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Aida, Gran Teatre del Liceu, November 2007
Micaela Carosi  and Roberto Alagna,
Aida, Gran Teatre del Liceu, November 2007

          Sí, Alagna cantó, ABC, 21 November 2007
          «Aida», por la puerta grande, La Razón, 21 November 2007
          El tenor y la corista, El País, 21 November 2007
          El tenso éxito de Alagna en el Liceu, El Periódico, 21 November 2007
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Sí, Alagna cantó
Pablo Meléndez-Haddad, ABC, 21 November 2007

El regreso al Liceo del histórico montaje de «Aida» concebido hace más de medio siglo por Mestres Cabanes tenía «morbo» añanido: regresaba a Barcelona el tenor Roberto Alagna, quien había declarado que no volvería si no le pagaban lo que él creía justo; lo hacía ahora, después de cancelar en el Real la temporada pasada y de abandonar nada más comenzar una función -de «Aida», precisamente- en La Scala. Por otra parte, la presencia en el coro de la soprano Sonsoles Espinosa, esposa del presidente del Gobierno, llenó como nunca de binoculares el patio de butacas...

Al final todo transcurrió sobre ruedas, aunque Alagna decepcionó, más que nada por su escasa implicación: nunca dio la réplica actoral a sus compañeros, no se apartó de la boca del escenario y su actitud sólo demostró preocupación por proyectar su voz. ¿No le conviene centrar su actividad en óperas en concierto? Su canto, inmaculado en la zona media y aguda, evidenció asperezas y falta de esmalte y brillo en el grave, sobre todo en los momentos más dramáticos. No es Radamés, ni por vocalidad ni mucho menos escénicamente, pero sabe crear golpes de efecto.

Micaela Carosi dibujó una Aida de fraseo irregular con algún momento muy conseguido, aunque sin acabar de redondear la faena, lejos de la impresionante y sonora Amneris de Elisabetta Fiorillo: intensa, dramática, con unos graves rotundos, dando total sentido a sus frases. Ella, junto con el curtido Amonasro de Juan Pons, supo crear la justa tensión teatral; el barítono menorquín consiguió caldear el ambiente con su «Non sei mia figlia», sin duda la mejor escena de la noche. Carlo Colombara aportó momentos de singular belleza con su Ramfis, lo mismo que Begoña Alberdi en su Sacerdotiza de exportación. Josep Fadó y Giorgio Giuseppini aportaron talento y ganas.

Desde el podio, Daniele Callegari controló todas las aristas y el Coro de los sacerdotes impresionó por su pulcritud. Una vez más, el genio de Albert Faura alcanzó el milagro ante los telones pintados de Mestres Cabanes.

«Aida»
Música: Giuseppe Verdi. Orquesta Sinfónica y Coro del Gran Teatro del Liceo. Director musical.: Daniele Callegari. Director de escena: J. A. Gutiérrez. Escenografía: J. Mestres Cabanes. Vestuario: F. Squarciapino. Iluminación: A. Faura. Lugar: Liceo de Barcelona. Fecha: 19-XI
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«Aida», por la puerta grande 
Fernando Sans Rivière, La Razón, 21 November 2007

