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ARTICLES & INTERVIEWS May 2008 |
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Photo by Luís Sevillano 23.05.2008 Don't cry for me, Lima..., The Kansas City Star, 10 May 2008 Juan Diego Flórez se atreve con el Orfeo de Gluck, El País, 23 May 2008 Viva la vida, El Mundo, 23 May 2008 De cantante de rock a 'bis-man', El Mundo, 23 May 2008 _______________________________________________________________ |
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Don't cry for me, Lima: Flórez begins new life as married heartthrob Paul Horsley, The Kansas City Star, 10 May 2008 One of the most operatic events in tenor Juan Diego Flórez's life had nothing to do with opera. In what fans are calling his "Evita moment," Flórez waved and then kissed his new bride, German-born beauty Julia Trappe, from an upper balcony overlooking the central plaza of his native Lima, Peru. The thousands of well-wishers packed into the square below went berserk. "It was like Times Square on New Year's Eve," said Richard Harriman, who traveled with local philanthropist Beth Ingram to Lima for Peru's "wedding of the year" April 5. This was the man they'd seen on a postage stamp, the opera singer who in less than a decade had become one of the most celebrated Peruvians in history. His was the first wedding held in the gorgeous colonial Lima Cathedral since 1949, with a guest list that included President Alan García, first lady Pilar Nores and author Mario Vargas Llosa. (The couple had legally married a year ago in a civil service in Vienna.) It's not hard to see why Harriman was on the list, which was said to number 800 names, including 200 international guests: The Harriman-Jewell Series presented Flórez's U.S. recital debut in 2002 and had him back again in 2004. Flórez returns to Kansas City today for a third appearance on the series, a special subscriber's concert originally scheduled for February. So it's understandable the Harriman folks have begun to feel a bit of ownership in the tenor, who was hardly a household name when he first appeared here just the latest in a long line of Harriman recital debuts of up-and-coming tenors, beginning with Pavarotti's in 1973. In incremental ways, fame is changing Flórez. His presence causes mini-hysterias among fans, who throw teddy bears, flowers and even religious icons onto the stage when he sings. He can't walk the streets of Lima anymore without causing a mob scene. Even in Manhattan, where he spends part of each year, he's recognized constantly. "Yesterday a woman in Central Park said, 'You are Juan Diego! My 9-year-old son loves you! You changed his life!'" He thanked her without asking exactly how that might have happened. His newfound clout goes a long way for charities, and he often takes part in fundraisers for groups that aid Peru's poor. Fans who have followed Flórez might also hear subtle changes in his bel canto voice, in particular the increasingly powerful upper range, something he put to good use a week after his wedding in a headline-grabbing encore at the Metropolitan Opera. In that rarity the last singer to have encored an aria on the Met stage was Pavarotti in 1994 Flórez repeated the ending of Donizetti's "Ah! Mes Amis!" extending its famous nine high C's to a death-defying 18. "My voice is not getting lower, which I think is a good thing," Flórez said in a phone interview, adding that the C is not actually his top note. "The D has always been there, but it's now more secure than before." Heavier-voiced tenors and sopranos frequently find their voices moving down range as they grow older, but lyric Rossinian tenors like Flórez often remain strong into old age. Alfredo Kraus, a tenor of a similar voice type, sang into his 70s. "I am very self-critical, very much a perfectionist," Flórez said. "I continue to fine-tune my technique, and with experience and desire to become better, especially in breathing technique, the voice gets more secure and more even, more legato." Juan Diego Flórez se atreve con el Orfeo de Gluck Aurora Intxausti, El País, 23 May 2008 "Si en esta ópera no hay teatralidad se