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December 2004
                    «Nunca he sido un melómano», Ópera Actual, December 2004
                    En la cima del mundo, La Republica, 25 December 2004
                    «Vi regalo nove do di petto», Il Mattino, 28 December 2004
                    The next Pavarotti, moi?, The Independent, 20 December 2004

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Juan Diego Flórez: "Nunca he sido un melómano"
Pablo Meléndez-Haddad, Ópera Actual, December 2004

Es el tenor del momento, y sorprende que ostente la corona al reconocérsele sólo como un experto rossiniano. Odia las entrevistas porque le roban parte de su tiempo libre, un tesoro que valora desde la perspectiva de fenómeno mediático. El cantante peruano, que continúa manteniendo un idilio con el Festival de Ópera Alfredo Kraus de Las Palmas de Gran Canaria, es ahora un nombre usual en las temporadas españolas. El mes que viene debuta en el Teatro Real con Il Barbiere di Siviglia, una de sus óperas favoritas.

Ópera Actual: Desde la distancia, ¿cómo recuerda su debut en Pesaro en 1996 (Matilde di Shabran), que le abrió las puertas de La Scala al curso siguiente (Armide)?

Juan Diego FLÓREZ: Este verano tenía pocas ganas de volver a hacer Matilde, pues significaba tocar un recuerdo muy bonito que denotaba toda la inconsciencia que tuve al aceptarla en 1996. Me ha dado gusto volverla a cantar y verificar que la ópera con la cual mi nombre había estado unido al comienzo de mi carrera ahora la puedo hacer incluso mejor.

Ó. A.: Que Riccardo Muti lo llamara con sólo 23 años debe haberlo influenciado mucho...

J. D. F.: Como le decía, ésa era una epoca de inconsciencia. Entonces todo resultaba sin que yo pudiese darle a cada cosa el peso necesario. Creo que records como éste en música no son para enorgullecerse. En este caso, sin lugar a dudas, darle la oportunidad a un muchacho sin mayor experiencia denota también coraje. Indudablemente una ocasión como ésa significa mucho. Y muchas puertas se abren automáticamente.

Ó. A.: En el Covent Garden debutó y obtuvo buenas críticas en 1997 (Elisabetta) también, como en Pesaro, sustituyendo al tenor. ¿La suerte le sonríe?

J. D. F.: Tener suerte influye mucho, pero hay que estar preparado; de lo contrario puede ser contraproducente. Yo había hecho una audición para Carlo Rizzi, un director amigo de Ernesto Palacio, quien dirigiría esa Elisabetta de Donizetti que se reponía en Londres por primera vez en mucho tiempo. Se acordó de mí cuando tuvo necesidad y me llamó. Recuerdo que recibí la partitura por fax y comencé a trabajarla en el avión que me llevaría a Londres pocas horas después...

Ó. A.: Que cuente con el apadrinamiento de Pavarotti quien ha declarado que le considera su sucesor ¿es un trampolín o una carga de responsabilidad?

J. D. F.: Sin lugar a dudas es una responsabilidad, si bien también es muy halagador. Pero hay que entender que esto no significa que yo tenga que hacer su mismo repertorio o que tengamos las mismas características vocales.

Ó. A.: ¿Qué ha supuesto Ernesto Palacio en su carrera?

J. D. F.: Conozco a Ernesto desde 1994, y desde un primer momento me quiso ayudar. De hecho unos meses después de haberle hecho la audición en Lima [Perú, donde Flórez nació en 1971] me invitó a cantar junto a él en Italia en una producción de la que se hizo una grabación discográfica. Con él he preparado todos los papeles que he hecho hasta ahora de una manera muy especial, buscando entre ambos las soluciones. Creo que esto es lo mejor de todo. Actualmente me escucha durante los ensayos y me dice lo que le parece mejor cambiar o afinar. Es importante tener una persona de confianza que te sirva de tercer oído.

Ó. A.: Se han vertido algunas opiniones sobre la perfección de su técnica. ¿Se considera ya un maestro?

