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"Cantar Rossini no es sólo hacer acrobacias"
Rafael Banús, El Cultural, 25 July 2002

El tenor peruano Juan Diego Flórez se ha convertido en una de las más
recientes estrellas del firmamento operístico. Sin haber alcanzado aún
la treintena, representa la mayor esperanza del repertorio belcantista.
En breve saldrá al mercado su segundo disco y tras su clamoroso éxito en
el Festival Mozart de la Coruña, el 27 de julio ofrecerá un recital en
Peralada, pocos días antes de presentarse en Salzburgo con La donna del
lago de Rossini.

Juan Diego Flórez pertenece a la apabullante cantera hispanoamericana
que está dominando el panorama lírico internacional. Comenzó sus
estudios musicales en su Perú natal, prosiguiéndolos en el Curtis
Institute de Filadelfia. Desde 1994 prepara su carrera con su
compatriota y eminente tenor belcantista Ernesto Palacio, quien posee
sin duda un excelente olfato para descubrir nuevas voces. Tras su debut
pesarés en 1996 se le abrieron las puertas de La Scala de Milán (Armide
y Falstaff con Muti, Barbero con Chailly), Florencia (Le Comte Ory con
Roberto Abbado, Falstaff con Pappano), Viena (Semiramide junto a
Gruberova, Sonnambula, Italiana en Argel), Nueva York (Barbero), Liceo
de Barcelona (Stabat Mater de Rossini con Muti). A pesar del vértigo que
produce toda esta actividad, Juan Diego Flórez es un cantante muy
coherente y sensato, que refleja ya una sorprendente madurez tanto en su
manera de cantar como en sus reflexivos y serenos comentarios.

-En 1996, cuantos disfrutaron de su inesperado debut como protagonista
masculino de Matilde di Shabran coincidieron en haber asistido a un
momento extraordinario.

-Fue algo inesperado. Yo tenía previsto hacer un papel pequeño, pero el
tenor que iba a cantar Corradino, el protagonista masculino, se puso
enfermo y me lo aprendí en sólo unos días. Nunca imaginé que fuera a
resultar tan bien. Mathilde fue en agosto, y en diciembre ya estaba
cantando en la Scala con Muti. Y a éste siguieron los otros grandes
teatros. Realmente, cuando eres tan joven no te das verdadera cuenta de
las cosas. Tienes ganas de triunfar, pero aún eres inconsciente.

-¿Esto le evitó haber comenzado de un modo más progresivo?

-Sí, sobre todo tener que cantar papeles pequeños, para pasar
directamente a otros más importantes. Pero tampoco he tenido que hacer
cosas fuera de mi repertorio.

-Ha participado en destacadas recuperaciones, particularmente de obras
de Donizetti, como Elisabetta en Londres o Alahor in Granata en Sevilla.

-Elisabetta supuso un debut anticipado en el Covent Garden, ya que
estaba contratado para más tarde, con el Otello de Rossini. Pero, de
nuevo, el tenor previsto se puso enfermo y canceló sólo cinco días
antes. Fue otra de esas locuras de juventud, aunque afortunadamente era
en versión de concierto. Alahor fue una producción bastante fastuosa,
con algunas escenas increíbles. Es una obra muy temprana de Donizetti, y
el estilo aún no está cimentado. Es un papel fuerte, de guerrero "malo",
algo que no estoy acostumbrado a interpretar. Aunque no es una obra
perfecta, fue una experiencia muy bonita, sobre todo porque se grabó
también en disco. Si bien he participado en estas exhumaciones (como
también en la de La estrella del Norte de Meyerbeer en el Festival de
Wexford), también disfruto enormemente con una nueva producción de
Cenerentola o Barbero.

Debut en Las Palmas

-Usted cantó su primera Fille du régiment en Las Palmas.

-Tengo previsto volver con I puritani en 2004 y L'elisir d'amore en
2005. Me gusta debutar allí con estos papeles. Me siento arropado.

-¿Qué le ofrece Rossini a un cantante de sus características?

-Rossini es el último representante del bel canto, en el sentido
estricto en que lo interpretaban los castrati. Él llegó a escucharlos, e
incluso escribió su primera ópera para uno de ellos. Rossini compone,
sobre todo para el tenor y la mezzo, una música que se inscribe dentro
de esta tradición, en la que se parte básicamente de la exaltación del
canto. Pero, además, Rossini añade otras facetas, como el canto legato,
el canto spianato, que tendrán su continuación sobre todo en Bellini.
Cantar Rossini no es sólo hacer acrobacias. Hay que dominar muchos
estilos. No sólo hay que impresionar, sino cantar seduciendo, fraseando
a la perfección. El desafío está probablemente ahí, en ofrecer también
esa otra faceta.