convierte en una cancioneta". El tenor peruano Juan Diego Flórez vuelve al Teatro Real de Madrid, donde debuta con el personaje de Orfeo, en la obra Orfeo e Euridice, de Gluck. Llega en un momento muy especial de su carrera, después de haber protagonizado dos bises históricos en la Scala de Milán y en el Metropolitan de Nueva York (Met). Éxitos que le llevaron a decir ayer, entre risas e ironías, que si continúa en la misma línea puede llegar a convertirse en "bis-man" (el hombre del bis). No es para menos, teniendo en cuenta que en la Scala no se había vivido uno desde hace 77 años, y en el Met el último que consiguió tal hazaña fue Luciano Pavarotti hace 13 años en el tercer actor de Tosca. Juan Diego Flórez cantará esta pieza de Gluck en versión concierto bajo la batuta del maestro Jesús López Cobos, y flanqueado por Ainhoa Garmendia y Alessandra Marianelli, los días 27 y 30 de mayo y el 1 de junio. Esta ópera se incluye en el programa que sobre la revisión del mito de Orfeo está llevando a cabo el Teatro Real con motivo de las celebraciones del 400º aniversario de L'Orfeo, de Claudio Monteverdi, considerada la primera ópera de la historia. A sus 35 años, Flórez afronta esta interpretación como todo un desafío. "La partitura es aguda y difícil y exige una extremada pureza de línea, además de una delicada musicalidad. Tiene momentos bellísimos y especialmente emotivos, como el inmediatamente anterior al aria J'ai perdu". El tenor no descarta ir más allá y realizar en el futuro una representación escenificada de L'Orfeo. Flórez habló también del proyecto Abreu, que auspicia el Sistema de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela, reconocido con el premio Príncipe de Asturias de las Artes. También lo está impulsando en su país. "Estamos pendientes de una ley que aprobará en breve el Gobierno y que nos permitirá poner en marcha el mayor número de orquestas posibles. Es algo muy importante para Perú y espero que se pueda extender a otros países de Latinoamérica. Se abre un camino muy interesante para los futuros músicos", puntualizó el cantante. Jesús López Cobos, que dirigirá el espectáculo al frente de la Orquesta Sinfónica de Madrid, habló del compositor para decir que "Gluck reformó la ópera barroca, haciendo un nuevo género sin esquematismo y acercándose al texto y a los personajes. Mozart le debe mucho". En el reparto de esta ópera se ha incorporado en el último momento la soprano vasca Ainhoa Garmendia, quien ha sustituido a Nicole Cabell, que ha debido ausentarse por problemas familiares."Es un desafío, la partitura es aguda y difícil", asegura el cantante peruano. Viva la vida Beatriz Pulido and Milagros Martín-Lunas, El Mundo, 23 May 2008 «El público de ópera es el más taurino» Opera. Con la agenda apretadísima y haciendo un esfuerzo, el director musical del Teatro Real, Jesús López Cobos y el tenor peruano, Juan Diego Flórez, charlaban ayer con M2, poco antes del ensayo de la ópera 'Orfeo y Eurídice' de Gluck, que tendrá lugar en versión concierto los días 27 y 30 de mayo y el 2 de junio en el coliseo madrileño Tan sólo unos minutos antes de comer Juan Diego Flórez y Jesús López Cobos se reúnen para intercambiar impresiones sobre su nuevo proyecto, Orfeo y Eurídice. La agenda es apretada, pero su pasión por la música les permite sacar un hueco para conversar. Después, primer ensayo en el escenario y se acabó la calma. Pregunta.- Es una obra que pulula por el dolor, la lucha, la huida y llega a un final feliz, ¿no son muchos sentimientos vitales para un ratito? Jesús López Cobos.- Lo del final feliz tenía que ver con la época. Entonces las óperas se escribían, no para un público sino para un mecenas, un emperador, el rey o el príncipe. Normalmente a ellos no les gustaba que terminaran las cosas mal. P.- La reforma de la ópera entró en la Historia de la Música con este Orfeo y Eurídice, pero en el fondo no es una obra demasiado conocida. J.L.C.- No creo que sea mal conocida. Una de las arias más reconocidas del repertorio de la Historia de la Música de la ópera es el Che farò senza Euridice de la versión italiana. Juan Diego Flórez.