J. D. F.: En absoluto. En estos años de carrera he visto lo que he mejorado y trato de ver siempre lo que queda por superar; es parte de mi carácter autocrítico. Sé cuáles son mis limitaciones; si no puedo mejorarlo en el momento, hay que intentar que los errores se noten lo menos posible. Me gustaría mucho poder mejorar tantas cosas... Ciertamente el trabajo con la voz y el propio físico no acaba nunca.

Ó. A.: En alguna ocasión ha manifestado que un cantante vive su plenitud entre la veintena y la treintena. ¿Usted ya la ha alcanzado?

J. D. F.: Espero que no, espero que la plenitud todavía esté por llegarme y que me dure. Sin lugar a dudas la juventud ayuda mucho, pues la voz es fresca y los músculos responden. Pero la técnica es la que tendría que estar madura lo antes posible para que el trabajo sea conciente y dure.

Ó. A.: Usted que ha estudiado en los Estados Unidos, ¿cree que hay diferencias a la hora de orientar la carrera de canto allí respecto a Europa?

J. D. F.: En los Estados Unidos se estudia muy bien música; allí se ofrece una muy buena preparación musical y teatral, pero vocalmente tienen una idea que, al menos para mí, no funcionaba mucho, pues querían que fabricara mi voz para obtener un resultado más lírico. Este aspecto es el que Palacio me hizo ver; con él pude darle a mi voz una emisión más clara y genuina. Eso me permitió mejorar la extensión, la coloratura y la flexibilidad.

Ó. A.: ¿Qué dirección seguirá en cuanto a repertorio?

J. D. F.: Creo que continuaré haciendo el mismo repertorio que he estado haciendo hasta ahora y seguiré con Rossini hasta que me dé cuenta de que no puedo mantener el nivel que quiero. Poco a poco he ido ampliando el repertorio con títulos como Sonnambula, Maria Stuarda y Puritani. Para el futuro tengo programados mis debuts en Elisir d'amore y Rigoletto, mi primer verdi. Y no creo que incluya otro título más en mi repertorio al menos durante unos cinco años, o incluso más.

Ó. A.: En pocas semanas debutará en el Teatro Real con Il Barbiere di Siviglia. ¿Qué Conde de Almaviva se podrá ver y escuchar en Madrid?

J. D. F.: En realidad no sé qué tipo de carácter le darán a este Barbero tanto el director musical como el regista. Sólo puedo decir que espero divertirme tanto como lo hago siempre que canto esta ópera, y que el público se divierta, por supuesto.

Ó. A.: En España, con sus múltiples apariciones en los últimos tiempos, se ha creado una legión de admiradores. ¿Cuáles son sus compromisos en este país que lo admira tanto?

J. D. F.: A España siempre regreso con mucho gusto y en lo personal también es siempre muy agradable volver a encontrarme con las mismas caras felices; eso me da mucha satisfacción. Fuera del Elisir de Las Palmas tengo una Sonnambula en Bilbao, Semiramide en el Liceu y conciertos en Madrid, Sevilla, Barcelona y Albacete. Para más adelante hay proyectos en el Liceu con Cenerentola y La fille du régiment.

Ó. A.: Usuarios del Foro de ÓPERA ACTUAL en Internet coincidieron con usted y el resto del elenco de La donna del lago en un restaurante coruñés y no dudaron en asaltar a sus ídolos. ¿Cómo lleva la relación con los aficionados y con su corte de admiradores?

J. D. F.: A eso me refería antes: es una satisfacción reencontrarse con gente que ha quedado satisfecha de lo que has hecho y, sobre todo y como pasó en esa ocasión, verificar la espontaneidad y amabilidad españolas.

Ó. A.: ¿Cómo lleva el estrés mediático de una carrera triunfal?