-Su disco con arias rossinianas no incluye las más conocidas y, sin
embargo, ha constituido un gran éxito.

-Yo elegí, sobre todo, las arias de mayor dificultad, las que ofrecen
mayores posibilidades técnicas y también expresivas. En efecto, no son
muy conocidas, a excepción de Cenerentola. Incluso en el Barbero
escogimos el aria alternativa. Pero el segundo disco, que está a punto
de salir, incluye un programa más popular: La fille, Elisir, Puritani.

-Un repertorio que en su sello discográfico Decca, era dominio de
Pavarotti. ¿Teme las comparaciones?

-Es lógico que, grabando los dos para la misma firma, quieran
compararnos. Pero nuestras voces, y también el repertorio que hacemos,
son muy distintos. Yo soy el "fan" número uno de Pavarotti, aunque en
este repertorio me siento muy seguro. Si hiciera Verdi, por supuesto que
tendría miedo. Pero, si se trata de hacer comparaciones, habría que
hacerla más bien, por tipo de voz y por escuela, con Alfredo Kraus.

-Hablando de Verdi, ¿ha pensado en abordar Rigoletto o Traviata?

-Rigoletto podría cantarlo, incluso ahora, pero prefiero esperar. El
Duque de Mantua no es un personaje heroico, sino un joven que canta
básicamente canciones, y requiere una zona aguda muy brillante y ligera.
El Alfredo de Traviata es bastante central, y no creo que llegue a
hacerlo.

-Un modo de cantar como el suyo necesita mucha disciplina.

-Hay que saber encontrar el mecanismo. Yo tuve una gran suerte, y quizá
hallé más rápidamente que otros esa "llavecita" con la que a un cantante
se le soluciona la vida. Mi técnica, sin duda, ha experimentado una gran
mejoría, pero desde el principio supe que iba por la dirección adecuada
y he seguido siempre por ahí. Y, aunque reconozco que, lo que es la
técnica base no me ha costado mucho, el contacto con mi maestro, Ernesto
Palacio, me hizo entender muchas cosas de mi voz, y ahora canto sin duda
mejor que hace cinco años.

-Su forma de cantar es, en cualquier caso, muy natural.

-Me alegro de que me lo diga, porque mi filosofía es buscar la manera
más natural de cantar. Que suene bien, pero que no sea algo rebuscado,
que respete la naturalidad de las cosas. Porque todo lo que es
artificial hay un momento que se acaba. También hay un límite físico en
las cuerdas, en los músculos. Si respetas los movimientos de los
músculos y la respiración, entonces la voz puede durarte toda la vida.

Rossini antes que Mozart

-En su recital en La Coruña, obviamente, usted cantó algunas páginas del
compositor salzburgués. Sin embargo, este autor no figura con mucha
regularidad en su repertorio.

-La música de Mozart, por supuesto, me encanta. Pero me han hecho muy
pocas ofertas para cantar sus óperas. Además, si tengo que elegir entre
una ópera de Mozart y otra de Rossini, confieso que me quedo con la de
este último, ya que da más satisfacción para un tenor. Por ejemplo, un
Don Ramiro de La Cenerentola es mucho más lucido que un Don Ottavio de
Don Giovanni o un Ferrando de Così fan tutte, que quedan siempre
diluidos en el conjunto aunque tengan muchísimo que cantar. Los papeles
protagonistas de Idomeneo y La clemenza di Tito son un poco bajos para
mí, al igual que el de Mitridate, que he grabado con Rousset. Creo que
en el futuro voy a tener más tiempo para Mozart, lo que me permitirá
descansar un poco, ya que es como mantequilla para las cuerdas vocales.

-El sábado interviene con un recital en el Festival de Perelada. ¿Qué
siente al cantar en España?

-Han sido siempre experiencias muy bonitas. El público es muy cálido.
Además, la acogida al cantante es excelente, sale de la propia gente,
sin manipulaciones. La cordialidad del español es conocida. Te llevan,
te cuidan, te miman... Y los resultados artísticos no tienen nada que en
vidiar a los de otros teatros.

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This page was last updated on: July 27, 2002