel Parouty, Altamusica, 11 December 2002 Peut-être est-ce l'effet Disney, mais le retour de Cendrillon coïncide souvent avec la période des fêtes. Justement, pour ce qui est du sens de la fête, Rossini reste un maître incomparable. Et avec Jérôme Savary pour orchestrer cette Cenerentola, il n'y a même plus besoin de lampions pour que les yeux des spectateurs s'illuminent. Le moins qu'on puisse dire c'est que six ans après sa première apparition cette production n'a pas trop mal vieilli. Sans doute la mise en scène de Jérôme Savary ne fait-t-elle pas toujours dans la dentelle, mais il n'est pas le seul à s'en donner à cour joie avec les personnages bouffes. Ce qu'on peut lui reprocher, en revanche, c'est de se limiter au comique de l'intrigue, et de ne pas faire grand cas du sous-titre de l'ouvrage, " le triomphe de la bonté ", passant ainsi en partie à côté du personnage si attachant d'Angelina. Du coup, Joyce DiDonato, bonne technicienne, chanteuse agréable malgré d'évidentes inégalités de registre, vocalise avec énergie, mais son incarnation manque quelque peu de poésie. Autour d'elle, des silhouettes amusantes un moment mais vite lassantes (Anna Steiger/Tisbe, et Jeannette Fischer, Clorinda aux éternelles grimaces), un Dandini qui a le bon goût de ne pas en rajouter dans la farce (Alessandro Corbelli), et qui ne se laisse pas dévirer par le Don Magnifico de Simone Alaimo, belcantiste émérite et parfait musicien, dont on apprécie la forte présence et le timbre toujours opulent. Nouvelle étoile lyrique d'un répertoire exigeant, Juan Diego Florez ne déçoit pas un public qui l'accueille chaleureusement, et vole la vedette à Cendrillon. Il est vrai que son aisance, son suraigu éclatant (mais encore un peu forcé), son chant facile et stylé, sa voix suffisamment corsée l' éloignent heureusement des ténors légers qui trop longtemps ont donné de Ramiro un portrait caricatural. Plutôt superficielle, la direction de Carlo Rizzi n'en est pas moins alerte et donne le ton d'un spectacle sympathique, qui n'a aucun mal à conquérir un public acquis d'avance pour cette Cendrillon décidément à l'aise dans ses souliers. Una vez habia un rey. Jorge Binaghi, Operayre, December 2002 "La Cenerentola" de Rossini. Opera de París. Palais Garnier. 7 de diciembre de 2002 La partitura entre hilarante y melancólica ("melodramma giocoso", recuerden, de valor edificante y algo irónico) del genial "cisne de Pesaro" volvió una vez más a encantar, divertir y emocionar. Con unos magníficos decorados y adecuado vestuario (sobre todo el ridículo de padre e hijas, pero también los disfraces y los "galantes") de Ezio Toffolutti, la puesta de Jerôme Savary resultó menos gratuita y arbitraria que otras veces, aunque no pudo contenerse en más de un momento al que sepultó literalmente entre ruidos y movimientos tan inútiles como exagerados: el teatro musical de Rossini tiene un ritmo endiablado que no se marca con un bailoteo incesante del coro, por ejemplo: eso agrega confusión, no entretenimiento ni humor, Ciertamente, hay ideas muy buenas pero otras corren el riesgo de hacer pasar desapercibida la entrada de Dandini (uno de los fragmentos vocales con los que debe soñar todo barítono -o bajobarítono- brillante). Mientras eso ocurría arriba del escenario, abajo Carlo Rizzi se ocupaba del aspecto "serio", con tiempos y dinámicas poco adecuados, crescendos que no eran tal sino algo exterior y precipitado -ni siempre bien concertado- y carente de cualquier inspiración. Pero es un director sólido, aunque no pase de ahí y a veces se quede del otro lado. Con los cantantes la cosa fue decididamente de otro calibre, por suerte para Rossini. Las hermanas fueron bien interpretadas por Jeannete Fischer (Clorinda de voz agria pero solvente en lo estilístico y técnico) y Anna Steiger (una voz importante para Tisbe, pero siempre en busca de su identidad, que a estas alturas me temo que ya no hallará). Joyce Di Donato es la mejor -si no la única- verdadera mezzo coloratura que últimamente aparecen por Estados Unidos. Sin publicidad ni especialidades añadidas, la joven cantante cumple de forma descollante en lo vocal (voz pareja, firme, extensa, timbrada, buen manejo de la agilidad) y adecuada en lo escénico: cierto amaneramiento, sobre todo en el fraseo de los recitativos, quizá desaparecerá con el tiempo. De todos modos, una gran Angelina, sobre todo teniendo en cuenta todas las cantantes en que uno pueda pensar hoy (a excepción de