J. D. F.: Bueno, diría una mentira si dijera que me gustan las entrevistas... Sobre todo porque siempre hay que repetir las mismas cosas, los mismos temas. Las preguntas se repiten... Pero el principal motivo que tengo para huir de las entrevistas es que me cansan vocalmente; cuando tengo un día de descanso la verdad es que prefiero no hablar, ver un partido de fútbol en la televisión, comer bien y en buena compañía... En suma, olvidarme del trabajo.

Ó. A.: ¿Tiene el poder para escoger qué y cuándo grabar con su discográfica?

J. D. F.: Tengo bastante libertad para decidir cuándo y qué grabar en mis recitales, pero desgraciadamente no tanto para las integrales. Es un momento no tan bueno para las discográficas y el mercado está algo saturado. De todas maneras espero poder grabar las óperas más populares de mi repertorio.

Ó. A.: En este sentido, ¿cuál es su próximo proyecto?
J. D. F.: Acabo de terminar de grabar un compacto de música latinoamericana que saldrá en el año 2005. Hemos contado con dos arreglistas muy buenos: Ángel Cucco Peña, de Puerto Rico, y Albert Guinovart, de Barcelona. Yo también he arreglado personalmente algunas canciones peruanas.

Ó. A.: ¿Está de acuerdo con que exista la discografía pirata?

J. D. F.: Me da gusto escuchar de vez en cuando las cosas hechas en teatro; incluso encuentro que a veces tienen más vida que las hechas en estudio. Otras veces me pasa que encuentro mi voz mejor que en algunas grabaciones profesionales. Pero la piratería es una de las principales culpables de la crisis del mercado discográfico, y eso no hay que olvidarlo.

Ó. A.: ¿Cuál cree que es una buena fórmula para incentivar a los jóvenes a escuchar ópera?

J. D. F.: Muchos han comenzado a amar la ópera cuando de niños eran llevados al teatro por sus padres; otros comenzaron a hacerlo más adelante, incluso por casualidad. De todas maneras, creo que este proceso tiene que ser natural, nunca impuesto, y sabemos que este arte no es para todo el mundo, porque será siempre una minoría la que ame la ópera.

Ó. A.: En sus comienzos como cantante estuvo vinculado a otros géneros musicales.

J. D. F.: En realidad yo no era un melómano cuando era joven y la música que me gustaba era la popular peruana y la de los jóvenes de mi edad. Me interesé por estudiar música en general y después canto, pero el interés por la ópera vino más tarde. Cuando era joven solía cantar en reuniones y bares música peruana criolla y también formé un grupo de rock con un repertorio que se movía entre el de los Beatles y los Rolling Stones... No era malo... Incluso gané un concurso en un festival de nuevas canciones.

Ó. A.: ¿Cómo es su relación con Mozart? ¿Le interesa?

J. D. F.: A Mozart le tengo mucho respeto y considero que el estilo y la técnica necesarios para cantarlo bien son muy exigentes. Por otro lado no todos los roles de Mozart le quedan bien a mi voz; el Don Ottavio, por ejemplo, es bastante bajo para mis características vocales. En todo caso, tengo planeado dedicarle un disco.

Ó. A.: Si pudiera escoger, ¿con qué tipo de papeles le gustaría llegar a la madurez como intérprete?

J. D. F.: Antes le decía que no nací siendo un melómano y puedo decirle que ahora todavía no lo soy. No considero que lo que hago sea menos de lo que hacen otros y no me muero de ganas por cantar otro repertorio. A mí me interesa la música sobre cualquier otra cosa y los autores que canto me dan muchas satisfacciones en este sentido. Tal vez, por necesidades musicales e interpretativas, a veces sienta ganas de variar en algo mi repertorio, porque, por ejemplo, con Puritani gocé mucho con un canto más romántico. Pero estoy contento con lo que hago.


En la cima del mundo
Ángel Páez, La Republica, 25 December 2004

La mejor publicación del planeta especializada en música clásica, encumbra a Juan Diego Flórez entre los mejores de su clase y destaca tanto su calidad vocal como su imponente personalidad.

