La Conquista de Juan Diego
Caretas, 11 April 2002
El joven tenor peruano llega a Lima luego de brillar en diversos escenarios internacionales. Debuta con Stabat Mater el 29 de abril.
MILAN, Londres, Barcelona, Viena, Nueva York y próximamente Tokio. Juan Diego Flórez, viaja, canta y conquista a públicos diferentes. Los elogios varían en el idioma pero coinciden en el concepto: el tenor peruano es la nueva joven estrella de la ópera internacional.
Este entusiasmo que los medios recogen en estilos y colores variados, es sólo el resultado de un proceso que se inició a los 17 años, cuando dejó las palomilladas escolares (él y su madre coinciden en que era un muchachito realmente terrible), las diarias olas de La Herradura y Redondo y los inolvidables campamentos donde su voz entonaba canciones de Gieco, Serú Girán y los Rolling Stones.
Ingresó al Conservatorio y pronto eligió la música clásica como su destino. Cantó durante cuatro años en el Coro Nacional y a los 21 gana una beca para estudiar en el Curtis Institute of Music de Filadelfia. Eran años difíciles: para financiar su estadía realiza un concierto de despedida y venden el auto familiar. Allá, continúan los estudios y las periódicas presentaciones en espectáculos de ópera. Luego, gracias a las recomendaciones del famoso tenor peruano Ernesto Palacios, llega a Italia y logra actuar en obras y escenarios importantes
Así, su ascendente historia profesional parece tan simple como lanzar una píedra al aire y esperar su natural caída. Porque no sabemos los momentos grises que tuvo que remontar y superar para lograr aquello. Eso que es casi de mal gusto mencionar en los momentos de felicidad. Pero que son parte del triunfo. La inevitable sombra que produce todo cuerpo cuando es expuesto a la luz. Como vivir lejos de la familia y los amigos. O no estar lo suficientemente cerca de su abuela Ena mientras una absurda enfermedad la consumía. O sentir ese frío que se colaba entre la ropa, mientras viajaba de Filadelfia a Nueva York para recibir sus clases de canto y se quedaba a ver los espectáculos que se presentaban en el Metropolitan y, mientras todos salían, mirar el escenario y preguntarse: ¿cuándo cantaré aquí?
Lo veía tan lejano que le producía miedo. Como cuando fue a la Scala de Milán en 1995 y una secreta confianza le dijo que dentro de unos 5 años cantaría allí. Pero las cosas no suceden como las esperamos. Por eso casi no pudo sorprenderse cuando luego de un año ya estaba cantando allí. Luego siguieron la Opera de París, el Musikverein de Viena, el Covent Garden de Londres, el Liceo de Barcelona y premios como el Abbiati y el de la crítica italiana al mejor cantante del año en el 99, el Rossini de Oro en el 2000, el Perfile del 2001 que el año anterior lo había ganado Pavarotti.
Y la piedra siguió cayendo. Ahora mismo está ensayando El Barbero de Sevilla para repetir el éxito que fue su debut en Nueva York en enero pasado. Y mientras a la distancia disfruta de los triunfos del Inter de Milán se entera que su CD "Rossini Arias" también ha tenido una gran acogida en Londres. Y ya piensa en las próximas grabaciones de Bellini y Donizzetti, así como óperas completas que podrían ser "La Sonámbula" y "La Hija del regimiento" y un disco de música latinoamericana que, entre marineras y valses, incluiría un 70 % de música peruana.
Así, su arte lo lleva a diferentes ciudades del mundo en las que puede pasar de 5 días a un mes. Todo ello mientras intenta establecer cierta rutina hogareña con el poco tiempo libre que le dejan los ensayos y las entrevistas (hay días que ha dado nueve seguidas) con la visita de sus amigos y su joven novia italiana que caen rendidos ante la "receta Flórez" para prepar el Ají de gallina.
Ahora vuelve a Lima, gracias al esfuerzo de Los amigos peruanos de la Opera, para presentarse en el Stabat Mater y la Gala Rossiniana, lo que le permitirá un reencuentro con el público limeño, su familia y las olas que no encuentra en las limpias y tranquilas playas italianas.
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