Aunque fuese el hoy olvidado Teatro Principal de Barcelona el encargado de estrenar «Aida» en la ciudad Condal en 1876, un año más tarde llegaría al Liceo y permanecería en su repertorio como la ópera más programada de la larga y fecunda historia del mismo. Nada menos que en 433 ocasiones se ha representado en este escenario para repetir triunfos como el de esta ocasión, basado también en la que ha sido una de las producciones más prestigiosas debida a Josep Mestres Cabanes, que hizo los telones pintados con maestría en 1945. Del excelente reparto merece la pena resaltar el acierto de uno de los tenores mejores dotados para este repertorio en la actualidad como es Roberto Alagna, quien a pesar de su célebre conflicto con la Scala este mismo año en el mismo papel de Radamés, superó las expectativas y cumplió su cometido con clara solvencia. Su canto elegante y viril ya apareció en la célebre aria del primer acto «Celeste Aida», a pesar de que su recreación del personaje no fuese demasiado entregada y más parecía que estaba en un ensayo dado el aspecto de sus paseos o las sonrisas al tener problemas con su daga en la marcha triunfal. A pesar de ello, su seguridad en la emisión fue a más, especialmente en el registro agudo, y completó una excelente velada.
  Micaela Carosi, que sustituía a la esperada Fiorenza Cedolins, debutaba en el Liceo y presentó una labor como la enamorada esclava etíope. Su canto firme y potente, junto a una importante presencia escénica y cuidada interpretación actoral, confirmaron la calidad de esta joven artista que se está abriendo camino en los grandes teatros. Elisabetta Fiorillo demostró, una vez más, que es una mezzo de enorme calidad en todo el registro, especialmente el grave, con gran expresividad y musicalidad, siendo la más aplaudida de la velada a excepción de Joan Pons, tras una excelente interpretación de Amonasro. Pons sigue demostrando la excelencia de una carrera basada en la redondez y rotundidad de su intrumento y en una enorme profesionalidad. El bajo Carlo Colombara volvió a triunfar tras su exitosa «Gioconda», por la nobleza del timbre, la elegancia del fraseo y la solidez interpretativa. Entre los miembros del coro, una voz que atrajo todas las miradas de la noche, con permiso de Alagna, la de Sonsoles Espinosa, tocada con una peluca negra de media melena.

Un artista de raza

La dirección musical de Danielle Callegari demostró que intenta presentar algo más que una recreación de la partitura. Sus tiempos y detalles con la adecuada Sinfónica del Liceo demostraron que se trata de un artista de raza. Excelente el Coro, el vestuario de Franca Squarciapino y la iluminación de Albert Faura, pero no tan cuidada la dirección escénica de José Antonio Gutiérrez.
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El tenor y la corista
Javier Peréz Senz, El País, 21 November 2007

Roberto Alagna se ha quitado por fin la espina que tenía clavada en su corazón de divo. El papel de Radamés se le resistía desde su sonada espantada en medio de una representación de Aida en diciembre del año pasado en la Scala de Milán cuando, tras soportar mal los abucheos a su interpretación del aria Celeste Aida, abandonó el escenario. En el Liceo, anteanoche la expectación se palpaba en el ambiente cuando el famoso y temperamental tenor francés atacó con mucha cautela la célebre y comprometida aria, colocada al comienzo de la ópera por Verdi. No la cantó como los grandes tenores -aunque se empeñe, Alagna no tiene voz para Radamés-, pero superó la prueba, se vio respaldado por la ovación del público y todos respiramos tranquilos. La función transcurrió sin incidentes, algo que, visto el percal que gastan hoy algunos divos, ya es noticia.

Menudo morbo

En el escenario lucían nuevamente los históricos decorados de papel pintados por el escenógrafo Josep Mestres Cabanes en 1945, que son una obra maestra de la perspectiva, un sueño mágico, pintado en humildes tiras de papel, que el Liceo mantiene como clásico de su repertorio. Volvieron a emocionar al público por su grandiosa belleza, iluminada de forma admirable por Albert Faura. No fue, sin embargo, una Aida normal, porque ni el mismo Verdi hubiera podido imaginar que en la escena más espectacular de su genial ópera, en plena marcha triunfal, centenares de espectadores, muchos de ellos provistos de binoculares, buscaban a una corista: Sonsoles Espinosa, esposa del presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, que debutaba en el Liceo como parte de las voces contratadas como refuerzo coral en tan significativa escena. El escenario repleto de cantantes, bailarines y figurantes, y todo el mundo buscando a Sonsoles. Menudo morbo.

Alagna ganó confianza en sus medios y fue a más a lo largo de la representación: suple la carencia de peso dramático con un fraseo de gran elegancia, una dicción clara y una voz que conserva toda su belleza en el registro central. Los agudos, aún firmes, han perdido luminosidad y los graves suenan oscurecidos de forma artificial, pero su excelente línea de canto acabó convenciendo. La soprano italiana Micaela Carosi fue una Aida más que correcta, cuyo punto débil fueron sus pianísimos, de escasa proyección. Quienes mostraron verdadero temperamento verdiano fueron la mezzosoprano italiana Elisabetta Fiorillo y el barítono menorquín Joan Pons. Ella con una Amneris rotunda en lo vocal, un punto exagerada y de imponente fuerza dramática. Él con un Amonasro fiero y cautivador, cantado con nobleza e intensidad.