La revista de música clásica más importante del mundo, The Gramophone, se pregunta en su último número del año quién es el más grande tenor que interpreta el repertorio italiano. Es una encuesta a ocho de los más importantes tenores del mundo, entre ellos Luciano Pavarotti, Plácido Domingo y Juan Diego Flórez. Del grupo, sin embargo, The Gramophone le dedica la portada solo al peruano y bajo el título "Asciende y asciende". También le ofrece un amplio reportaje llamado "Él no es un ligero", en alusión a ciertos críticos que destacan la calidad de la voz de Flórez pero que consideran que no llega a calificar como un tenor de peso. "Tal vez es el tenor de bel canto que todos estábamos esperando", lo elogia la publicación inglesa. Y sin ahorrarse un ápice de entuasiasmo sentencia: "¡Quizás sea el David Beckham del bel canto!". Sin embargo, The Gramophone prefiere que Flórez se defienda solo.

Admiro a Alfredo Kraus pero yo no voy a cantar los roles pesados que hizo. Él cantó 'Bohème', cantó 'Werther' y cantó 'Lucía'. No voy a hacer ninguno de esos papeles. Pero, por supuesto, sí haré lo que hizo con 'I Puritani', 'Sonnambula' o 'La figlia del reggimento', que son menos heroicos y menos bajos. Pero lo que no voy a hacer es cantar cualquier cosa. No me gustan los papeles heroicos en medio de grandes orquestas que exigen toda la potencia de la voz. Lo mío es otra cosa: es algo que no implica mucha fuerza de la orquesta y que carece de heroísmo. Es un papel alto hasta cierto punto y un poco al centro.

Acaba de estrenar su tercer álbum en solitario, Great Tenor Arias, con la Orquesta Sinfónica de Milán Giuseppe Verdi, y aunque el título suena pretencioso, la producción ha merecido exaltados elogios. Sus dos anteriores discos, Rossini Arias (2002) y Una furtiva lágrima (2003), obtuvieron los prestigios Cannes Classical Award, y todo indica que su nuevo título sumará otra distinción. Y, por supuesto, la revista The Gramophone en su reseña de los grandes lanzamientos del año, anotó Great Tenor Arias. "Este recital es de lejos lo mejor que ha grabado", señala el especialista Patrick O'Connor que, no obstante, critica que no pronuncie bien algún verso y que a veces suene algo pretencioso. Pero acaba rindiéndose: "Tiene una suavidad y brillo que fascina". Flórez sabe que el estrellato y la fama mal llevados podrían echar a perder su carrera, sobre todo cuando lee en revistas especializadas de música clásica que "Flórez tiene el aspecto de un jugador de Milán o Real Madrid, atlético, bien parecido, amistoso pero no efusivo, de oscuros e intensos ojos, atractivo y autosuficiente, sin mostrarse frío ni sobreestimarse". Él no olvida que sus padres se separaron cuando él tenía tres años, que prefirió vivir con su madre y sus dos hermanas, Rocío y Milagros, y que su papá cantaba huainos, valses y rancheras. Y que fue su madre quien respaldó su decisión de dedicarse a la música. Lo recuerda siempre cada vez que sube al escenario, porque lo suyo no es producto solo de la suerte. Eso le permite saber ubicarse.

Bien, definamos al cantante de ópera. Son los que cantan en lugares como la Royal Opera House o La Scala. ¿Quiénes van a la ópera? Un pequeño y selecto grupo de gente con tanta sensibilidad como la gente que lo tiene por el jazz o el golf. Para cantar ópera no tienes que tener un número increíble de público, porque la cantidad está limitada al espacio del lugar donde uno se presenta. Ahora, para ser un ícono pop cantando ópera y otras cosas, tienes la televisión, las disqueras y las promociones para llegar a la gente que no le gusta la ópera. Y eso está bien. No tengo nada en contra de eso. Pero es diferente. Mientras pueda preservar la integridad y la calidad de mi producto mi voz, no importa.