- Pero quizá la versión francesa, que es la que hacemos aquí, se repone poco. J.L.C.- Sí, primero porque está escrita para un tenor y es más difícil encontrar uno que cante ese repertorio. La versión que se suele poner siempre es la de la mezzosoprano. J.D.F.- Esta versión es muy interesante porque no es una mujer la que hace el papel de Orfeo y es mucho más creíble. Es una ventaja. En lo que concierne al canto, es una parte muy aguda, muy difícil de cantar, porque siempre está ahí arriba en la voz y es un rol largo, donde Orfeo canta siempre, está en escena y lleva el peso de la ópera. Pero da mucha satisfacción por la belleza de la música, la intensidad de la expresión y del drama. P.- Está claro sus preferencias respecto a la versión. J.D.F.- Yo prefiero la de tenor, claro. J.L.C.- Yo, que he hecho mucho la versión italiana, tengo que decir que la francesa me parece más creíble porque no es un travestido cantando el rol de hombre. Tiene la ventaja añadida de escribirla 12 años más tarde, con toda la experiencia que significa en un compositor como Gluck. Además la completó con unos números y le introdujo unos cambios que la hacen aún más bella. P.- ¿Se puede decir que Gluck trató de equilibrar el papel de los cantantes estrella, como los castrati, dentro de la composición para que no tuvieran todo el protagonismo? J.LC.- Precisamente en aquella época se escribían roles para determinados cantantes dentro de cada teatro. Es, a partir del XIX, cuando los compositores lo dejan más abierto, sin idea preconcebida del cantante que lo iba a interpretar. P.- Pero la primera versión ¿no se hizo precisamente para un castrati? J.L.C.- La de Viena la hizo para una mezzosoprano, no creo que pensara en este caso que era para un castrado. J.D.F.- El castrati estaba muy en boga en esa época, era el divo, la voz protagonista y heroica por excelencia, sobre todo en Italia. Tenían voces particulares, muy delicadas, casi angelicales, con una gran capacidad pulmonar y una gran potencia de voz. Mediante la castración creaban un conflicto hormonal importante. Eran voces fuera de lo común y que transportaban a otra dimensión. P.- Una versión como ésta, de concierto, sin escenificación ¿no resulta quizá más dura para el público? J.L.C.- Yo no creo que tenga que serlo. El público se concentra en la música mucho más y si es bella, la disfruta más, sin desconcentrarse con una parte escénica, que pueda hacer que se escapen los detalles. La desventaja es que no se tiene esa parte escénica o visual que puede ayudar mucho. J.D.F.- Yo creo que en Orfeo queda muy bien. J.L.C.- Es una ópera muy estática. No hay mucha acción. El argumento se resume en tres palabras. P.- Podrían decirnos cada uno en su opinión las cualidades que debe tener, en su caso, Juan Diego Flores, un buen director musical y en el suyo, José Luis López Cobos, un buen intérprete o cantante. J.L.C.- El ideal de cantante (también de músico) que un director desea encontrar es simplemente el de intérprete abierto a muchas posibilidades. No hay un único camino, ni sistema, tampoco una sola interpretación. En el papel, vemos un sitio en el que caben muchos caminos, muchas posibilidades. Si el intérprete está abierto a todo eso es lo ideal para un director de orquesta. Me apetece trabajar con esos cantantes en una ópera que aún no han cantado. Así evitamos las ideas preconcebidas y eso de 'yo lo hice toda mi vida así y me lo quiere cambiar.' J.D.F.- En mi caso un poco de lo mismo. Me gustan los directores que no tengan una idea o forma de interpretar un aria y que te la quiera imponer. La flexibilidad es lo más importante. El diálogo también lo es. Yo aprecio mucho en los directores de orquesta y en el maestro López Cobos, el amor por las voces, el gusto por el canto. Muchos directores que dirigen ópera parece que no les gustaran los cantantes. Es una alegría encontrar un director que disfrute del canto. J.L.C.