La masa coral, preparada con fibra verdiana por José Luis Basso, respondió con brillantez, mientras que la orquesta tuvo sus altibajos bajo la solvente batuta de Daniele Callegari. No fue una Aida de opulencia sinfónica, y no podía serlo con estas voces, ya que, si el director italiano no hubiera controlado a fondo las dinámicas, Radamés y su amada Aida habrían sido sepultados antes de tiempo. La dirección escénica del catalán José Antonio Gutiérrez hace justicia al sueño de Mestres Cabanes al servir con humildad la acción teatral para dejar todo el protagonismo a sus maravillosos decorados.
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El tenso éxito de Alagna en el Liceu
César López Rosell, El Periódico, 21 November 2007

La tensión se podía cortar con un cuchillo. La transmitían, sin pretenderlo, los responsables del Liceu mostrando la calma aparente que podía preceder al comienzo de la tempestad. Desde las bambalinas llegaba el mensaje de que Roberto Alagna estaba de los nervios. Volvía a Europa con Aida, tras un sosegado paréntesis con la obra de Verdi en el Met neoyorquino, y se enfrentaba de nuevo al papel de Radamés ante el exigente público del Liceu.

En la mente de todos estaba el recuerdo de la espantada del 10 de diciembre del 2006 en la Scala de Milán, día en que el tenor francés dejó el escenario en protesta por los abucheos del público tras cantar Celeste Aida. Nadie pensaba que una situación como esa pudiera volver a repetirse, pero había dudas del resultado de la interpretación de esta difícil aria, colocada al inicio de la función cuando los cantantes no han podido aún calentar la voz.

El público contuvo la respiración cuando Alagna afrontó la prueba de fuego. Aún nervioso abordó la pieza, que exige generosidad vocal pero a la vez delicados matices. El cantante francés resolvió la papeleta, pero sin deslumbrar. El público, deseoso de disfrutar la función, aplaudió con ganas y hasta surgió algún "bravo". Reto superado y tranquilidad asegurada para el resto de la velada.

Pero había más motivos para que esta reposición de Aida fuera especial. Desde la platea y los palcos los espectadores intentaban distinguir entre el coro a Sonsoles Espinosa, la esposa de Rodríguez Zapatero que debutaba en el Liceu. Alguno, con prismáticos, aseguraba haberla visto. "Era la más alta de la segunda fila". Otros la situaban en una posición distinta y no faltaban los que que no habían logrado ubicarla.
El debate de pasillos finalizó cuando la música se erigió en protagonista. La interpretación del himno triunfal Gloria all'Egitto, con las célebres trompetas de fondo, o la entrada de Radamés y los carros que traían el botín de guerra fueron momentos de gran fuerza coral y escénica, a la que también contribuyeron eficazmente los bailarines de Metros y el coro de sacerdotes.

Con el público maravillado por la belleza de los recuperados decorados realistas, que Mestres Cabanes diseñó para el montaje de 1945 de está ópera, la función siguió sin problemas. La escenografía da perfecta cobertura a esta historia del amor supeditado a los intereses del poder que narra la tragedia que viven la esclava y princesa etíope Aida y el guerrero egipcio Radamés, también deseado por Amneris, hija del faraón.

Liberando angustia

Alagna acabó liberando su angustia y fue de menos a más hasta componer un aplaudido comandante. Lo propio ocurrió con Micaela Carosi (Aida), quien tras un comienzo titubeante brilló en O patria mia y en los dúos. Elisabetta Fiorillo (Amneris) fue la triunfadora de la noche. La pasión interpretativa y la amplitud vocal de esta mezzo de exquisito fraseo conquistaron al personal. Carlo Colombara (Ramfis) y Joan Pons (Amonasro, rey de Etiopía) dieron la talla con su acostumbrada solvencia.
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