El último concierto que ofrecerá este año Juan Diego Flórez será en Moscú, el 23 de diciembre, y luego le espera una larga temporada en la segunda mitad de enero de 2005 en España. Presentará Il Barbiere di Siviglia, en el Teatro Real de Madrid. Mientras tanto, ha planeado retornar a Lima por fiestas para reencontrarse con su familia y culminar la preparación del disco de temas peruanos con su mentor Ernesto Palacio, alejado de la aclamación del público europeo que no comprende cómo pudo haber salido un tenor de tanto brillo de un país donde la música clásica ni siquiera se "piratea"


«Vi regalo nove do di petto»
Donatella Longobardi, Il Mattino, 28 December 2004

Il tenore canta a Napoli per la prima volta. Nel 2006 nella «Matilde di Chabran» con la regia di Martone

Quando nel '97, a Londra, cantò «La fille du regiment» di Donizetti e sfoderò uno dietro l'altro senza tentennare i nove do di petto di «Ah! mes amis» si gridò al nuovo Pavarotti. Anche se Juan Diego Florez, il tenore peruviano che ha in programma due recital al San Carlo (stasera ore 21 e giovedì ore 18) ha poco in comune con Big Luciano, eccetto la voce. Fisico asciutto, fascino latino, dal '96 Florez abita in Italia, a Bergamo, perché lì vive il suo maestro, Ernesto Palacio, ed è ricercatissimo da tutti i più grandi teatri lirici del mondo, dal Met al Covent Garden. A Napoli, finora, era stato solo da turista e aveva visitato anche il San Carlo. «Ma venirci a cantare è un'altra cosa», confida «e sono anche un po' emozionato visto che questo era il teatro di Rossini».

E lei si considera un rossiniano doc, vero Florez? «Forse nessun musicista come lui esalta le mie potenzialità vocali, penso alle colorature, ai legati, non solo agli acuti». Di Rossini è anche l'opera che lei interpreterà al San Carlo nel 2007. «Sì, riprenderemo la "Matilde di Shabran" che Mario Martone ha realizzato la scorsa estate a Pesaro, al Rossini Opera Festival. Con Mario mi sono subito inteso, lui è un vero artista». Proprio a Pesaro, nel '96, lei aveva debuttato in Italia con quest'opera. Aveva 23 anni e fu un successo che le aprì subito le porte della Scala per l'«Armide» con cui Muti apriva la stagione. Cosa ricorda? «Vede, fu talmente una cosa straordinaria che io non avrei mai più voluto cantarla, invece mi hanno convinto, ed è stata una scelta felice».

Cosa ha provato nell'essere piombato all'improvviso tra i grandi della lirica? «Devo dire che non è stato facile, avevo paura che tutto si sgonfiasse, che in un baleno il sogno svanisse. Per questo motivo ho studiato molto e ho lavorato in special modo sulla mia tecnica, tanto da migliorarla. A ventitré anni fai delle cose, poi maturi. Quando mi ascolto noto un grande cambiamento». Un segreto? «Devo dire che in questa fase di costruzione della mia voce e della mia carriera è stato fondamentale avere alle spalle Palacio, che mi ha guidato anche nella scelta del repertorio». Un repertorio che lei amplia? «Sempre molto poco. Ho appena debuttato in "Don Pasquale", l'anno prossimo farò l'"Elisir d'amore"».

Insomma, non si allontana mai troppo dagli amati Rossini e Donizetti? «No, non per il momento. "Barbiere", "Matilde" ma anche i belliniani "Sonnambula" e "Puritani" sono tra i miei titoli preferiti». Cosa promette al pubblico napoletano? I nove do di Donizetti? «Beh, veramente non sono in locandina, però certamente non mancheranno. Quando il pubblico chiede non so dire di no, a volte li bisso anche, mi vengono facili, anche se dopo la fatica si sente. Ma per i napoletani ho anche in serbo un altro piccolo regalo». Dica. «Alcuni pezzi della tradizione peruviana, mio padre era un cantante professionista di musica peruviana e io, anche in omaggio a lui e al mio paeese cerco sempre di eseguirli in concerto. Vede, nel mio Paese non esiste una grande tradizione belcantistica e io stesso mi sono avvicinato alla lirica in modo casuale. Però almeno una volta l'anno torno a Lima per un concerto e un'opera, è come saldare un debito».