- En mi caso vengo del canto. Yo empecé en un coro y dirigiendo coro, para mí el mundo del canto era mi mundo. El de la orquesta era extraño para mí. La primera vez que vi una orquesta tenía 18 años y llevaba cantando desde los 10. Por eso creo que el director, por lo menos, ha tenido que tener mucho contacto con ese mundo. Que haya dirigido coro. Un director alemán escribía en un libro que «sólo un buen director de coro, puede llegar a ser un buen director de orquesta». Sin el sentido del canto es muy difícil que puedas dirigir bien, ni siquiera en el mundo sinfónico, porque hay que respirar también con un violinista y sobre todo con un cantante. Cada cantante es un mundo y no se puede hacer siempre La donna è mobile con el mismo tempo, depende del cantante y de la voz y de otras circunstancias. P.- Debido al parón de 40 años, en Madrid no se puede pretender que el público sea un entendido como en los grandes teatros de ópera J.L.C.- Hay mucha gente joven que vive la ópera de forma normal. Ver tres óperas en Madrid un fin de semana era impensable hace unos años. Eso hace que el público responda. P.- De todas formas el de ópera sigue siendo el más imprevisible de todos los públicos. J.L.C.- Es el más temperamental, por antonomasia J.D.F.- El más taurino. J.L.C.- Claro, van a la ópera por maestros también, como en los toros. J.D.F.- Es un público muy entendido, muy fanático en algunos casos. Se siente también con derecho a juzgar desde su butaca. Eso es lo pintoresco de la ópera que se encuentra en todas las grandes ciudades. P.- Desde el Real se ven todos los tejados de Madrid, ¿la ópera siempre mira de arriba abajo? J.D.F.- Para nada y yo lo constato. La gente que me sigue más tiene que hacer grandes esfuerzos para ahorrar, comprarse un vuelo en low cost para venir desde Munich a Barcelona. Ahorran por un mes para poder verme. Los que más aman la ópera justamente, los que se sientan ahí arriba donde es más barata la entrada es gente sin mucho dinero, joven y que disfruta mucho de la ópera. Esa es una idea ya pasada. De cantante de rock a 'bis-man' Beatriz Pulido and Milagros Martín-Lunas, El Mundo, 23 May 2008 El óxido del tiempo va remarcando ese físico de galán que le refuerza en escena y que se ha convertido en su carta de presentación. Con perdón de su voz. Le han bautizado como el sucesor de Pavarotti, pero a él le brillan los ojos cuando habla de Kraus. Su mirada dice mucho más que sus palabras. Lento y tranquilo en el habla, desborda energía cuando describe algo que le seduce. La música por ejemplo. Juan Diego Flórez (Perú, 1973) regresa al Teatro Real y se convierte en Orfeo, aquel que bajó a los infiernos para salvar a Eurídice, su gran amor. Este peruano amante del fútbol y la buena comida, iba para cantante rock, pero el destino le tenía preparada una sorpresa. Su interés por la música le llevó a estudiar con Andrés Santa María en el Conservatorio Nacional de Música en Lima, estudió en el Instituto Curtis de Filadelfia (EEUU) durante tres años y en la Academia del Oeste, en Santa Bárbara (California). Debutó a los 26 años en el Festival Rossini de Opera de Pésaro, en 1996. Por cuestión de azar remplazó al tenor estadounidense Bruce Ford en el papel protagonista de la ópera inaugural del certamen, Matilde de Shabrán. Le han bastado 12 años para cambiar el mundo del belcanto y conquistar los grandes teatros que llenan su agenda hasta dentro de unos años. Se le presume tímido, se confiesa pesimista y exigente. «No me gusto a mí mismo», ha declarado en más de una ocasión. Pero cuando se encuentra sobre el escenario se crece de tal manera que ha protagonizado los dos bises más sonados de los últimos años de la historia de la ópera. No se arrepiente y volvería a hacer un bis en la Scala después de todo lo que se ha escrito, para bien y para mal. «No fue un acto anárquico. Me dijeron que si quería hacerlo que lo hiciera, pero yo no sabía que había un veto de 75 años». El último lo ha hecho en el Metropolitan de Nueva York, hace unas semanas. «A este paso, me voy a convertir en el bis-man», bromeaba ayer en la presentación de Orfeo y Eurídice. La última vez que Pavarotti cenó sentado lo hizo con él. «No lo volví a ver. Se mostró amable, simpático, incluso se permitió el lujo de dar alguna broma». Pero que no le pregunten a quien quiere más si a papá o a mamá (Kraus-Pavarotti). «Admiro a los dos». |
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