Kassarova, que la canta poco, y Kozema, que no la canta, al menos que yo sepa). Pero donde la Opera de París demostró por qué es un gran teatro, por encima de reparos y debilidades, fue en la distribución masculina. Nunca vi una igual, tan equilibrada y prácticamente perfecta. Si el Don Magnifico de Simone Alaimo es algo claro, su interpretación vocal y escénica fue in crescendo -como debe ser en Rossini- y si cantó cada vez mejor, no hizo simplemente bufonerías, sino que por momentos fue un personaje cruel, desagradable y vengativo aunque profundamente ridículo y -como sucede en el mecanismo de relojería rossiniano- finalmente tan humano que uno le pasa -no del todo- por alto su falta de cualidades. Pero, claro, tenía como "socio" al mejor intérprete de este repertorio en la actualidad: Alessandro Corbelli dictó cátedra en su Dandini; su gesto fue exacto y natural, su dicción única, y ni siquiera en los momentos menos "nobles" de su personaje resultó vulgar. Que pueda seguir cantando con un fiato notable y un color y volumen más que regulares dice todo sobre su preparación, estilo, técnica y nivel: sencillamente no se puede oir mejor el dúo "Un segreto d'importanza" ni el sexteto "Questo è un nodo avviluppato". Después están el preceptor y el discípulo. ¿Alidoro, importante? Cuando se le deja su aria -temible- y todos sus recitativos e intervenciones en los conjuntos, muy respetable. Si lo canta y lo dice y lo interpreta alguien tan conocedor de la ópera barroca y de Mozart y Rossini como el aún joven Lorenzo Regazzo, puede causar sorpresa a los que no lo conocen y desencadenar la primera gran ovación de la noche, como ocurrió, con justicia, esta vez. Chispeante, irónico, noble, también él de articulación y agilidades perfectas, logró atacar -con cierta dificultad pero con resultado notable- el aria en pianísimo para crecer sin cambiar de color ni de afinación de un modo que incluso a quien -como yo- esperaba mucho de él lo tomó por sorpresa: bravo. ¿Y qué decir de Ramiro? Juan Diego Flórez parecía por una vez el príncipe de los cuentos de hadas: figura, voz, color, extensión (se vela un poco en los momentos más líricos y de mayor exigencia de fiato y de canto legato, particularmente en el extremo grave, pero eso es nada): ¡qué extensión, señores! La ovación que premió "Sí, ritrovarla io voglio" fue un alarido que hacía mucho no oía en un teatro: justo premio a quien, tan joven, sabe y da tanto, interpreta con energía e intensidad y canta absolutamente cada nota con igual interés (lástima que no le hubieran respondido del mismo modo en el primer dúo con Angelina, porque eso fue más antológico aún que el aria). Recordando con enorme emoción y agradecimiento aquella lejana y cercana CENERENTOLA que impuso el título definitivamente (espero) en el Colón en 1967, con tres grandes B (Berganza, Bruscantini, Bartoletti), el hecho de que 35 años después se pueda seguir escuchando con idéntico asombro, placer y admiración la canción de Angelina que da título a esta reseña - la del principio de los cuentos de hadas- parece darle, contra todo, la razón a Rossini: a lo mejor gracias a él todavía podemos encontrar (o por lo menos creer en la posibilidad de que exista en alguna parte) a un rey que, despreciando fastos y bellezas, elija la inocencia y la bondad. A lo mejor, las cenizas que Angelina deja atrás con tanta inteligencia y nobleza nos ayudan a encontrar el camino que al parecer hemos perdido: ¿frívolo, Rossini? Un hombre que amaba la vida, en todo caso, y que, como su príncipe, sabía ver y encantarse, cuando la encontraba, la difícil sencillez. A Parigi una mostra che «vale il viaggio» Il Riformista, 20 December 2002 Bel canto e basta. All'Opera Garnier, risplendente dopo un accuratissimo restauro, Juan Diego Florez risveglia l'altrimenti soporifero pubblico francese. Del resto nessuno riesce a resistere alle note del più gran tenore di Bel Canto di questi ultimi cinquant'anni. Dizione perfetta, bello come un divo del cinema, musicalmente poetico, Diego Florez è il protagonista di una Cenerentola di Rossini diretta da Carlo Rizzi che forse ha qualche difficoltà con l'orchestra de la Ville de Paris (persino Verdi se ne lamentava), ma la vera pecca è la regia di Jerome Savary al suo consueto ridondante e volgare. Peccato perché le voci di Anna Steiger, Alessandro Corbelli, Joyce Di Donato e di Lorenzo Regazzo sono più che buone . |
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