The next Pavarotti, moi?
Michael Church, The Independent, 20 December 2004

Juan Diego Florez is touted as the tenor to watch. After his triumphant Royal Opera run, he tells Michael Church he is shocked - but rather chuffed - at being compared to 'last century's greatest voice'

With its protracted parade of paternal avarice and ugly-sister arrogance, Rossini's La Cenerentola takes a very long time to get to the point. Cinderella sings her pathetic little song, the royal tutor comes on disguised as a beggar and Prince Charming's knights herald his arrival. All nice stuff, but you just hope it's going to be worth the wait - and so we did at the premiere in Covent Garden three years ago. The young Peruvian in the role of the Prince had good reviews for performances with the Royal Opera in exile and he'd starred in Rossini's Otello, but this was his real London debut.

Even in valet attire - with peaked cap, braided suit and leggings - Juan Diego Florez immediately cut a noble figure, but when he opened his mouth you sensed the auditorium suddenly holding its breath: over tentative strings, plus Sonia Ganassi's silky mezzo, Florez blazed into the heavens. His delivery of Rossini's fiendishly difficult (and fiendishly high) lines was flawless, effortless and wonderfully sweet; rarely does talent declare itself so unequivocally. Given the immediate accolade of a full South Bank Show, and hailed by the popular press as "the second Pavarotti" and "opera's Tom Cruise", he's now basking in the limelight: having just starred in Donizetti's Don Pasquale at Covent Garden and bringing out a new CD - Juan Diego Florez: Great Tenor Arias - he's on the crest of a wave.

Florez was initially irritated by that "second Pavarotti" tag: "I want to be regarded as the first Juan Diego Florez" was his gentle put-down with one interviewer. But when I ask whether he's still irritated, the reply is different. "I'm not," he says, "because I admire Pavarotti as the greatest voice of the last century, and also because this year, when somebody asked him who was going to be the next divo, he said 'Juan Diego Florez'. I was shocked. Then he asked me to sing with him for his birthday celebrations at the Waldorf-Astoria - I was the only other singer he wanted there. It felt a great honour, because he is my idol. He knows my repertoire is different from his - I'm not going to sing Boheme and Tosca. No, he means somebody with a nice voice who can make a good career - not a clone."

One of the most telling moments in that South Bank Show came when Plácido Domingo was asked his opinion of this meteor. "He has a beautiful legato and extraordinary high notes," he replies, then adds: "But he must not overdo it, as that could damage his voice." What is Florez's comment on that? "A nice piece of paternal advice. But perhaps that is the difference between us - he finds the high Cs tiring, but I don't. On the other hand, when I sing an opera with a low tessitura [pitch-range], that's when I get tired."

As his onstage persona would lead you to expect, Florez has an easy grace of manner and he seems to regard the breaks which have propelled him famewards as his rightful due. The first of those came in 1996 at the Rossini festival in Pesaro, where the leading tenor, Bruce Ford, fell ill and Florez was begged to step in. So great was his success that contracts "practically rained" on him - and that rain has not abated. The next break came when Ricardo Muti invited him to sing in the second cast of Rossini's Armida in Milan, and then - on the strength of his rehearsals - put Florez on for the opening night. "Coming from another world, as I did - not as a real student of opera - I didn't know how important it all was," he says afterwards. "Not knowing some things makes you more relaxed."

Indeed, opera was far from his mind when he made his first steps as a musician. Born in 1973, Florez grew up listening to and strumming along with his folk-singer father Ruben - whose light tenor and unaffected charm he's inherited - and also listening to those great exponents of Cuban nueva trova, Silvio Rodriguez and Pablo Milanés. "I wasn't interested in their revolutionary words," Florez says. "Their music was just nice to sing and play." Florez also loved what had been happening in Britain and America - The Beatles, the Rolling Stones, AC/DC and Led Zeppelin - and at 12 was writing his own songs. He began performing with his father in a piano bar in Lima and then put his own band together. "It wasn't very good," he admits, "but I started organising concerts and sold tickets to my friends. At that time, I wanted to be too many things - an arranger; a pianist; to lead a rock band as a pop soloist - but when I went to the Conservatory, everything came clear and I started to take voice lessons."

His first mentor described him as a little bear with a harsh voice. "It was a very nasal sound," says Florez, doing a quick imitation, "because that suited my style with the band. When I started singing classical, it stayed that way - sort of crossover, heavily miked, like Elvis Presley." He got rid of that sound and hawked himself round blue-chip American institutions the Juilliard, the Manhattan School and the Curtis Institute. "And that was when I realised I had talent," he says, "because they wanted me as a student. I settled for the Curtis."

But the real turning point came when he asked the Peruvian tenor Ernesto Palacio to audition him. "And he was like, 'Hmm, maybe' - [he was] not impressed, but he saw something he could develop," he says. "He didn't like the roundness of my voice, like a cave - he said you should sing clear. But at the Curtis, I'd been told to be round." More imitations, with the mouth changing shape as the sound loses its dome-like resonance, and acquires an open clarity. 'If I'd stayed singing round, I would not be doing what I am now. I'd be more like Pavarotti - with a lyric voice, right for Boheme and Lucia. But I am different. I am a light lyric."

And between "lyric" and "light lyric", there's a great divide: the tenore di grazia for whom Rossini wrote were expected to replicate the preternaturally rapid coloratura singing of the castrati, who were then dying out as a breed. Florez compares this kind of singing to driving a very fast car, and, at present, nobody else in the world can drive it like he does. Moreover, he enjoys the risks in improvisation, both musically within the score's permitted limits and dramatically in terms of how he will move on stage. "I am better if I am improvising," he says. "I never show in rehearsals what I'm going to do in the real thing, because I don't know. The adrenalin and the contact with the public - that is what fires me. My calendar is so full I have to arrive late in a production. Living dangerously suits me."

In Don Pasquale, he faced a slightly different challenge. "For Rossini's coloratura, physically you have to be fit as though you are going to run the 100 metres, but for Donizetti the demands are different. One has to be fit for 2,000 metres: the singing is stretched; very sustained; a very tough line." Will Florez ever sing Mozart? "Maybe, when I am older and my voice has lost some of its flexibility. But for now everybody wants to hear me do Donizetti and Rossini." In Italian bel canto, he explains, the orchestra is there as an accompaniment - "a cushion for the voice" - whereas Mozart is more an ensemble thing. "The soprano might shine, but not the tenor," he says And you want above all to shine? He laughs: "For now, well, why not?"

This is a man happy with his fame and with the fandom that goes with it. He's not keen to discuss the unauthorised website headed by a cheeky pic of him looking fetching in a Carmelite nun's coif, but he's enthusiastic about several others. There's a Decca record label one, "and one by a middle-aged woman called Jean, which is very good," he says. "There's also a very complete Japanese one. The fans are a great part of my career; they travel everywhere. And I have good luck with them, because they are nice people; very respectful."

So what's the longer-term goal? His answer surprises by its modesty: "To sing better. Verdi and Puccini are all about passion, and the polishing of every detail doesn't matter so much. But in Rossini's bel canto there are always things one could sing more beautifully and that has to be your goal. For the career, I'm just happy to come back to the four big theatres - Covent Garden, La Scala, the Metropolitan, and Vienna. If I'm invited back, if they are happy with me, that's the ultimate thing. An opera singer is meant to sing. That's all."

So, there we have it. A consummate artist, who has incidentally provoked a tectonic shift in the operatic world - but with no hidden depths. What you see is what you get.


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This page was last updated on: January 1, 2005